A VUELA PLUMA

Buscando buena gente para bailar

Me sigue sorprendiendo cuando me califican (casi siempre con ánimo de descalificar) y me encuadran en un grupo. Este es rojo y de tal familia. No hay escapatoria en el teatro de la vida pública

Alfons García

Alfons García

Pongo la radio una de estas mañanas frescas, cuando el día está como pensando por dónde tirar, en esos dulces minutos de tránsito donde parece que todo puede ser. Unos cuantos expertos (siempre los hay) reflexionan sobre el liderazgo. Sostienen que posiblemente es contrario ser buena persona a ser un buen líder político, que para eso hay que ser buen político y eso es distinto a la bondad. Me cuesta tragarme el mensaje, que parece nacido del liberalismo salvaje, de esa vaina de que lo que cuenta es el resultado final.

Me sigue sorprendiendo cuando me califican (casi siempre con ánimo de descalificar) y me encuadran en un grupo. Este es rojo y de tal familia. No hay escapatoria en el teatro de la vida pública. No hay pienso fuera del corral.

Reivindico no tener que pronunciarme cada cinco minutos sobre el último hecho de la actualidad para afirmarme ante los demás y permanecer firme en la tribu.

Reivindico no saber qué pensar, no tener siempre opinión.

Reivindico no tomar siempre partido y que esa actitud sea considerada como traición. Quizá lo revolucionario hoy es apartarse, salirse de los carriles prefabricados del pensamiento.

Me pasa con lo de Josu Ternera, por ejemplo. Leo a Muñoz Molina y me parece lleno de verdad: cada uno es libre de producir lo que considere y presentarlo donde quiera, dice, pero entiende a las víctimas que han decidido no participar en ceremonias que acaban normalizando a los causantes del terror. Leo a Jordi Évole y le entiendo: él ha perseguido la historia periodística, porque periodismo (y literatura) es intentar entender también lo que mueve el horror, y repudia la cancelación preventiva de su trabajo, sin verlo. Al margen de la cuota de promoción comercial que toda polémica concede y al margen del ansia de notoriedad de todo aquel activo en la escena pública (más acentuada en unos que en otros), el caso expone el peso de las etiquetas y la imposibilidad de despegárselas.

Supongo que el líder ha de posicionarse sobre todo, pero creo que la buena persona, no.

He conseguido ver ‘El sol del futuro’ y acabo dando vueltas sobre lo mismo. La película va de un director de cine, interpretado a su vez por el director, Nanni Moretti, así que separar a uno y otro es casi imposible. El mundo que rodea a ambos tiene mala pinta. Más aún visto desde la rampa de salida de la vida, que siempre invita al desánimo y la nostalgia reaccionaria. Lo normal sería la tragedia, pero todo cambia por un giro voluntario hacia el optimismo. Quizá escapa a toda lógica, pero un día uno decide bailar, uno opta por la sonrisa antes que por la soga. Quizá uno no sea un buen cineasta, ni un buen periodista, pero es buena gente. Ojalá fuera tan sencillo, pero en la vida hay una dosis de voluntad que tendemos a no querer ver.

No es fácil, claro, atender a voluntades en un mundo en que los grandes conceptos se tambalean. Llibertat, amnistía, Estatut d’Autonomia. Con esa pancarta nos hicimos mayores en mi tierra. A base de golpes, idas y venidas y frustraciones, pero esos tres lemas marcaron nuestro tránsito desde la dictadura. ¿Valen hoy?

El campo base de mi generación (y de unas cuantas) fue la palabra libertad. Hoy leo: «La libertad es el grito de guerra de quienes quieren destruir el planeta» (Wendy Brown, filósofa). ¿La libertad hoy es reaccionaria? ¿La libertad ya no es un objetivo de gente buena? ¿Nos la robaron junto al mes de abril?

La amnistía vuelve a estar hoy en todas las mesas. Se ha convertido casi en un mensaje publicitario y, por tanto, vacío. Al final, no se sabe muy bien de lo que estamos hablando. Si los líderes del proceso independentista catalán ya están indultados y de lo que estamos hablando es de la amnistía de los cientos de subordinados (mandados), sería hasta injusto y discriminatorio negar la absolución. Si la amnistía es el perdón al concepto del procés, al episodio histórico, si se trata de darlo por bueno sin más, cuesta digerirlo sin condiciones de aceptación de un nuevo marco aceptable para todos.

Escribo y las palabras me saben a viejo. Tengo la impresión de que nos han metido en un teatrillo sin pedirlo, de que la política es más ficción que nunca, que la distancia con la vida real es abismal. Sales a la calle hoy (da igual si es Valencia, Barcelona o Berlín) y todo esto del soberanismo es espuma sobre las olas, parece una distopía cuando en 50 metros en cualquier calle céntrica encuentras idiomas varios, colores diversos de piel y gentes inmersas en sus vidas, ajenas a estas inquietudes de minorías y grupos de poder. Quizá todo este debate hoy es el estertor de un mundo que se va.

¿Y qué va a pasar? La pregunta me atraganta el desayuno. Lo importante en lo que viene no es si hay elecciones o gobierno progre, Frankenstein o como lo quieran vilipendiar. Ni siquiera si hay amnistía o no. Lo importante es si nos quedamos en el inmovilismo o hay opciones de entenderse entre extraños. Llámenme ingenuo. Reivindico la inocencia y la ternura en cualquier esquina de la vida.

Me pregunto si sirve de algo la democracia sin buenos sentimientos. ¿No se fundamenta en un anhelo de convivencia sincera? ¿Estamos ahí o estamos en otro estadio histórico sin avisar? No tengo respuesta. Mejor bailar.

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