VER, OÍR Y GRITAR

Que usted lo mate mal

Las tensiones y la inestabilidad no se han sofocado nunca, desde la ocupación de territorios palestinos por Israel y la discriminación hacia la población palestina

Militares israelíes durante unas protestas en Cisjordania

Militares israelíes durante unas protestas en Cisjordania / Europa Press

Marc Llorente

Marc Llorente

No solo es cuestión de una pausa o un alto el fuego para que entre bien la ayuda humanitaria en Gaza, que se está convirtiendo en un campo de exterminio, sino que es necesario establecer las búsquedas pertinentes para el acuerdo y la paz. Las tensiones y la inestabilidad no se han sofocado nunca, desde la ocupación de territorios palestinos por Israel y la discriminación hacia la población palestina. La historia del conflicto nos empuja a 1917, cuando el Gobierno británico apoyó el establecimiento de un Estado judío permanente en Palestina. Y hasta ahora con la guerra entre Hamás e Israel.

Los ataques indiscriminados, de un bando u otro, y asfixiar a la gente de la Franja son inasumibles, por lo que se impone la necesidad de un liderazgo colectivo que eche agua a las llamas y evite la gasolina. La Unión Europea no lo tiene, y Joe Biden no mueve un dedo para que la maquinaria destructiva se pare y pueda impedir que el conflicto se extienda. Apoya incondicionalmente al primer ministro israelí Netanyahu. Y tan amigos. ¿La Corte Penal Internacional llevará a cabo investigaciones? ¿Se planteará a nivel europeo para que este asunto adquiera fuerza jurídica y política?

La postura española es la de apoyar, con buen criterio, los dos Estados. De momento, Washington no favorece esa razonable y única posición válida para sofocar el incendio y empezar una nueva andadura con calma, dignidad y seguridad. No es fácil. Pudo haberse logrado en la etapa de Clinton. No obstante, el presidente Biden defiende el compromiso de lograr la paz y la solución de dos Estados. Una situación más estable en Oriente Próximo beneficia los intereses económicos de Estados Unidos y a todo el mundo que desea un mínimo de concordia. Pero valen los hechos, no solo las palabras.

Hace unos días, Pedro Sánchez, en funciones aún, asistió a la cumbre internacional celebrada en Egipto con motivo de la escalada bélica. El teórico objetivo era frenar en seco la espiral de violencia y hallar soluciones factibles al enconado e histórico conflicto que hoy está más fuerte que ayer, pero no se sabe si menos que mañana. La legítima defensa no se debe confundir con masacrar a inocentes. Como decimos, hace falta trabajar para conseguir una paz definitiva. En esa cumbre no se ha llegado a ningún acuerdo y quedan más patentes las diferencias entre Europa y el mundo árabe respecto a Israel. Discursos, fotos, charlas, pinganillos y la cruda tragedia retransmitida en directo.

Sánchez, ostentando la presidencia europea, ofrecerá la Unión por el Mediterráneo los días 27 y 28 de noviembre en Barcelona, como encuentro entre Palestina e Israel para que retomen el diálogo en «igualdad de condiciones». Todos sentados en torno a una mesa con objeto de sentar las bases de un futuro de paz. Cualquier oportunidad es buena si es sincera y tiene visos de prosperar. Los remedios no se consiguen en media hora, si bien no es de recibo que, mientras tanto, la destrucción humana continúe y vaya a más.

Los ministros de Asuntos Exteriores se han visto en Luxemburgo a fin de abordar esta trágica situación. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, solicita que Israel haga la guerra (no el amor) con acuerdo a las leyes de la guerra. O sea, mátense ustedes decentemente y como Dios manda. Por ahora, ya lo ven, más de lo mismo y ninguna señal que invite a la esperanza a corto o medio plazo. Al menos, Hamás libera a dos rehenes israelíes con mediación de Egipto y Catar. Es una de las rutas hacia el arreglo.

Sánchez, en funciones, permanece muy activo y funcionando ante las circunstancias actuales. Reuniones en la Moncloa, por separado, con la embajadora de Israel en España y con el jefe de la misión diplomática de Palestina. Gracias a su manual de resistencia, el presidente se pasa el tiempo saltando obstáculos. Epidemia mundial, oposición destructiva y delirante, guerras de un tipo u otro, crisis varias… Además, ha tenido una reunión con la comunidad judía y musulmana y la idea de movilizar esfuerzos para que cese la violencia, gane la tolerancia y se encuentre una solución política.

Incluso, Pedro Sánchez ha hablado por teléfono con su homólogo Benjamín Netanyahu. Imaginen al bueno de Gila. «¿Podrían parar la guerra un momento? ¿Ustedes piensan atacar mañana? Pues a ver si tiran más flojito. ¿El domingo a qué hora? ¿Tan pronto?». En fin, que los que se dedican a estas cosas tan feas lo maten mal. De nada.

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