HOJA DE CALENDARIO

Oriente Medio y los dos estados

Durante 75 años, Israel y Palestina se han enfrentado en innumerables guerras y escaramuzas, sin que las tentativas de paz —Camp David, Madrid, Oslo— hayan dado resultado

Medio millar de muertos en el bombardeo israelí contra el hospital Al-Ahli según informa el Ministerio de Salud de Gaza

Medio millar de muertos en el bombardeo israelí contra el hospital Al-Ahli según informa el Ministerio de Salud de Gaza

Antonio Papell

Antonio Papell

En la madrugada del 7 de octubre de 2023, Hamás lanzó un ataque terrorista a gran escala contra Israel. Al mismo tiempo que se producía un lanzamiento masivo de cohetes, los activistas palestinos volaron la valla fronteriza entre Gaza e Israel en varios puntos y entraron en territorio israelí por tierra, mar y aire. Perpetraron masacres en varios kibutz y en un festival de música. Torturaron y asesinaron a más de 1.200 personas, israelíes y extranjeras, entre ellas niños y ancianos. Más de 200 personas fueron tomadas como rehenes por Hamás, y las que no han sido asesinadas ni liberadas (dos norteamericanas fueron entregadas por sus captores) permanecen todavía en su poder.

El resto de la historia desencadenada por el ataque palestino es conocido, con un incidente atroz que nos inquieta. Ambas partes se habían enzarzado con una violencia inusitada, pero al anochecer del día 17, el estallido de una bomba sin identificar producía una gran matanza en el complejo hospitalario de Al Ahli en la capital de la Franja. Hamas atribuyó la explosión a Israel y Tel Aviv culpó a la Yihad Islámica, una facción islamista. Ha sido la mayor masacre en el enclave en las cinco guerras que ha habido entre las milicias palestinas de Gaza e Israel desde 2008. The Wall Street Journal, que ha investigado el asunto, ha afirmado con contundencia que la paternidad de la masacre es palestina: se debió a una bomba propia que estalló a destiempo.

Como es bien conocido, el conflicto palestino israelí arrancó en 1948 en el mismo momento en que Naciones Unidas establecía una división del territorio que era la carta de naturaleza al estado de Israel. Inmediatamente, los cinco estados árabes de alrededor —Líbano, Jordania, Egipto, Siria e Irak— declararon por sorpresa la guerra a Israel, pero contra pronóstico el pueblo judío terminó venciendo a quienes, según declaraciones, pretendían echar al mar a los intrusos. Desde entonces, Y durante 75 años, ambas partes se han enfrentado en innumerables guerras y escaramuzas, sin que las tentativas de paz —Camp David, Madrid, Oslo— hayan dado resultado. Los Estados Unidos y Europa, hartos de fracasar en el intento, han dejado hace tiempo de mediar porque la ira de los contendientes es insuperable. Y el grave problema de este conflicto es que muestra una inquietante simetría que desarma a los potenciales mediadores. En efecto, las encuestas efectuadas en todo el mundo apuntan al empate técnico a la hora de atribuir responsabilidades por esta guerra enconada.

Ante este sanguinario conflicto, es evidente que resulta inútil una ponderación moral profunda. En la guerra de Ucrania, hay una víctima y el victimario claros, y la comunidad internacional está masivamente compartiendo la misma visión del contencioso. En Israel, en cambio, es inútil intentar reducir la confrontación a un episodio lineal entre buenos y malos.

Por una decisión ya irrevocable, las grandes potencias coloniales del siglo pasado decidieron, tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, entregar al pueblo judío una patria territorial en la franja mediterránea de la que procedía históricamente, que ya estaba habitada por los palestinos. Como primera providencia, tuvo lugar la Nakba, nombre que recibe la expulsión y huida de 700.000 palestinos, la despoblación y destrucción de más de 500 pueblos palestinos por las fuerzas armadas israelíes​ y el posterior borrado geográfico, la negación del derecho palestino al retorno, la creación de refugiados palestinos permanentes y la “desintegración de la sociedad palestina”.

Desde entonces, la guerra ente las partes ha sido despiada y cruenta. Aunque Israel se ha dotado de un régimen democrático y los palestinos tienen formas rudimentarias de organización, es evidente que la solución del conflicto será imposible si los actores o los mediadores se paran a pensar quién tiene razón. La cumbre de El Cairo de la pasada semana ha demostrado la imposibilidad de alcanzar treguas a estas alturas. Llegados al punto actual, la comunidad internacional debería presionar de forma contundente a ambas partes, no para que se reconcilien, que eso es imposible a corto plazo, sino para que se puedan administrar sin matarse. La formación ecuánime de dos Estados es la única forma de que comience a cerrar esta vieja herida que tanta sangre y tanto odio ha destilado. Habría que ponerse activamente a ello.

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