El trasluz

¡Socorro!

Juan José Millás

Juan José Millás

La presión, ese es el asunto. Cailin Doughty es una agente funeraria norteamericana que ha escrito un libro titulado '¿El gato se comerá mis ojos?'. Responde en él a preguntas que la gente (niños, en especial) se hace sobre los muertos. Una de estas preguntas dice así: "¿Qué le pasa al cadáver de un astronauta en el espacio?". La respuesta es tremenda. Verán, resulta que el cuerpo humano, en palabras de Doughty, "está acostumbrado a funcionar bajo el peso de la atmósfera terrestre, que nos arropa todo el rato como si fuera una mantita antiansiedad de tamaño planetario".

Buena imagen, la de "la mantita antiansiedad", ¿no?

Pues bien, resulta que cuando esa presión desaparece, todos nuestros órganos y fluidos tienden a expandirse, de modo que los ojos se salen de sus órbitas y la sangre se convierte en vapor y las venas explotan y los músculos se hinchan y la piel se dilata como la goma de un globo al ser inflado, etc., etc., etc. Tal es lo que le ocurriría a un astronauta que saliera de la nave a dar un paseo espacial o a reparar un motor y sufriera una rotura en su traje. El traje es su atmósfera, su "mantita". Sin él, reventaría.

A menudo decimos a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros jefes o subordinados:

 -No me presiones, por favor.

Significa que el término "presión" está connotado peyorativamente. No podríamos, sin embargo, vivir sin ella, sin la presión: estallaríamos. La presión nos moldea, nos da forma, impide que explotemos convirtiéndonos en pequeños trozos de metralla corporal.

Y esto vale tanto para la presión física (o atmosférica) como para la psicológica. Sin presión psicológica, sin límites, nos volveríamos locos. Para la ausencia de la primera se han inventado los trajes espaciales; para la segunda, los fármacos, principalmente los opiáceos, que por desgracia tienen muchos efectos secundarios. También funciona la psicoterapia, claro, pero esta última es cara, de ahí que se hable mucho de enfermedad mental, pero que se invierta poco dinero en ella. De ahí también que cada día se produzcan más estallidos de carácter espiritual. Somos como astronautas sin traje en un mundo sin atmósfera. ¡Socorro!