360 grados

En todo Oriente Medio le pierden el respeto a EEUU

Archivo - El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken

Archivo - El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken / Europa Press/Contacto/Dimitrios Karvountzis

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Si algo han demostrado los últimos viajes a Oriente Medio del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, es que en toda la región se le ha perdido últimamente el respeto a la superpotencia.

Blinken, que viajó inmediatamente a Tel Aviv después del ataque de Hamás contra territorio israelí y dijo estar allí no sólo como secretario de Estado sino como judío, no sólo se ha enajenado a los países árabes, sino que no ha conseguido prácticamente nada de Israel.

El Estado judío ha seguido bombardeando sin pausa ni piedad la franja de Gaza, asesinando – no hay otra palabra para describirlo- a decenas de miles de inocentes, y apenas ha consentido alguna pausa humanitaria para la evacuación de los extranjeros.

Y ello a pesar del tibio llamamiento del presidente Joe Biden al respeto de las leyes de la guerra en la campaña de represalia por el atentado de Hamás.

Blinken tampoco logró convencer a los ministros de Exteriores de los países árabes con los que se reunió en la capital jordana de su plan de establecer una fuerza de mantenimiento de la paz para una vez acaben las hostilidades.

Sus interlocutores árabes le dijeron que lo único urgente en este momento es acordar un alto el fuego y no simples pausas humanitarias, algo a lo que se niega obstinadamente Israel, que insiste en que Hamás debe liberar sin condiciones a los dos centenares de rehenes en su poder.

Algo similar a su experiencia con los árabes le sucedió a Blinken en Turquía, un país de la OTAN cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, no considera a Hamás un grupo terrorista, sino un movimiento de liberación.

En la capital turca, Blinken sufrió la humillación de que el encargado de recibirle en el aeropuerto no fuera, como habría sido de rigor, su homólogo turco, sino el subgobernador de Ankara.

Los países de religión musulmana no pueden evitar la impresión de que al Gobierno de Joe Biden no le importa en el fondo demasiado la suerte de los gazatíes y sólo piensa en clave interna en las próximas presidenciales.

Y como dice el conocido periodista norteamericano y premio Pulitzer Chris Hedges, Biden «es un producto de la industria de la guerra, de los lobbies que financiaron su carrera política». Como la de tantos otros políticos de ambos partidos.

Para su desgracia, a Netanyahu parece importarle más bien poco el futuro político del demócrata porque cree poderse entender aún mejor con el republicano Trump si éste gana otra vez la Casa Blanca como indican claramente los sondeos.

Y la gran obsesión de Trump, algo en lo que coincide plenamente con Netanyahu, es Irán, país que, pese a su apoyo a Palestina, no parece tener apetito para una guerra con una potencia nuclear como Israel, que recibiría además el inmediato apoyo militar de las fuerzas aeronavales que EEUU ha desplegado en el Mediterráneo.

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