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La torre de la mayoría absoluta

Quizá sea el momento de empezar a asumir que las voces discordantes en el asunto de la Torre del Puerto son una minoría

El Ayuntamiento de Málaga daba esta semana el sí definitivo al proyecto de hotel rascacielos en el puerto.

El Ayuntamiento de Málaga daba esta semana el sí definitivo al proyecto de hotel rascacielos en el puerto. / L. O.

Gonzalo León

Gonzalo León

La ciudad ha sido testigo de una encarnizada batalla durante siete años por la aprobación de un mastodóntico proyecto: un hotel rascacielos en el dique de Levante del puerto. Esta propuesta, que ha enfrentado a un sector de la ciudadanía, ha logrado finalmente obtener luz verde a pesar de ser un desafío al horizonte y patrimonio visual de la ciudad.

El Ayuntamiento ha dado el visto bueno -por fin y cuando le ha sido posible- para modificar el planeamiento urbano y permitir la construcción de un colosal hotel de una extensión edificable monstruosa. Un proyecto exclusivo de cinco estrellas gran lujo, diseñado por José Seguí, que busca imponerse en un enclave que hasta ahora había evitado tal intrusión.

Pero aquí no termina la travesía. Tras esta aprobación, la pelota pasa a manos de la Autoridad Portuaria, que debe llevarlo al Consejo de Ministros para su bendición final. Según los planes, este rascacielos diseñado por Seguí se elevará a 27 plantas, alcanzando los 116,62 metros sobre el nivel del mar. Un gigante que se erigirá en contra de la vista y la esencia misma del lugar.

Sin embargo, este proyecto no es solo un desafío visual. Requiere una serie de informes y trámites, desde aspectos ambientales hasta arqueológicos, como cualquier otra construcción. Además, se ha desatado una polémica con la necesidad de erigir un nuevo faro que sustituya a la icónica Farola, desencadenando debates legales sobre la protección del patrimonio histórico y cultural de la zona.

El recorrido de este proyecto ha sido tortuoso, plagado de dificultades legales y administrativas. Desde problemas con evaluaciones ambientales caducadas hasta cuestionamientos sobre la transparencia del concurso, ha sido un viaje lleno de baches y desafíos.

La reciente aprobación del Ayuntamiento no significa un inicio inmediato de la construcción. Debe ser ratificada, publicada en el Boletín Oficial de la Provincia y registrada en la Junta de Andalucía antes de entrar en vigor, lo que añade más etapas a este ya tumultuoso proceso.

Y no nos olvidemos del trasfondo político y legal que ha rodeado este proyecto. El Estado ha intervenido en varias ocasiones, planteando expedientes de posible expolio, moviendo fichas y dejando interrogantes sobre la protección del patrimonio cultural, mientras un fondo de inversión vinculado a la familia real catarí impulsa esta colosal construcción.

Infografía promocional del hotel rascacielos Torre del Puerto

Infografía promocional del hotel rascacielos Torre del Puerto / La Opinión

Hoy Málaga se encuentra al borde de permitir un gigante que desafía su estampa urbana y cultural. Aunque la aprobación ha sido celebrada tímidamente, el proyecto enfrenta una larga y tormentosa travesía, marcada por la resistencia de un sector ciudadano y los dilemas legales en torno a la preservación del legado de la ciudad.

Dicho esto, y entendiendo que hemos sido muchos los que hemos clamado al cielo -nunca mejor dicho- por asumir este proyecto sin mucho sentido en un lugar de ese calibre, hay algo que quizá no nos deba cegar.

Si echamos la vista atrás y analizamos este proyecto desde su origen, la postura del munícipe por antonomasia y su equipo de gobierno ha sido absolutamente la misma dese el primer día. Este proyecto está bendecido. Se quiere hacer y las cosas están meridianamente claras. Hasta aquí, no hay ni una coma que poner. Pero en el caso de la ciudadanía, Twitter y demás mundos paralelos, la realidad es que más allá del griterío 2.0 de los mismos de siempre -entre los que me incluyo en según qué cuestiones-, el resto de personas que votan parecen tenerlo claro igualmente. Y es que este proyecto, sin duda alguna, a la prueba y exigencia más alta que se ha enfrentado no es otra que a la de los propios ciudadanos en las urnas. Y arrasó.

Las últimas elecciones municipales fueron el lugar y momento perfecto para saber de manera clara y definitiva qué opinaba el malagueño sobre este proyecto pues el PP lo defiende a capa y espada y el PSOE -según el día- lo rechaza e incluso fue usado una y otra vez en campaña. Es decir, que la gente que votaba y veía los programas, declaraciones y discursos sabía de qué iba el tema cuando de la torre del puerto se trataba.

¿Y qué pasó después? Pues que el defensor del proyectó arrasó en las elecciones municipales con mayoría absoluta y subida de tres concejales mientras que los que rechazaban el proyecto perdían representación. ¿Lecturas posibles? Pues está bastante claro. Y quizá se pueda marear la perdiz y pensar que ahí no se votaba la torre sino el conjunto general de gobierno ciudadano. Pero es evidente que no. Porque todos sabemos qué sucede cuando alguien lleva algo que no gusta a unas elecciones. Y si no que se lo pregunten a Pedro Sánchez y el motivo por el cual no se repiten ahora.

Por eso, quizá sea el momento de empezar a asumir que las voces discordantes siguen siendo una minoría. Y pensar que existe un gran rechazo ciudadano es, sencillamente, creer algo que no es cierto. Que no existe. O lo que es lo mismo, que es completamente mentira.

La gente está de acuerdo en su mayoría con este asunto. Y así lo ha demostrado hace casi seis meses. Por lo tanto, la suerte está más que echada y a los que deseamos que este proyecto no salga adelante solamente nos queda la última esperanza del Consejo de Ministros. Por cierto, si sale adelante, será interesante saber la justificación local que se tiene con el asunto. Pero bueno, sea como fuere, lo único demostrado es que el ruido no siempre representa a la mayoría que, por lo general, suele ser bastante pasota. A la vista está que, en esta ocasión, el proyecto de la torre del puerto tiene de manera clara y evidente un respaldo de mayoría absoluta. Todo lo demás es engañarse. Y tampoco hemos venido aquí para eso. Así es la vida. Viva Málaga.