Málaga de un vistazo

La niebla habita Gibralfaro

El término niebla siempre me ha sugerido una atmósfera de ensoñación; una proyección de una ilusión por un paisaje envolvente donde habita lo fantástico

La niebla de la ciudad de Málaga, este lunes noche, en una imagen compartida por el usuario @myviewsfrommalaga en Instagram

La niebla de la ciudad de Málaga, este lunes noche, en una imagen compartida por el usuario @myviewsfrommalaga en Instagram

Ignacio Hernández

Ignacio Hernández

En los días previos a la entrada del frío solsticio, este inicio de semana tras el puente ha conjugado una situación meteorológica tan inusual como mágica. El terral de invierno no ha querido estar ausente con sus 27 grados en la capital malagueña; su cómplice el taró lo ha acompañado para dejar imágenes fascinantes y misteriosas muy cercanas a estampas de la narrativa gótica. Como saben, el taró –expresión marinera- posee denominación de origen en esta urbe que no te deja de sorprender para bien o mal. También llamado niebla de advección, es un fenómeno generado por la diferencia de temperatura entre el aire y el mar. No es una generación espontánea, el taró se ocasiona debido a la situación geográfica privilegiada de Málaga: horizonte montañoso aledaño a la costa.

El término niebla siempre me ha sugerido una atmósfera de ensoñación; una proyección de una ilusión por un paisaje envolvente donde habita lo fantástico. Miguel de Unamuno lo utiliza para dar título a una de sus novelas más exquisitas, repleta de una estética literaria pletórica. Nos relata una trama donde profundiza con su tono filosófico las diferentes facetas que un hombre –una ciudad- tiene presentes en su cotidianidad. En la obra se debate sobre las diferentes cuestiones de la vida diaria y de las oportunidades que le pueden aguardar si aprende a controlarse haciendo una crítica reflexiva sobre su presente, pasado y futuro. Ello me conduce a pensar en el estado vergonzoso y desalentador del Castillo de Gibralfaro, monumento histórico-artístico que el año pasado acogió casi 400.000 visitas. El castillo sigue, después de años, envuelto «en una inmensa niebla de pequeños incidentes», como diría Unamuno, que se traduce entre los ciudadanos en una constante frustración. Los responsables deben aportar sin más dilación soluciones ante el estado deplorable de parte de nuestro esencial patrimonio.