PARECE UNA TONTERÍA

Los Murphy

Juan Tallón

Juan Tallón

Los muy aficionados a Suave es la noche, de Scott Fitzgerald, saben quiénes eran los Murphy: el matrimonio formado por Gerald y Sara Murphy que el escritor estadounidense empezó tomando como modelo para construir a Dick y Nicole Diver, la pareja protagonista de la novela. A mitad de libro, sin embargo, el escritor dejó que los personajes se pareciesen más a él y a Zelda Fitzgerald. El libro, en todo caso, está dedicado a los Murphy, que encarnaron la esencia de esa época, los años 20, en que tantos estadounidenses recalaron en Francia atraídos por una atmósfera de excitación y renovación. Anfitriones de las mejores fiestas, estas se volvieron el marco perfecto desde el que asistir a la autodestrucción de los Fitzgerald, en sus ansias imparables por divertirse.

Los Murphy sabían vivir, tenían buen gusto, amaban el arte y, por supuesto, eran ricos. Ella era la mayor de tres hijas de un fabricante de tinta, y había pasado su infancia en Europa, razón por la que a los 16 años hablaba con fluidez francés, alemán e italiano. La familia de Gerald era dueña de los almacenes Mark Cross, responsables de introducir en Estados Unidos la porcelana china Milton, la cubertería Sheffield, el cristal tallado inglés y los primeros termos. Además, habían diseñado el primer reloj de pulsera por sugerencia de una división de infantería británica, que se quejó de que los de bolsillo eran demasiado incómodos para la guerra de trincheras, cuenta Calvin Tomkins en Vivir bien es la mejor venganza, recién publicado por Alpha Decay.

Ni Gerald ni Sara, pero en especial ella, se sintieron fascinados por la lectura de Suave es la noche. No les parecía un libro en absoluto logrado, le confesaron a Tomkins. Pero sí se quedaron sorprendidos por la cantidad de detalles que el autor había extraído de la vida compartida por los Murphy y los Fitzgerald entre 1924 y 1929. Cuando Gerald acabó la novela, y le devolvió el ejemplar de prueba al autor, se limitó a señalar lo que le había gustado. Scott tomó el libro y dijo: «Sí, tiene magia. Tiene magia». 

Suscríbete para seguir leyendo