La Bodeguilla

Juan Espadas tiene un doble

Juan Espadas está jugando a demostrar que posee el don de la ubicuidad. Y eso -ni a él que ya tiene sus kilómetros en la política se le escapa- es un deporte de riesgo

Juan Espadas interviene en el Senado.

Juan Espadas interviene en el Senado. / Cristóbal G. Montilla

Cristóbal G. Montilla

Cristóbal G. Montilla

Dicen los malpensados, aquellos que nunca van perdidos en el lodazal de la política, que Juan Espadas ha empezado a irse de Andalucía. Que su nombramiento como portavoz del PSOE en el Senado es el pasaje de un viaje que lo llevará a cualquier parte, menos al viejo Hospital de las Cinco Llagas. O menos a esa sede del partido en la hispalense calle San Vicente en la que levantó victorioso los brazos una noche de junio, mientras la derrota le descomponía el rictus a la todopoderosa Susana Díaz. Sin embargo, hasta los mismos que garantizan su destierro como barón del socialismo en el sur lo ven, de repente, en todos lados. Llegan, incluso, a sospechar que -como los famosos- tiene un doble. Que a la calle se echan cada mañana dos o tres con su misma cara. Uno aplaude en Madrid, otro busca pelea en Sevilla y un tercero surca las quinielas que lo ‘teletransportan’ a Bruselas, en un trayecto que no llega a ser del todo futurista porque las elecciones europeas se sugieren cercanas, en junio de 2024.

Sea lo que fuere, lo único cierto es que Juan Espadas está empeñado en irrumpir por tierra, mar o aire -en el AVE, en avión, en el coche que lo suelta en la agrupación de un pueblo o hasta en el océano de las redes sociales- en cualquier escena que lo amarre al exigente escaparate de la primera línea.

Juan Espadas está jugando a demostrar que posee el don de la ubicuidad. Y eso -ni a él que ya tiene sus kilómetros en la política se le escapa- es un deporte de riesgo. Si se atiende al ritmo al que va Espadas desde la encomienda de Pedro Sánchez que lo ha cargado de trabajo más allá de Despeñaperros, la gran duda es saber qué hay al final del túnel. Qué brilla al fondo del mismo pasadizo que era oscuro tras su descalabro en las elecciones andaluzas y ahora derrama luz suficiente como para encumbrarlo. O, quién sabe, para deslumbrarlo y empujarlo de forma prematura hacia un retiro aceptable.

edro Sánchez y Juan Espadas en un mitin en Sevilla.

edro Sánchez y Juan Espadas en un mitin en Sevilla. / EFE

A día de hoy, Espadas es el líder de su partido en dos cámaras en las que el PP goza de sendas mayorías absolutas. Tiene un marrón multiplicado por dos y él lo aborda con el entusiasmo de quien hasta la resistencia ‘sanchista’ de las generales lo tenía todo perdido. Hoy, es el portavoz socialista tanto en el Parlamento de Andalucía como en el Senado. «Y mañana ya se verá». Esto último es, al menos, lo que dicen los compañeros más afines, que prefieren ser comedidos porque no les queda otra que creerse aquello que él sostiene de que en 2026 repetirá como candidato en Andalucía.

Otros, en cambio, no se muerden la lengua y proclaman que sólo está de paso en el liderazgo del PSOE andaluz, mientras se decide a dar el salto -o no- la esperada María Jesús Montero. Existen también quienes le ven un destino más cercano en el tiempo y lo imaginan de europarlamentario. Algunos ‘susanistas’ llegan a recordar que ese fue el camino que ellos mismos le vaticinaron cuando se la pegó en las urnas contra el PP andaluz y empezó el acoso interno para derribarlo.

Mientras se resuelve este misterio sobre su futuro, Juan Espadas será obediente al cuadrado. Opositará a azote andaluz de Juanma Moreno y le seguirá el juego a Ferraz en todo momento. Y si tiene que decir que la moción de censura para darle la alcaldía a Bildu en Pamplona es como la del PP y Vox en Mijas, pues lo dirá. Y punto.

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