PARECE UNA TONTERÍA

Supongo que sí

De repente no me gusta el sofá nuevo, que, por otra parte, ya no es nuevo. Tiene dos años y once meses. A lo mejor nunca me gustó de verdad. Es incómodo

Juan Tallón

Juan Tallón

De repente no me gusta el sofá nuevo, que, por otra parte, ya no es nuevo. Tiene dos años y once meses. A lo mejor nunca me gustó de verdad. Es incómodo. Lamentablemente, acabo de descubrirlo ahora. Ha sido una constatación violentísima, que me ha hecho sentir menos triste que tonto por no haber sabido antes que es una birria. Hasta esta semana me arrojaba sobre él y me proporcionaba un solitario alivio, pero ninguna alegría, nada parecido al placer o la felicidad. Y con eso me conformaba. Creo que advertí algo extraño desde el inicio, pero me resistí a ponerle palabras. «No pienses» me sigue pareciendo una idea válida para muchos momentos de la vida. En eso el sofá cumplía con uno de los requisitos para serlo: suspender tus preocupaciones, aligerar tu pensamiento. Calculo que en el fondo temía cuestionarlo, porque es el sofá o el caos.

Me pregunto por qué lo compré, y si me gustó al menos un poco en algún momento, o si solo me cansé de que antes muchos otros no me gustasen o fuesen demasiado caros. Supongo que sí. No es la mejor respuesta, pero a mí me gusta. Tiende a equiparar la vida con un sueño. «Supongo que sí» me hace pensar en Kurt Vonnegut, que contaba que tenía un amigo que bebía mucho, y si le preguntaban si se había emborrachado la noche antes, siempre contestaba: «Bueno, supongo que sí». Pero a estas alturas la pregunta buena ya no es por qué lo compré. «Y ahora ¿qué?», esa sí es la cuestión palpitante. Una parte de mí me dice que sería obsceno cambiarlo tan pronto. La otra me recuerda que renunciar voluntariamente a estar cómodo es un pecado que cometen los muy desgraciados.

No hay días perfectos, pero que el sofá no genere la ficción al tumbarte de que, después de todo, el día no estuvo tan mal, produce un extraño efecto de sustracción, de que falta algo, como cuando en ese capítulo de ‘Los Simpson’ Mr. Burns se queja del vals y de su «un dos tres, un dos tres» invariable. «¿Dónde está el cuatro? Toda música necesita un cuatro» protesta. Y me parece a mí que un sofá cómodo es el inexcusable cuatro que todos nos merecemos después de un día de muchos unos, doses y treses.

Suscríbete para seguir leyendo