Mirando al abismo

Censura

Chirigota callejera del Carnaval de Cádiz.

Chirigota callejera del Carnaval de Cádiz. / SHUTTERSTOCK

María Gaitán

María Gaitán

Podría parecer a priori que hablar de respetar la libertad de expresión en estos tiempos constituye una obviedad. Somos tan demócratas, tan políticamente correctos, que jamás se atentaría contra la libertad del otro de decir lo que piensa. Creemos que tenemos libertad así, en grande, y con todo su esplendor, pero no es así. Sigue existiendo una parte de la sociedad que cuando no está de acuerdo con lo que piensan los otros los hace callar, los silencia y los castiga por atreverse a pensar distinto, a alzar la voz cuando no les gusta el rumbo que llevan las cosas. Por todo lo anterior no debería sorprenderme que una vez más Cádiz y su carnaval sean objeto de censura. Los gaditanos han sabido siempre que la libertad cuesta mucho y llevan tres mil años pagando el precio.

El carnaval tiene que ser irreverente, canalla y libre. No puede ceder al miedo porque es el reducto de resistencia de la voz del pueblo. Decía Juan Carlos Aragón «dicen que el pueblo que canta pueblo que espanta sus males…». Los gaditanos cantan para que el mundo no olvide que el que resiste gana. Es una verdad palpable que a los que mandan les da miedo que una chirigota diga en prime time que el presidente de la Junta de Andalucía se ha subido el sueldo, o que una comparsa le diga al nuevo alcalde de su localidad que no callarán ante las injusticias que ocurran bajo su mandato.

La respuesta de los poderosos ha sido clara. Tratar de silenciar a los copleros cancelando la retransmisión por radio hasta cuartos de final quedando, por lo tanto, las preliminares fuera. Si no eres de Cádiz o de la comarca de Jerez no tendrás la posibilidad de oírlas. Les deseo suerte a los que quieren silenciar a Cádiz y convertir a los gaditanos en políticamente correctos. No callaron ante un régimen franquista que los mataba por cantar, como muestra maravillosamente Jesús Bienvenido en su espectáculo ‘El Rámper’, se van a callar ahora ante un intento de censura un tanto tosco y torpe.

No es que necesiten ayuda, pero voy a aprovechar este espacio para sumarme a lo que dijo Antonio Martínez Ares en su paso por preliminares, yo también llevo este veneno por Aragón y soy chirigotera por Santander. Es por eso que no puedo concebir que se quiera atentar contra la música libre y canalla que fue banda sonora de mi infancia y adolescencia. Puede que se pueda vivir bien sin oír carnaval en la radio, pero, cómo muy bien dice el cuarteto de Ángel Gago: «sin carnaval, la vida a mí no me gusta».