Málaga de un vistazo

Tempus fugit

Un hombre observa la estructura del edificio de Valencia tras el incendio.

Un hombre observa la estructura del edificio de Valencia tras el incendio. / Jorge Gil - Europa Press

Jordi Cánovas

Jordi Cánovas

Habría que dejar de contar los sucesos trágicos como noticias. No sé si tiene mucho sentido alargar la trama de una desgracia una vez acaba y estirar el dolor con las palabras en debates televisivos con gente que sabe opinar de todo sin la necesidad de saber de nada. Habría que dejar de buscar la audiencia, las ventas y el protagonismo en la tragedia y no simular o forzar el dolor mientras se cuentan visitas y monedas. Hay cosas que pasan y que no deberían haber pasado.

Y claro que hay que averiguar por qué ocurrió para tratar de evitar a toda costa que se repita en un futuro por esa misma razón, pero debe analizarse por los expertos con los responsables, los implicados, las víctimas y suficiente tiempo, y no hace falta que se haga en directo ni que se monte un espectáculo de todo ello. Pero vivimos en una sociedad en la que la inmediatez es ya un paradigma. Vivimos en la fugacidad de un ahora que excluye todo lo de antes y lo de luego, o lo arrincona. Y cuando irrumpe cualquier desastre parece lo más importante del mundo, mientras arde el incendio, mientras dura la tormenta, o caen los primeros muertos de una guerra, parece que ninguna otra cosa importa, pero luego es eso mismo lo que no importa, cuando se extinguen ya las llamas y se enfría el suelo o las fachadas, cuando sale el sol y no sopla el viento, o cuando miles de muertos nuevos hacen olvidar el terrible impacto de los primeros. Entonces ya no se persigue la noticia y nadie pide cuentas a los responsables -si los hubo-, ni se cuentan las víctimas, ni si se van -o cómo- a compensar los destrozos. Convertido el drama en una función para poder bajar el telón se vuelve el tiempo fugitivo agarrados a un instante que lo vuelve todo efímero.