Opinión | Viento fresco

Iglesias se pone detrás de la barra

El exvicepresidente del gobierno Pablo Iglesias.

El exvicepresidente del gobierno Pablo Iglesias. / EP

Pablo Iglesias abre un bar en Madrid. Primero tuvo hambre de poder y ahora quiere saciar la sed ajena. Más que por su acción de Gobierno puede pasar a la historia por recuperar la palabra taberna. Taberna Garibaldi se llama el sitio, ubicado en Lavapiés. Lo morboso hubiera sido que la emplazara en el barrio de Salamanca, sirviendo con coleta, mandil y diligencia las mesas de las marquesonas y los señorones, que después de la peluquería o de misa, pidieran un Ché Daiquiri, un Evita Martini o un Gramsci Negroni, cócteles todos ellos que figuran así en la carta del establecimiento, que no está enfocado precisamente a conseguir una estrella Michelin. Horas antes de la apertura, la fachada del local sufrió un ataque, unas pintadas, de un supuesto ‘Comando de amigos de Durruti’ que pedían que se retirara el nombre del afamado anarquista de uno de los combinados que se expenden en la taberna. No se descarta que todo forme parte de la promoción. O eso o que el anarquismo español ha quedado para atacar bebederos y hacer grafitis. Iglesias ha dicho que es una taberna para rojos, lo cual lo sitúa como el primer hostelero de la historia que renuncia a la mitad del público potencial. Ahora solo falta que Almeida, el alcalde de Madrid, no le permita abrir hasta tarde. Ayuso nos dijo que una ventaja de Madrid es que nunca te cruzas con tu ex. Pero no nos advirtió de que te podías encontrar en la barra con tu excandidato.

Se espera que tenga más clientes que votantes. Tuvo más de un millón en las europeas de 2014 -cinco escaños- pero luego ese capital político se dilapidó hasta llegar a las autonómicas madrileñas de 2023 en las que con él de candidato no logró escañarse. O Iglesias nos ha salido finalmente un emprendedor o en casa no le dejan hacer esas reuniones que plagadas de teoría, humo, botellines e ideología, seguramente se prolongarían durante horas y horas. Hasta generar una o dos escisiones.

Hay que desearle toda la suerte del mundo a alguien que contribuye a que no todo sean franquicias, si bien ahora no lo juzgaremos por sus ideas y sí por lo limpio que tenga los baños, lo rápido que sean los camareros y la autenticidad de las ensaladas, que abrir una de bolsa y ahogarla en vinagre balsámico ya sabemos todos y para eso no quedamos en casa. Quizá nos enseñe si el tomate es de izquierda y el cocido de derechas, si el solomillo tiene simpatizantes o afiliados, si los veganos se emborrachan antes o si es posible la vida más allá de la política. A alguien que sabe cuál es el punto de ebullición de un país no debe costarle trabajo alcanzar la adecuada cocción de las gambas. Lo revolucionario podría ser que no te cueste 40 euros comer. Iglesias es un castizo, un culillo de mal asiento tal vez. Ahora se reinventa como tabernero, casi el oficio más viejo del mundo.