Opinión | Notas de domingo

Los olivos bailan

Olivar.

Olivar. / L. O.

Lunes. Pérdida de tiempo. Acabó el día y ese fue el balance. A veces el tiempo se pierde, dónde habré puesto yo hoy tiempo. Se fue. De pronto, la noche. El espíritu contable que uno tiene al fondo del alma, muy, muy al fondo, obliga a veces a hacer balances. Balance con los beneficios y pérdidas de lo vivido. Hoy, nada por aquí y nada por allá. Si acaso -el placer del día- un poema de Antonio Carvajal, con el que me topo por bendito azar y que, hablando del amor, dice en una de sus estrofas: «A veces el amor tiene caricias frías, como navajas de barbero. Cierras los ojos. Das tu cuello entero a un peligroso filo de delicias». Ni siquiera he hecho la compra.

Martes. Tren. Un grupo de seis chicas hablan a voces todo el trayecto. Todo. A voces. Por más que lo intento no capto en qué idioma hablan. Trato de no ser el típico malaje que pide un poco de silencio, pero siempre hay gente dispuesta y con arrojo. No hacen ni caso. Envidio su alegre alboroto, tal vez van a pasar el día de turismo y se van a arrear unas cañas con algarabía en castiza taberna sin más preocupación que dónde ir luego. Un señor ronca como si nada. Yo creo que Renfe asigna de oficio en cada vagón a un señor que ronca, para amenizar el viaje y para que los diaristas lo consignen en sus textos, que lo de glosar el paisaje y la melancolía subsiguiente que produce está ya algo visto. El taxista que me lleva al plató me informa de que va a votar a favor de que la Feria de Sevilla sea más corta. El Ayuntamiento ha organizado una consulta a través de una web. Que digo yo que si es larga nadie te obliga a ir todos los días. Perdón por la opinión forastera. Pasamos por el recinto ferial, fantasmal ahora. Pienso en cuántas croquetas, ojo, de jamón, pueden haberse consumido en esas ocho, nueve o diez jornadas de Feria. El día es magnífico, soleado, sin demasiado calor. Vuelta en coche. Rápido. Las obligaciones apremian. Serranito en carretera. Qué gran invento el serranito. Este tiene lomo magnífico, jamón de batalla y pimiento escaso. Al algunos olivos a pie de carretera los cimbrea el viento. Parece que bailan al son de la música que emite la radio.

Miércoles. Lo de Sánchez. Está opinando gente que nunca ha leído o recibido una carta. Sánchez cita a Eco y se declara enamorado. Cinco días con el país en vilo. Suspensión temporal del sanchismo. Cinco días de plebiscito en las redes. Lo previsible de Sánchez es que sea imprevisible.

Jueves. «No hay coquinas aquí ya, ahora las traen de Huelva o Portugal. Y son mucho más grandes», nos informa el camarero. Pues es toda una noticia, digo para mis adentros. Y aquí la doy.

Viernes. Con Ana Cabanillas y León Gross, tertulia en Canal Sur Radio, en el programa de Jesús Vigorra, al que el EGM ha dado un espaldarazo, reflejando la ganancia de miles de oyentes. Cada mañana lo escuchan 177.000 personas y es el programa con mayor crecimiento de la cadena, con un aumento de 38.000. A media mañana, café en El Brillante, lugar concurrido, casi sin turistas, en el Centro de Málaga. Hay leche de fresa, dice un cartel. Atisbo a un escritor, a un cineasta, a un conocido abogado y a unos oficinistas cuyas caras me suenan del barrio. Trasiego. La feliz hora de los desayunantes, que diría González Ruano. A la tarde toca ser padre animador. Me sorprendo gritándole al árbitro y una mamá me mira no sé si con gesto cómplice o recriminatorio. Me salgo de mí mismo y me digo: modérese, caballero. Vuelvo a mí y casi sin asentarme grito gol. Impunemente.