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Judea

El tribunal que condenó a Jesús

El origen de este órgano, que tenía su correspondencia en todas las ciudades judías, está en tiempos de Moisés

El tribunal que condenó a Jesús

«Los que prendieron a Jesús lo llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos». Es San Mateo quien en su Evangelio relata el momento en que Jesús comienza su tránsito hacia su inevitable condena a muerte. En la Judea romana, la ley judía seguía vigente gracias a la existencia del Sanedrín, el alto tribunal que se encargaba de mantener vivas las esencias que ni los invasores fueron capaces de hacer desaparecer. Y a ese tribunal religioso -único autorizado para aplicar la Mishná, las leyes emanadas de la tradición oral judía- no le gustó nada la idea de que alguien se estuviera proclamando el Mesías, el Hijo de Dios. Sus miembros ya sabían de Jesús, de los milagros que se le atribuían, de que cada vez eran más los que creían que era el elegido. Y ante ellos fue presentado Cristo para sellar un destino que ya estaba escrito.

Al frente del Gran Sanedrín en tiempos de Jesús estaba Caifás. El sumo sacerdote, de la secta de los saduceos, estaba casado con una hija de Anás, su antecesor en el cargo, y ante el que también llevaron a Jesús en las horas previas a su condena. Según relata el historiador Flavio Josefo en su obra Antigüedades judías, Caifás fue nombrado para el cargo alrededor del año 18 antes de Cristo, por Valerio Grato, quien precedió a Poncio Pilatos. José Caifás era la máxima autoridad del órgano judicial judío, pero eran muchos los que lo conformaban. En el Gran Sanedrín se citaban 71 personas, que se reunían en el Templo de Jerusalén, donde resolvían todas las cuestiones relacionadas con la aplicación de las leyes judías. No obstante, este tribunal no tenía autoridad, durante la ocupación romana, para dictar sentencias de muerte, de ahí que la participación de Pilatos en el proceso que acabó en la condena de Jesús fuera necesaria.

El origen del Sanedrín, según los estudiosos judíos, está en el mismo Moisés, al que Dios ordenó que creara un cuerpo formado por setenta personas bajo su liderazgo. Aunque el Gran Sanedrín exigía la presencia de 71 personas, en cada ciudad existía un sanedrín propio formado por 23 miembros.

El órgano estuvo funcionando ininterrumpidamente hasta la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén. Fue recompuesto más tarde, pero con menos atribuciones y alrededor del año 358 después de Cristo desapareció, sin que desde entonces haya existido un tribunal similar para el pueblo judío, pese a numerosos intentos.

A la casa de Caifás, que estaba acompañado según los evangelios de los ancianos y los escribas (fariseos), fue llevado Jesús para ser juzgado, cuando el pueblo judío se preparaba para la Pascua. Todos ellos ya habían acordado que había que apresar y matar a Cristo, y de esta forma buscaban pruebas que pudieran justificar sus intenciones ante los responsables romanos. También cuenta el Evangelio de San Juan que previamente Jesús compareció ante Anás que, pese a no ser ya sumo sacerdote, seguía acaparando gran poder en Judea y así se reforzaba la idea de Caifás de acabar con el Mesías. Finalmente hasta el propio Pilatos se lavó las manos, pese a los malos augurios de su esposa, y la presión del poderoso Sanedrín acabó liberando a Barrabás y condenando a la cruz a Cristo.

Fue un momento de victoria para Caifás, quien siguió como máxima autoridad judía hasta el año 36, persiguiendo sin descanso a los primeros cristianos. En la tradición cristiana, él y su suegro Anás son los máximos responsables del terrible final de Jesús y a ambos sitúa Dante en la fosa de los hipócritas del infierno en su obra la Divina Comedia.

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