Crónicas de Málaga

La Agrupación de Cofradías, cien años de un sueño común

Salida procesional de Estudiantes.

Salida procesional de Estudiantes. / ÁLEX ZEA

José Antonio Sau

José Antonio Sau

La primera sensación que atrapa al pequeño cofrade es el rugir lejano de los tambores en la mañana del Domingo de Ramos. No hay uno concreto, sino muchos a lo largo de la infancia. Días luminosos que en tiempos malos como los que ahora vivimos llaman a la puerta de la memoria con más insistencia si cabe. Luego, olores, sabores, el colorido de las túnicas y las risas adolescentes y juveniles, la cofradía, los cabildos, el grupo joven que echa una mano en albacería, la primera vez del recorrido oficial para el joven nazareno, el primer varal, escuchar a un amigo cómo explica Paco Jiménez Valverde que hay que abrocharse a este para hacer penitencia como mandan los cánones, las puertas de la casa hermandad que se abren, el Rocío en un Martes Santo Mítico en la Plaza de la Merced, al lado de Marisol, sí, es ella, mírala, y los años de madurez y las comidas antes de la salida procesional, los debates sobre doctrina o procesionismo, sobre la estampa estética en la calle, el cambio de recorrido oficial, los sucesos de 1931, un pregón de Coco que aún emociona, los toques de campana, sus toques, el susurro del mayordomo en el oído del portador cuando decaen las fuerzas y la noche cerrada conforma una bóveda impecable sobre los tronos de las dolorosas, arropadas por dos palios, los hermanos mayores que hacen cabildos para sacar adelante la financiación de nuevos mantos o enseres, el patrimonio de todos y los artesanos cofrades tejiendo tradición con hilo de oro, el debate sobre cuánto dinero deja la Semana Santa, sobre si hablamos de un fenómeno de religiosidad popular o no solo eso, sino que se trata también de economía, de turismo, de cultura, de antropología, usar una crónica urbana como esta para hablar de Semana Santa, porque la Semana Santa en la vida de los malagueños es también una cuestión de ciudadanía, de política, se crea o no, hay sitio para todos, desde los escépticos a los ateos, pasando por los agnósticos y los creyentes más fervientes, generaciones enteras de padres, madres, abuelos y nietos unidos a una misma corporación nazareno, la Victoria que es más Victoria cuando una cofradía sale de sus entrañas, la Trinidad y Los Percheles que se encuentran el Jueves Santo, el Señor de Málaga discurriendo por el puente de la Aurora, antes de noche, ahora con la luz de la tarde del Lunes Santo, la Soledad de San Pablo en calle Trinidad, una pequeña capilla en el Molinillo, la imagen cumbre de los Palma, creada por el padre y vuelta a nacer de nuevo por el hijo, la Piedad calcinada en los sucesos del 31, el laicismo mal entendido, los años de la Guerra, el Cristo de Mena que desaparece, la leyenda de que se halla tras una pared cualquiera al resguardo de quienes quieren destruirlo, algo ya desmentido, la carestía de los años cuarenta y el revanchismo ideológico del fascismo, legionarios que portan el Mutilado, los limones cascarúos, una túnica blanca por la Trinidad porque no hay dinero para otra cosa, sí, allí redimían cautivos, los estibadores del Puerto que reciben dinero por llevar las imágenes, llegan los setenta, falta poco para la revolución estética de los ochenta de la Cuadrilla del Arte, la juventud que mira a sus cofradías, que se enrola en sus filas, mujeres que llegan, de una vez, a formar parte de juntas de gobierno, ahora hay hermanas mayores, varias pregoneras, faltan muchas más aún en la primera fila, la memoria de un recorrido que nacía en la Alameda y moría en calle Granada, las luces que anuncian los comercios apagadas, algunas, no todas, al paso de los titulares, una pandemia que viene para dejar dos años en blanco a los cofrades, se debate sobre el futuro del procesionismo en Málaga: el actual presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia, recuerda que hay 80.000 hermanos de cuota en las corporaciones, prácticamente todas las familias de la ciudad tienen algún miembro que es cofrade. El impacto económico, según la Cátedra de Estudios Cofrades, de la Semana Mayor es de 2016 de casi 83 millones de euros y 1,4 millones de visitas se registran en 2017. Es, de lejos, el evento más rentable para la capital, sobre todo para el sector turístico y hostelero y, de paso, para todos. Las casas hermandad revitalizan barrios y entornos degradados, llevan el bullir de las conversaciones a amplios salones de tronos que hacen recordar con una sonrisa nostálgica aquellos tinglaos, hay quien dice que nuestros tronos son grandes, claro que sí, ¿no recuerdan aquellos carteles que hablaban de suntuosas procesiones? Un pregón para el Cautivo que aún Málaga no ha escuchado: Sergio, ya te oirán. Las cofradía de barrio que crecen y ‘bajan’ al Centro, Juan Carlos Delgado Florido, hombre trono de la Virgen de los Dolores y Esperanza, que pierde con 37 años la batalla definitiva pero siempre recordaremos su sonrisa bonachona y su amor por la Semana Santa (adiós, amigo), toda una vida, mil imágenes, cien años de historia en una Jerusalén mediterránea y descreída. El 21 de enero se cumplió un siglo de la fundación de la Agrupación de Cofradías en la sacristía de la iglesia de la Merced. Firmaron el acta constituyente, dice José Jiménez Guerrero en su imprescindible monografía histórica, las cofradías de El Rico, la Sangre, Nazareno del Paso, el Sepulcro, Misericordia, Jesús de la Puente del Cedrón, Expiración, Azotes y Columna, Exaltación, Mayor Dolor, Soledad de San Pablo, el Huerto y Concepción, la Victoria y Pollinica. Desde entonces, la Agrupación no cesa de crecer. Este tiempo pasará. Vendrán otros cien años. Rugirán otra vez los tambores en el pecho de miles de niños. Málaga eterna.