Semana Santa de Málaga 2024

La saeta busca su sitio en la procesión del siglo XXI

¿Para el cofrade del año 2024 la calidad de la saeta está sometida a su duración?

Saeta al Señor de los Pasos en el Monte Calvario a su salida desde San Lázaro.

Saeta al Señor de los Pasos en el Monte Calvario a su salida desde San Lázaro. / Antonio Pino

Álvaro García Claros

Una procesión de Semana Santa en Málaga. Los tronos se mecen al son de crucetas milimetradas, una marcha sucede a otra, una petalada, un control horario, otra petalada, el protocolo entra y sale del cortejo, conexiones en directo de televisiones autonómicas y nacionales... ¿dónde metemos la saeta? ¿cuándo un saetero acierta en el modo y forma?

El procesionismo imperante ahoga la improvisación y la saeta queda reducida a la salida, encierros o recogidas, a momentos vibrantes ensombrecidos por megafonías e itinerarios desangelados de vuelta. El espectáculo que supone presenciar las procesiones de las Hermandades y Cofradías y toda la puesta en escena que conlleva nos es más que una sublime evolución de todos los elementos que la componen, desde los ingredientes del incienso al último componente de una agrupación musical, pasando por nazarenos y hombres de trono. Sin embargo, es significativo que un elemento incorporado a las procesiones desde finales del S.XIX como es la saeta no se haya adaptado a los nuevos tiempos cofrades.

Huyendo de disquisiciones teóricas, musicales y literarias; de ensalzar como ninguna la saeta malagueña frente a la de Mairena o a la jerezana; de sumergirnos en su origen no flamenco o celebrar el denodado esfuerzo de encuentros saeteros por parte de la Diputación, la exaltación de la saeta o el concurso nacional de saetas de la Peña Trinitaria y la Escuela de Arte Flamenco, el “cante hecho oración” se encuentra sostenido en un voluntarioso esfuerzo al margen de las cofradías.

Saeta a la Pollinica en la calle Larios.

Saeta a la Pollinica en la calle Larios. / L.O.

Modalidades de saetas

Al igual que no existe en el flamenco cante grande o cante chico, la saeta no debe diferenciarse por estilos o formas, sino por buenos y malos cantaores. Cierto es que centrarse delante de un trono y alzar la voz, supone un acto de valentía, pero esta a veces se ve sustituida por el afán de protagonismo justo en el momento donde se centran todas las miradas de los asistentes a las procesiones. En Málaga, echando un poco la vista atrás, se ha oscilado entre el flamenco y la copla, dando lugar a saeteros flamencos, muy del gusto cofrade hoy en día por la corta duración de sus cantes, y a saeteros “cupletistas” que abundaron en la década de los ochenta y se alargaban en interminables saetas. También tenemos ejemplos de artistas que versionan plegarias, cante y recitados en una auténtica “pipirrana” como la que censuró el maestro Gonzalo Rojo al mismísimo don Antonio Mairena al criticar la saeta malagueña.

Pero poniendo el foco en el presente, ante tanto cambio vertiginoso desde el punto de vista artístico, la saeta ha quedado aislada en el mundo cofrade. Las cofradías de silencio no suelen tomarla en su repertorio al haber sido un elemento generalizado de las cofradías más “bullangueras” donde el “ole” y los aplausos se mezclan con los pulsos y las marchas alegres.

Además, siempre han existido saeteros pagados por las cofradías o hermanos de estas, así como se han cantado saetas votivas e improvisadas. En el primero de los casos, las hermandades no entran en las letras y el estilo, aunque, eso sí, las menos eligen balcón, pero poco más se influencia con criterio cofrade. El saetero tiene toda la libertad y entonces vienen los desencuentros, un público aburrido, una plaza sin silencio y una saeta tras otra.

Calidad de la saeta

Entonces, ¿para el cofrade del año 2024 la calidad de la saeta está sometida a su duración? Mucho me temo que sí y ello es debido, en parte, a la importancia que ha tomado el colectivo de hombres de trono, donde se puede llegar a ver la saeta como elemento perturbador de su actividad física o de su trabajo, como ellos llaman.

Aunque resulte paradójico, no nos sirve fundamentar la buena salud de la saeta en el número de cantes que salen al encuentro del Señor o de la Virgen. La cantidad no es signo de que la saeta esté pasando por un buen momento, ya que, del mismo modo, existe año tras año una prolífica producción de malísimos carteles de Semana Santa en las hermandades.

Hay que lanzarse a una nueva estética, no igualarse a la mediocridad de marchas e himnos cofrades que no trascienden el término municipal de Málaga o a la música épica para documentales de cofradías. Tal como Monseñor Marco Frisina compone en inglés o la Cofradía del Amor y la Caridad se atreve con una intervención artística contemporánea de Julio Anaya con una vocación artística universal, la saeta debe reinventarse desde la autenticidad -“La pureza no se puede perder cuando uno la lleva dentro de verdad” (Camarón de la Isla)-. Debemos compartir con la saeta el espectáculo que supone sacar una procesión a la calle, actualizar como un elemento artístico más la “oración hecha cante”, no ceder ante la insignificancia que supone la dejadez y la ignoracia, pero para eso necesita de cofrades valientes y artistas sin miedos que sepan colocar la saeta en la procesión del S.XXI.