lunes santo

La devoción por El Moreno y María de la O arrasa en una calle Atarazanas abarrotada

La hermandad de la Columna recorre el centro recogiendo la pasión y los aplausos de un pueblo malagueño entregado con sus imágenes

Ana Barranco

Ana Barranco

Si preguntamos a nuestros mayores qué es el cortejo, nos dirán que, "antiguamente" consistía en acercarse a una niña y decirle que estaba muy guapa y que si quería irse a tomar una coca-cola. El origen de la palabra está, no muy lejos de España, en Italia. 'Corteggio' significaba hacer la corte y luego agradar. 

Hoy, los feligreses somos la corte del Señor, en una tarde de Lunes Santo en la que cuanto más pasan las horas, más abarrotada se encuentran las calles. Es una jornada más de explosión cofrade. En las inmediaciones de Atarazanas, las filas de sillas continúan detrás de las vallas en lo que parece, una representación, aunque más pequeña, de las filas de sillas de colores de Carretería. 

En cuanto la cruz guía llevada por unos nazarenos con coronas de espinas se aproxima, ya queda menos para ver al Moreno, y a su comitiva de palmeros, guitarristas y promesas que le ponen ritmo a los pasos de los hombres de trono. 

Pero antes, mantillas. Una tradición que, en el cortejo de Gitanos, demuestra que es y será eterna, con una juventud en los rostros y una pasión en el corazón que pasa de generación en generación. Ellas adelantan a Nuestro Padre Jesús de la Columna, que se mece en aplausos. Desde una de las sillas, se asoma un brazo que se mueve con arte. No se escucha su saeta pero la mano del intérprete es su traducción en un especial lenguaje de signos. 

La procesión continúa bajo la melodía de los cajas de madera de los tambores, mientras hace su entrada a escena María de la O. Qué necesario ver brillar su manto de vivo rojo bajo las últimas luces del Lunes Santo. El paso del trono se acelera para encarar el recorrido durante la noche. "Qué bonita eres". 

Jesús de la Columna (Gitanos) por la calle Atarazanas

Desde una ventana, un chico de mirada única parece que le hace una reverencia. De nuevo, el icónico lenguaje de signos de la mano de un cantaor, acompañado esta vez por unas notas que se alzan para que la Virgen las escuche con claridad, se luce sobre las sillas. Todavía queda mucho recorrido y sentimientos en este segundo día de Semana Santa.