Un un mercado cualquiera, en un barrio cualquiera, en un puesto cualquiera, se encuentra Clementina y Purificación, y surge la siguiente conversación:

Clemen: «Nena, ¿qué pasa? Hoy empiezan a retransmitir las procesiones, ¿no? ¡Ay que ver el comentarista, que cada vez que sale la banda de mi chico no se calla! ¡Y mira que llamé el año pasado el Jueves Santo y se lo dije; po´ no me hizo ni caso!»

Puri: «Desde luego hija que llevas to´ la razón del mundo, ¡vaya tío más malaje! Y mira que toca bien la banda de tu niño€ ¡Po´ no se callaba oye! ¿A qué edad se jubila un comentarista de la tele, chiquilla? Ya va siendo hora de que lo cambien por que vaya, vaya€»

¿Sabemos oir la música? ¿nos dejamos llevar por la sensación que nos transmite tal o cual marcha? ¿disfrutamos de las bandas que acompañan a nuestros tronos? Yo le resuelvo estas incógnitas con una misma respuesta: Un poco más que antes, pero no lo suficiente.

Hoy empiezo señalándole con el dedo. Sí, a usted. ¿Se ha parado a pensar qué hace mientras una banda sigue interpretando música una vez que el trono ha pasado ante usted? ¿Aplaude cuando una composición le ha calado hondo? O por el contrario, ¿es ese el momento que está esperando para abandonar su silla e ir en busca de uno de los refrigerios de la noche? O quizás ¿es el momento de darle carta libre a su pequeñ@ de turno para que siga deambulando a sus anchas por la Alameda? Piénsenlo. Solo un instante. Una vez que le ha cautivado el paso de tal o cual imagen€ se acabó el prestar atención hasta que los puntiagudos capirotes de la sección de la Virgen o la cruz guía de la siguiente hermandad no vuelven a ser reclamo de sus sentidos.

Les invito a que, desde hoy, disfruten de nuestras bandas -en cualquiera de sus estilos- y de su calidad, a la que nos tienen acostumbrados desde hace años. Cuando termine de pasar su imagen devocional, y haya sentido cómo casi ha cobrado vida ante sus ojos, probablemente gran culpa de esa sensación haya sido causada por la música que acompasa su caminar. Y a su vez, detrás de esa música hay personas, jóvenes y cofrades en su inmensa mayoría, y que su «lucha» no sólo se centra en ensayos constantes para ofrecer la mejor de las músicas posibles. Su lucha también se la encuentran fuera de los pentagramas, en la morada de cualquier vecino que considera que entre las 20.00 y las 22.00 horas no se tiene por qué realizar esta actividad, aún viviendo a cientos de metros de la ubicación del ensayo de una banda. Esta es la realidad de las bandas y no sólo ocurre en esta ciudad. Es triste pensar que algo nacido en Málaga y para Málaga esté en ese nivel de desprotección ante estamentos municipales y la comprensión vecinal.

Por eso les aconsejo que si verdaderamente les emociona un momento con cualquier imagen o momento a lo largo de esta semana, y éste está acompañado por la música de una de nuestras bandas, guarde silencio para disfrutar del momento y muestren sus sentimientos al finalizar, sin esconderlos, que quizás mañana sea demasiado tarde.

@ersumi