Caja de Ronda, Alfonso Queipo de Llano, Paco Moreno, Mayoral Maristas, Michael Ansley, Unicaja, Bozidar Maljkovic, Ángel Fernández Noriega, Jorge Garbajosa o Sergio Scariolo. Son sólo diez nombres. Se podrían enumerar otros diez más, propios y comunes, como Ciudad Jardín, Rafael Jiménez, Copa Korac´01, cantera, Copa del Rey´05, afición, Euroliga, Manolo Rubia, Martín Carpena o Liga ACB´06. Y otros diez o 100... hasta llegar a 1.000. Justo los 1.000 que esta tarde cumplirá el Club Baloncesto Málaga en la Liga ACB, en la elite del baloncesto nacional. Será el sexto club en la historia de la competición que cruce ese vertiginoso sendero.

Peinan canas algunos de los personajes de su larga historia. Otros se fueron y lo ven desde su palco VIP en el cielo. Y muchos están por venir o, sin saberlo, ya han masticado el gusanillo del baloncesto teñido en verde y pronto se darán los resultados de la digestión. Todo el que ha ido un partido a Ciudad Jardín o al Martín Carpena. O el que ha visto un encuentro por la tele o lo escuchó por la radio o leyó una crónica en un periódico celebra hoy la mágica cifra.

Porque el Unicaja somos todos. Lo son los 12 valientes que hoy, 15 de mayo de 2011, saltarán a la pista del Palau Blaugrana para luchar por un puesto en el play off. Igual que lo fueron los que, vestidos de corto, con otra indumentaria, otras zapatillas, y un cuarto de siglo antes, un 10 de septiembre de 1983, se enfrentaron al Peñas Recreativas Huesca. Aquella temporada en la que nació la Asociación de Clubes de Baloncesto (ACB), Liga y estructura que tuvo un padre malagueño, Alfonso Queipo de Llano. Y se puso a cero el contador de sueños e historias que hoy llega al número 1.000.

Pero también usted, estimado lector, es protagonista. Usted que, por curiosidad, letargo o amor a unos colores, mata las horas previas al vital choque de esta tarde leyendo estas líneas de recuerdo sosegado. Y como tú –permíteme que te tutee– habrá muchos más. Corazones latiendo en verde por una millar de encuentros salpicados de recuerdos, de trabajo de cantera, de esfuerzo desde la base y de educación y formación.

Partiendo de que la entidad financiera Unicaja es la única base, lo demás ha llegado como fruta madura que cae del árbol. Con ese mimo dado por la Caja, y el mejor abono posible de las casi 11.000 gargantas afiliadas al club, creció fuerte y vigorosa una entidad que ahora, mil partidos ACB después, vuelve a buscarse a sí misma, en el nuevo mundo virtual de la red. Toca cuadrar cuentas y números, quizá menguarlos o, como se dice ahora, optimizar recursos. También, revitalizar valores algo olvidados.

Una historia de las de antes

Seguro que pensaron eso los integrantes de la plantilla del Caja de Ronda del curso 1987/88, en la segunda temporada en la ACB. Los muchachos sólo habían ganado un miserable partido en toda la temporada. Uno. Y ni siquiera en casa, no. Fue a domicilio, en Granollers, por obra y gracia de Martín Urbano, el técnico-apagafuegos que todo club debe tener, y que había sustituido a Arturo Ortega –ahora reputado representante de jugadores–, tras apenas tres jornadas.

El club hizo todos los movimientos humanamente posibles e imaginables: tres entrenadores diferentes, baile de jugadores... A su llegada, el tercero de esos técnicos, Zoran Slvanic, escribió en la pizarra del vestuario del vetusto Ciudad Jardín: «Ganar, ganar y ganar». Tres veces. Tres triunfos. Y eso es lo que hicieron. En el play out para evitar el descenso frente al Manresa, el equipo comenzó perdiendo 0-2. Y pasó lo del encerado: ganar, ganar y ganar. Tres victorias consecutivas. Era la primera vez en la historia de la ACB que un equipo sin factor cancha remontaba dos partidos.

Quizá ahí se comenzó a escribir parte de la historia del club, porque al año siguiente se construyó el proyecto más serio jamás visto, con Ricky Brown, Joe Arlauckas y Rafa Vecina, que metieron al equipo, por primera vez, en una Copa del Rey. Mientras se iniciaba la leyenda, en un colegio de la calle Victoria se erguía Maristas, que también vivió sus temporadas en la élite.

Y llegados a un punto, allá por la primavera de 1992, las dos entidades malagueñas se unieron en una sola, por supuesto, bajo el paraguas protector de la primera entidad financiera de Andalucía. Y nació el Club Baloncesto Málaga. Como se dice habitualmente, hablar de dinero en estos casos es de mal gusto. Así que este cuento de canastas e intereses, sin ganadores ni vencidos –por supuesto– puso en el banquillo a Javier Imbroda y, en sus manos, la rica cantera malagueña, de uno y otro «bando»: Nacho Rodríguez, el cordobés Curro Ávalos, el barcelonés Gaby Ruiz o Dani Romero. Y después, al tinerfeño Ricardo Guillén o al granadino Ernesto Serrano. Era la aldea global, pero en clave canterana. Nada que ver con lo que se ve ahora en Los Guindos: africanos y brasileños altos y espigados en busca de pasaportes europeos, pero poco producto nacional (más escaso y limitado en estos tiempos).

Nombres y estrellas...

Y los fue salpicando de nombres inolvidables: Serguei Babkov, Kenny Miller, Michael Ansley. Y hubo relevo en la presidencia –Raimundo Trespalacios, José Manuel Domínguez, Ángel Fernández Noriega, Rafael Fernández, Paco Molina y Eduardo García–, y brillantísimos entrenadores –Bozidar Maljkovic, Sergio Scariolo o Aíto García Reneses– y nuevos canteranos –Carlos Cabezas (¿para cuándo su vuelta?), Berni Rodríguez o Germán Gabriel–. Y siguieron llegando figuras: Herrmann, Risacher, Garbajosa, Marcus Brown, Pepe Sánchez...

Y, cómo no, pasaron partidos. En Copa del Rey, en Supercopa, en Euroliga y, por supuesto, en ACB, la competición por la que hoy se brinda. Hasta 1.000, los que se cumplen aquí en Barcelona, tras un título liguero (2006) y dos subcampeonatos (1995 y 2002). Seguro que cada cuál tiene su momento, su recuerdo, su partido. Habrá tantos como seguidores. Yo, particularmente, me quedo con el triple de Garbajosa, en Vitoria, en nuestra única Liga. ¡Aquél sí entró!