Los «mancos» del Fuenlabrada sorprendieron al Valencia en La Fonteta y el irreductible Caja Laboral palmó en casa ante el Manresa. Son resultados de ayer mismo, de partidos disputados al tiempo que el Unicaja daba buena cuenta del UCAM Murcia. Esto es la Liga Endesa y no una ONG. Que se lo pregunten a Baskonia y Valencia. Por eso yo valoro la placentera y, por momentos, humillante victoria ante un Murcia poco competitivo y que sólo cuando el Unicaja tuvo la panza llena pudo comerse las migajas de un partido que tuvo un único color, el verde.

Ante la posibilidad de ser hoy mismo cabeza de serie para la Copa –basta que el Madrid gane en Alicante–, el Unicaja, que vuelve a ser tercero, pasó por encima de un equipo sin alma, con una plantilla a la que, da la impresión, se le puede sacar mucho más jugo. No será Luis Guil, según contaban anoche en Murcia, quien exprima esta naranja que parece podrida ahora. Tan diferente a un Unicaja que, inconmensurable en el triple, le dio un buen repaso y llegó a los 26 puntos (80-54) de renta en el minuto 33.

Era cuestión de apretar un poquito atrás. Sólo eso. El equipo lo comprendió, aunque antes contó con la inestimable ayuda de su tremendo acierto desde la línea de tres. El Unicaja, tan carente de tiro esta temporada, dio ayer un recital desde la línea de 6,75 metros. 12 de 23, con un porcentaje de acierto del 53 por ciento. Guil saludó al Unicaja en la salida del segundo acto con una zona 2-3, aprovechando que no estaban en pista las «metralletas» verdes, Valters y Fitch. Pero Garbajosa abrió la veda, justo cuando Sekulic había apretado el electrónico (25-23), y le siguieron Peric, el propio «Garbo» y Berni. El atracón de tres, con cuatro canastas sin fallo consecutivas, dejó muy tocado al equipo pimentonero: 37-27. Fue el principio del final del encuentro. Porque, entonces sí, con ese quinteto repleto de especialistas defensivos, más la intimidación de Sinanovic, el Unicaja tapó el agujero que Miso y Grimau le habían creado en el inicio.

Luego Peric tomó el relevo, pero esta vez cerca del aro. Sacó provecho a su versatilidad, jugando de «tres» y «cuatro», y ante Udoka, un NBA sin pedigrí ni galones, le buscó la cosquillas al UCAM. Si antes habían sido cuatro triples ahora fueron cuatro canastas de dos, también consecutivas, para poner en el marcador casi una veintena de diferencia: 47-29. El bocinazo del descanso dejó un más que esperanzador 49-33. Y el Murcia, ojito al dato, sin hacer una sola falta en todo el segundo acto. Unos amigos.

Quizá viendo que el «pescao» ya estaba «vendío», y que ahora llegan curvas con el Top 16, los de Mateo se dejaron el traje de faena en el vestuario. Y el Murcia le recordó que para ganar en esta Liga Endesa, a cualquiera, hay que sacar el pico y la pala. Mucho más este Unicaja, que ha hecho del esfuerzo y el trabajo su única bandera. Cuando Sekulic rebajó la renta a 13 puntos (57-44) saltaron los resortes de emergencia. Y la normalidad regresó a la pista. Pero esta vez, con varios matices. Todos interesantes. Valters y Payne coincidieron juntos. Pero fue el americano el que trató de mandar y el letón el que, además de jugar pick and rolls con los hombres altos, se dedicó a tirar. La combinación hizo puré al Murcia. Y lanzó al Unicaja, con tres triples de Valters y otro de Payne. La renta llegó a los 20 puntos (72-52) y luego creció más y más, hasta los 26 a 7:06 de la conclusión: 80-54, tras otra «bomba» más de Berni.

Era el minuto 33 y ver a Udoka sobre la pista, cometiendo pasos, debe ser un estímulo para todo joven jugador y aspirantes a serlo. Si ese chico ha jugado en los Lakers, y en el último lustro lo ha hecho, por este orden, en New York, Portland, Spurs, Sacramento y otra vez San Antonio, en la pasada campaña, todos pueden tener una fructífera y larga vida en la NBA, la Liga en la que milita el renacido Ricky Rubio.

Ocurrió que con ese reseñado 80-54, el Unicaja pensó en el Madrid. Payne se lastimó y Rowland llevó al equipo al caos. En seis minutos, el parcial fue de ¡6-23! Y se llegó al último minuto y medio con 86-77. Al final, 87-79. Un postre que no estropea una gran velada.