Cinco meses dan para mucho. Es el tiempo que transcurrirá hasta que el Unicaja vuelva a disputar un partido oficial. Espacio, más que suficiente, para deshacer el embolado en el que, entre unos y otros, se ha transformado este Unicaja 2011/12. Muere la temporada de manera prematura. Hacía 13 años que el club de Los Guindos no se perdía un play off de la ACB. El lugar que le corresponde y que ha perdido. Es algo nuevo, aunque no tanto. Se puede barruntar que incluso esperado. En el último lustro, el equipo ha finalizado en el octavo puesto de la clasificación de la Fase Regular de la competición en tres ocasiones. Y el que juega con fuego, se quema. Los euros no valen aquí igual que en otros lugares, por lo visto. Y hace tiempo que se hacen plantillas por debajo de lo esperado. Sin química ni chispa. Y luego explota, como ha sucedido.

El curso que concluye se dividió como el año natural. Recuerdo que el Unicaja viajó a Fuenlabrada para jugar un sábado por la tarde. Si hubiera ganado aquel partido, el equipo de Chus Mateo se habría acostado líder de la Liga Endesa a escasas jornadas de la conclusión de la primera vuelta. Pero ocurrió lo que ocurrió. Y hasta hoy... El subidón del primer tramo de curso bastó para lograr los dos objetivos naturales de la entidad: acceso al Top 16 de la Euroliga y, tras dos años de ausencia, a la Copa del Rey. Y en ambas fases se estuvo, pero no se compitió. Comenzó la «crisis de lo irreconocible». Y la llamo así porque casi nadie en el seno del club reconoció que aquello iba en picado, cuesta abajo y sin frenos. Y que o se adoptaban soluciones o se podía desembocar en el más absoluto caos. Hasta hace poco más de un mes, altos responsables seguían manteniendo aquello de que si «este equipo ha jugado tan bien antes lo volverá a hacer de nuevo». Y la pésima gestión de la crisis se llevó por delante, además de a Mateo, los simbólicos play off y la reinstaurada paz social con el Martín Carpena.

La conservación de la Licencia A de la Euroliga es el mejor final posible a una temporada intolerable e irrepetible. Por momentos, bochornosa. El presidente, Eduardo García, y el director deportivo, Manolo Rubia, deben recomponer su crédito a partir de ahora. Tienen cinco meses por delante para rearmar una escuadra en la que hay que hacer limpia. Como hizo, sin pudor, Luis Casimiro. Tipo serio, experto y cirujano práctico que alivió las dolencias del enfermo terminal. Suerte donde vaya a partir de ahora. El cambio está en marcha. Y hay que acertar. De lo contrario, los máximos responsables perderán ese crédito. Porque ante el consejo se ha presentado el análisis de la temporada: 51 partidos disputados (34 de ACB, 16 de Euroliga y uno de Copa) con 21 triunfos y 30 derrotas. Cifras que hunden la Bolsa de la paciencia de cualquiera y que hace subir la prima de riesgo del aficionado más allá de los 450 puntos básicos.

Y es que de lo que vino este verano sólo sirve Zoric. Sólo él. Darden rindió hasta noviembre, mientras estuvo sano. Me ahorro el análisis a Rowland, más recomendable de ser publicado el sábado, junto al Interviú que regala La Opinión. Valters ha sido endeble en lo físico y lo psíquico, y ni su portentosa muñeca en un equipo de mancos le sirvió. Peric ha cumplido, pero es lo que es. Los parches de Payne o DeVries son eso, remiendos. Por lo que lo único positivo del curso es que se ha aliviado esa pesada y fastidiosa mochila. Una carga labrada en el último trienio. Con los antiguos responsables -Aíto García Reneses, Guille Rubio, Saúl Blanco o Paulao Prestes– (Miki Servera y Rafael Freire aún tienen contrato en vigor a razón de unos 150.000 euros por cabeza). Y con los actuales –Terrell McIntyre, Uros Tripkovic, Piwi García o EJ Rowland–.

Al menos, la idea a partir de ahora está clara. Y eso ya es algo tras épocas de vaivenes: ocho jugadores de primer nivel y cuatro canteranos para los que ya hay nombres: Álex Abrines y Augusto Lima más ¿Berni Rodríguez? y Kuzmic más Alberto Díaz y ¿Cabezas? Que no hay que ponerle puertas al campo.

Pero antes de hablar de nombres propios y puestos específicos, urge encontrar capitán general. Hace dos telediarios se alcanzó un acuerdo con Jasmin Repesa, como informó este periódico en su día, para sustituir a Mateo. Pero el Cibona lo desbarató. El 30 de junio, el balcánico sólo deberá abonar 30.000 euros para romper la próxima temporada que tiene firmada en Zagreb. Su agente en España, Quique Villalobos, pasó en Málaga el fin de semana. Está hecho, a falta de que el club dé el visto bueno y agilice la operación, puesto que aún se valora a Casimiro. Y hay quien no se olvida de Svetislav Pesic. Ya dependerá de Repesa la buena o mala compañía con la que aterrice en el Carpena.

Así que Repesa, en principio, deberá bendecir la política de llegadas: fichar dos bases –un supertitular y un gran segundo- (mi voto es para Carlos Cabezas, como pido desde hace tres veranos desde su marcha), un escolta killer, otro alero de campanillas y un pívot de nivel Euroliga. O sea, entre cinco y seis incorporaciones. Más de medio equipo. De los que tres o cuatro deberían ser titulares. Dinero, en comparación con cómo está el mundillo de la canasta, hay. La entidad financiera, a la que los aficionados malagueños al baloncesto jamás le estaremos lo suficientemente agradecidos, seguirá apostando por nuestro deporte. Recortará algo, lógicamente. Pero su solvencia y compromiso están fuera de toda duda. Es el «jeque» que lleva toda la vida aquí en Málaga.