Tras el final de 2014 y el comienzo de 2015, la inmejorable posición del Unicaja en la Liga Endesa, aunque tenga un significado meramente anecdótico, es algo que no estaba dentro de lo previsto entre lo presupuestado para la primera parte de la temporada.

Cuando llegó en su momento el entrenador, Joan Plaza, tuvo el habitual desembarco: buenos deseos, ganas de agradar y prometer todo el trabajo del mundo para enderezar el espiral errático en la que parecía perdido el equipo. Y lo cierto es que poco a poco, y sin retrocesos, va ocupando su lugar en la particular historia cajista.

En estas páginas he hablado de la buena capacidad que demuestra el equipo a la hora de ir cubriendo etapas. Sin entrar a ver si el equipo llega más arriba, lo que lleva puesto en práctica y demostrado sobre el parqué es la capacidad para no entregarse, al menos lo que llevamos visto y ante los rivales que se le han ido poniendo por delante.

Inmerso ya en las competiciones más duras fuera de la NBA, y teniendo que solventar viajes, lesiones y rivales que quieren demostrar que están más arriba (algunos) o que son igual de buenos que los que están por encima (otros), no sé si lo que hay puede resultar suficiente o no para la pelea por la élite, pero tengo la sensación que en Málaga vamos a seguir teniendo cara de satisfacción.

La imposibilidad del Real Madrid de disputar el partido del martes pasado en su cancha y el sorteo del Top 16, propició que tuviéramos cuatro partidos seguidos en el Martín Carpena de las dos competiciones.

Aunque no parezca especialmente complicado, competir ante rivales tan dispares como Estudiantes, Obradoiro, Olympiacos o Real Madrid requieren de un esfuerzo añadido a gestionar. Además de los habituales impedimentos, no estaría mal recordar la prórroga ante los de Pablo Laso o el inesperado, injustificable y aún y no explicado corte de suministro eléctrico que retrasó el partido frente al Río Natura Monbús casi hora y media.

Esa especie de «Copa del Rey ampliada» (por la sucesión de los compromisos, la dureza de los mismos y la poca posibilidad de arreglar el tropiezo anterior) que han completado los de Joan Plaza en ocho días, ha de servir para reforzar más si cabe la capacidad de creer en las base de este conjunto: trabajo, así de simple y así de necesario.

De los partidos disputados, es innegable que la victoria ante el Real Madrid da un brillo merecido y con mayor repercusión que el resto (aunque los medios no especializados sólo la muestren como otra derrota de los blancos), pero puestos a elegir, me quedo con la del domingo.

El Obradoiro como rival puede que no tenga el glamour de Olympiacos o Real Madrid, pero jugar ante los de Moncho Fernández tenía una desventaja añadida, si se le suma que Daniel Miller tampoco venía con ellos, reconozco que era el momento ideal para que el nivel de concentración en el equipo no hubiera sido el adecuado y se hubiera cosechado la segunda derrota, tras la que llegó el viernes en Euroliga. Ahí es cuando veo un paso más que el equipo está completando. Por seguir manteniendo el liderato -cosa que seguirá pase lo que pase el próximo domingo ante el FC Barcelona-, no se puede pensar que ya hay tanto recorrido que los partidos que van a ir apareciendo va a ser un coser y cantar constante.

Al equipo le falta por completar bastante dentro de lo que se quiere para llegar al nivel que la competición le va a exigir, al menos cuando se vaya a disputar la parte los títulos, pero lo que nos estamos acostumbrando a presenciar nos obliga a dar crédito a un grupo que se limita a poner en cancha cada vez mayores dosis de honestidad, algo más que complicado.