Con muchísimas ganas esperábamos todos la vuelta a la competición del Unicaja, tras estos diez días de parón por las diferentes copas, deseando que este período de tiempo, aunque aún con las bajas de Smith y Markovic, hubiera servido para reincorporar lesionados como Hendrix, y resetear la dinámica que se llevaba justo antes del parón.

Una semana larga para trabajar lo táctico y lo técnico, para hacer grupo, pero sobre todo para limpiar cabezas, poner el contador a cero y recobrar energías, tanto físicas, como sobre todo, mentales. Por ello después de haber sufrido, más que visto la Copa del Rey, por las ganas de haber podido disfrutar a nuestro equipo allí en A Coruña, queríamos ver cómo reiniciaba la competición el conjunto verde.

Es cierto que es una pista complicada y ante un equipo que, aunque hasta el día de ayer tan sólo llevaba una victoria, es un duro contrincante, más si cabe al amparo de los suyos. Pero lo peor del partido no fue el resultado, con basket average perdido incluido, fue la sensación de que todo seguía igual que antes de la disputa de la Copa del Rey.

Se continúa con una preocupante facilidad para, en un visto y no visto, encajar parciales que echan por tierra todo el trabajo del partido, que sentencian el mismo y que proyectan una imagen de desidia. Tal vez no sea una cuestión de actitud, como dice Joan Plaza, el problema es que aunque no lo sea, sí lo parece. Al final es lo mismo, ya que de tanto parecerlo se convierte en real.

Los números de la estadísticas son demoledores en contra del Unicaja: un 51% en tiros de dos, un 62% en tiros libres y un paupérrimo 15% en triples, con el agravante de haber tirado 20 tiros de tres. Se perdió la batalla del rebote y la valoración final de uno y otro dan una idea del partido de cada uno: 95 para el Darussafaka por 52 del Unicaja, además se perdieron los cuatro cuartos. Demasiados datos en contra y negativos como para sacar algo de un partido que dejó un sabor mas que amargo en todos.

Cuando se entra en una dinámica de este tipo, lo peor que se puede hacer es normalizarlo, dejarlo ir poco a poco sin hacer nada. Hay que rebelarse ante la adversidad con uñas y dientes, y muchas veces no basta con hacerlo. Tiene que parecerlo en todo momento. La Euroliga se pone muy cuesta arriba, pero mientras que las matemáticas no lo desmienta, hay que pelearla hasta el final, no hay nada más peligroso que dejarse ir, más si cabe cuando aún hay tantas cosas en juego.

Este equipo ha demostrado que, estando a tope, es capaz de ganar a cualquiera y en lugares tan complicados como Moscú. Es cuestión de no acomodarse en el pesimismo y por supuesto no caer en lo fácil, en echar culpas de un lado a otro.

Es hora de remar todos hacia el mismo lado, pero hacerlo de verdad, creyendo en ello y de sublevarse ante lo adverso. El primer motín, el domingo en el Martín Carpena ante el UCAM Murcia, un conjunto complicado, aunque no más que los anteriores. Quizás sea una cuestión propia más que ajena. Y en eso de remar todos incluyo a «to kiski». No sólo el equipo. Aficionados, club, prensa y todo aquel que siente al Unicaja tienen que estar ahora más que nunca con ellos.