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Crónica

El Unicaja se despeña ante el Panathinaikos en otro ridículo

Los malagueños transforman la convivencia con la mediocridad, el pasotismo y la parsimonia en su triste día a día, en su hábitat natural, cosechan su sexta derrota consecutiva en el Top 16, suman su noveno traspié en los últimos 11 partidos y vuelven a arrancar pitos y lamentos

Euroliga | Unicaja - Panathinaikos

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El Unicaja se ha acostumbrado a convivir en la mediocridad, siendo eso, un equipo mediocre. La «movida» de la multa, la dignidad de verse tan hundido, los pitos de la grada no han servido para nada. Este equipo no tiene corazón. Y tampoco vergüenza torera. El Unicaja salió a jugar anoche al Panathinaikos en plan pachanga. Y cuando uno no cuida las formas, pasa lo que pasa. Que el rival te pinta la cara: 7-26. Fue un partido de «bolsillo». Como esos libros que venden de tamaño reducido. El de anoche duró tres minutos. 4-12 se puso el PAO, que llegó a ese 7-26 y después se dedicó a contemporizar. Porque delante tenía un ente abstracto, cinco tíos con camisetas y el escudo del Unicaja en el pecho, pero que ni sienten ni padecen. Ni sufren ni les duele. Ni respetan ni reaccionan. Este Unicaja es indigno. Del primero al último, con las lógicas obviedades. Seis derrotas consecutivas ya en el Top 16 de la Euroliga. Y nueve en los 11 últimos partidos, incluyendo la Liga ACB. Porque a la Copa del Rey no se fue.

No valen ya ni las excusas ni las lesiones ni que se «compitió» en los tres últimos cuartos ni que... bla, bla, bla, bla. El mensaje cansa y duele. El equipo es un cadáver. Su ataque es un caos, no hay jugadores que anoten, que tiren del carro. Anoche, otra vez, ni 60 puntos (58-76). ¿A quién demonios se le puede ganar metiendo menos de 60 puntos por partido? Es una calamidad este Unicaja, hundido, desmoronado, al que no se le ve ningún tipo de posibilidad de crecimiento ni de reacción.

¿Un fichaje? Todo lo que venga sumará, desde luego. ¿Un escolta? Pues claro. Y un base y un «cuatro» y un pívot y que Kuzminskas no sea el gemelo malo que lleva un mes y pico poniéndose su camiseta... Pero es que faltan tantas cosas. El Carpena ya no aguanta más este sopor y ha cristalizado en una desunión evidente. El equipo va por un camino diferente. Y el problema es que la senda se acaba, y el equipo sigue «pa lante». No hay quién lo redirija, por ahora. Ni dentro ni fuera de la pista. Al pozo no se le adivina fondo. Porque el domingo se juega en Barcelona y ya dijo el entrenador el miércoles que hasta el encuentro ante el CAI, de dentro de nueve días en el Carpena, no hay ningún partido clave.

Tras leer esto en los periódicos y por las webs, la plantilla salió a la pista a lo que salió. Y así le fue al Unicaja. Con esa renta de 20 abajo, el PAO no quiso hacer sangre. Que nadie nos venda hoy que el equipo «compitió» en los 30 minutos siguientes. Eso no se lo cree ni el pobre de Chicui. Vimos lo que vimos y pasó lo que pasó. El Unicaja deambuló, otra vez, y continuó viviendo en la mediocridad, en la mendicidad de juego, de valores, de cariño a uno mismo y de amor propio. El partido fue un pestiño, una calamidad. Ver al Unicaja se ha convertido, por desgracia, en un acto de fe. Ya sólo nos queda eso... Qué pena.

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