En 15 años y 11 meses pasan muchas cosas. Entre ellas, por ejemplo, la presencia del Unicaja en una final europea. De Limoges 2000 a Vrsac 2001 pasó un solo año. Pero hemos tenido que esperar casi 16 años para estar en la siguiente. No es fácil estar arriba, en la elite más absoluta, resistir al tiempo, a los equipos de fútbol, a las modas. El Unicaja, que celebra sus 40 años de vida este curso, ha estado siempre ahí. Si no volvió a jugar ninguna final antes es porque ha vivido 15 años consecutivos en la Euroliga, en la clase business. Y, con todo, disputó la Final Four de 2007 en Atenas. Volver a ese selecto club es el único objetivo, porque allí está el futuro, el dinero y la supervivencia: 150.000 euros por participar y 40.000 euros por triunfo.

Unicaja, el Unicaja, tiene proyecto, entidad y alma para estar ahí. Y esta final de la Eurocup (ojalá que el título) ha vuelto a despertar el baloncesto malagueño, adormecido. Apenas un centenar de entradas quedan para la final. Y no se sabe aún el rival. Éste debe ser el banderín de enganche para traer sangre nueva al Carpena, además de conservar a los «pesaos» que llevamos ahí 20 años, claro. El baloncesto le da una oportunidad a Málaga, una ciudad muy de básket. Gracias a Unicaja Banco, a través de sus ramificaciones: Fundación Unicaja y Unicaja Baloncesto. Se lo merecía la entidad financiera. Un patrocinador con mayúsculas, que ha estado a las duras y a las maduras, que nos ha permitido ver el mejor baloncesto de Europa aquí en el Carpena, por donde han desfilado Sabonis, Papaloukas, Teodosic, Spanoulis, Navarro, Llull o los hermanos Gasol. Por todo este apoyo ímprobo, el básket es lo que es en este rincón de la Costa del Sol, abanderado de Andalucía y punta de lanza de nuestro país. Y ahora, de nuevo, en Europa.

Todo en la vida es mejorable. Su trabajo y el mío, por supuesto. Creo en la crítica como herramienta necesaria e imprescindible para mejorar. Sin mirarnos al espejo o a la competencia no hay probabilidad de progresar y de salir, día a día, a competir. Creo en los proyectos que nacen desde la cabeza pero que crecen a través de las tripas, del corazón, del alma, de la superación individual y colectiva. El conformismo es malo. El «ombliguismo» es peor. Lleva a la mediocridad. Y eso es lo que queremos evitar. Ser críticos, en suma, significa querer crecer. Y sumar. Se enjuicia lo que uno ama, lo que le apasiona. Lo que estorba o ni entretiene ni estimula se aparta. Como puede que usted haga con esta hoja de periódico. Es lícito, no le culpo. Si ha llegado hasta aquí, si ha devorado ya los cuatro primeros párrafos, entenderá que la ilusión se alimenta de ilusión. Y que para ilusionar hay que trabajar duro, a diario, con altas miras, con comunicación, con un plan. Y hasta con una sonrisa. Con guiños.

Que el Unicaja esté aquí, en una gran final europea, no es casualidad. Es el resultado de la dedicación de muchos hombres y mujeres. De una gran familia. De la «marea verde». De Los Guindos al Carpena, como epicentro. Con miles de ramificaciones, en cada abonado, en cada patrocinador, en cada colaborador y en cada aficionado al Unicaja y al baloncesto, malagueño de nacimiento o de adopción, que aquí cabemos todos.

La alegría de los éxitos, el llanto de la felicidad, no debe empañar los ojos de nadie, no debe privarnos de ver lo que hay delante, mucho menos a los protagonistas. Del club, del equipo y de todos los estamentos. El Unicaja es grande por todo esto. Por su capacidad para gestionar, muchas veces criticada por su lentitud que desespera. Pero eficaz, con sus pros y contras. El baloncesto debe unir de nuevo a Málaga. Llevar de nuevo a la gente al Carpena, a disfrutar, a enamorarse de un proyecto, de un gran club. El Unicaja tiene una ocasión memorable para aprovechar el impulso de esta ola y llegar lejos, más todavía. Es el momento de que, con cada uno en su parcela, el baloncesto reviva.

El cómo ya no depende de nosotros. Mejor, a poder ser, con apertura de mentes, espíritu crítico y creencia en una idea. Aquí no sobra nadie, aunque alguno se empeñe en hacer méritos. El Unicaja se lo merecía (nos lo merecíamos). Ahora hay que ir por la final. A ganarla. Creerlo y demostrarlo. Como este club siempre ha hecho. O ha tratado de hacer. Ser ambiciosos. Unicaja y el Unicaja.