Bajo la atenta mirada de Jordi Bertomeu, mandamás de la Euroliga, sentado en la primera fila del palco de autoridades del Palacio Martín Carpena, la afición del Unicaja demostró el viernes, durante el segundo partido de la finalísima de la Eurocup, que su ausencia esta temporada de la máxima competición continental deja huérfana a la Euroliga de uno de los escenarios y atmósferas más especiales del Viejo Continente.

La exhibición de apoyo máximo que dio la afición cajista al equipo, en su duelo contra el Valencia Basket, quedará para el recuerdo. Omic estuvo brutal con un doble-doble, Alberto Díaz aportó intensidad en más de 30 minutos en la pista, Jamar Smith acertó desde el 6.75 cuando más falta hacía, Brooks, Suárez, Fogg... Todos fueron importantes, pero no se puede negar que la «marea verde» fue una de las claves del éxito final.

Llamó la atención, además, lo pronto que el Carpena se convirtió el viernes en el «infierno verde». Con más de 20 minutos todavía para arrancar el partido, cuando el Unicaja apareció por el túnel de vestuarios del Carpena para iniciar la rueda de calentamiento, ya casi tres cuartas partes de la grada estaban cubiertas de aficionados cajistas alentando a sus jugadores.

El Palacio fue un hervidero en la presentación de ambos equipos y de ahí hasta diez minutos después del bocinazo final ya no hubo ni un segundo de respiro para una grada entregada a los suyos. «Mi gran noche» de Raphael, el popular «sí se puede» y el himno del Unicaja de Pablo López fueron la perfecta banda sonora de una noche épica que demuestra que cuando el Carpena aprieta de verdad, el Unicaja es casi imposible que pierda.

Que Málaga, el Unicaja y la «marea verde» son una ciudad, un club y una afición de Euroliga lo demuestra el dato oficial de asistencia que ofreció la propia Eurocup. En el Carpena vieron en directo el triunfo del Unicaja 10.367 espectadores, incluidos aproximadamente un centenar llegados desde Valencia y que mayoritariamente se situaron en la zona alta de uno de los fondos.

Ese dato supone que en Málaga hubo más espectadores que en cinco de las ocho canchas en las que se jugó Euroliga esta jornada. Solo en el OAKA de Atenas, en un espectacular Panathinaikos-CSKA, con 18.310 asistentes; en el Zalgirio Arena de Kaunas, en el Zalgiris-EA7 Milán, con 15.231 espectadores; y en el también duelo en la cumbre entre el Real Madrid y el Fenerbahce, que reunió a 10.827 aficionados, se superó la cifra que presentó el Carpena. En todos los demás pabellones de Euroliga, la asistencia fue menor. Es más, juntando los 2.658 que vieron el Galatasaray-Baskonia y los 3.037 del Barcelona-Maccabi, habría la mitad de los que estuvieron viendo en directo el Unicaja-Valencia Basket.

Plaza fue muy claro y sus primeras palabras en la sala de prensa, tras el partido, fueron para dar las gracias a la «marea verde». Una afición que volvió a demostrar que cuando ruge de verdad hace del Palacio un fortín inexpugnable. Lástima que esa exhibición de fuerza colectiva no sea más habitual. Porque con 10.500 aficionados en las gradas en cada partido, el Unicaja no tendría límite.