El buen clima vivido en invierno y las altas temperaturas han provocado que este año se adelante la plaga de la procesionaria del pino, una oruga muy común, fácilmente localizable en parques, jardines y en el campo, y que puede provocar en los seres vivos reacciones alérgicas o erupciones graves.

La procesionaria afecta fundamentalmente a los pinos, aunque también puede afectar a los cedros y, pese a su apariencia inofensiva, constituye un problema de salud pública cuya mejor manera de prevenir es «vacunar» los pinares en la época de otoño, cuando este insecto está en fase embrionaria.

Es la recomendación que ofrece el ingeniero agrónomo Juan Barbado, gerente de la empresa cordobesa Fertinyect, que se ocupa de prevenir este tipo de plagas medioambientales a nivel nacional e internacional. Barbado explicó a Efe que el principal problema de la procesionaria no es el daño que pueda hacer a los pinos, sino la virulencia con la que puede afectar a los seres vivos que entran en contacto con ella, y que se puede manifestar en forma de alergia en cualquier persona adulta, pero con mayor fuerza en niños, personas mayores y animales domésticos.

La procesionaria vive en otoño en las copas de los árboles en forma de oruga que va creciendo y no es peligrosa. Sin embargo, cuando empiezan a subir las temperaturas durante varios días, este insecto empieza a bajar por el tronco hacia el suelo y entonces es cuando pueden entrar en contacto con el entorno. Sus pelos, tremendamente urticantes, son su principal arma de defensa, y se desprenden y flotan en el aire, provocando irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas o lesiones oculares. Ante este panorama, su consejo es llevar a cabo campañas de vacunación con inyecciones de insecticida en el tronco.