Hace apenas unos días, con ocasión del inicio de los cursos de formación de la Fundación General de la Universidad de Málaga, tuve la oportunidad de compartir la presentación de la «charla dialogada» que ofrecía el profesor Cesar Bona, uno de los 50 finalistas para el Global Teacher Prize del año 2015 (ese que denominan ´el premio noble de los docentes´). Se trata de un maestro zaragozano de Educación Primaria, que se mueve en los escenarios con tanta naturalidad y seguridad como en las escuelas, y cuyo valor principal como docente ha sido conseguir hacer de la necesidad virtud. Con una mirada inclusiva, aprovechando las diferencias que caracterizan al ser humano y rescatando, en definitiva, las ventajas de la singularidad que muestran sus alumnas y sus alumnos, este maestro de 5º de Primaria crea proyectos y recursos propios e innovadores, y consigue que todos sus alumnos y sus alumnas se sientan importantes, que todos y todas encuentren su espacio, y que trabajen de forma autónoma, cooperativa y creativa.

Afortunadamente, como él mismo cuenta en sus charlas, hay muchas maestras y muchos maestros anónimos, que no han podido o ni siquiera han pretendido tener esta proyección pública, pero que trabajan con ese mismo ahínco y con esa misma mirada. Así sucede en la Comunidad Autónoma Andaluza, en la que son muchos los profesionales de los distintos niveles educativos (educación infantil, educación primaria, educación secundaría obligatoria y bachillerato) que tienen la valentía de romper con lo que no funciona y que son capaces de conseguir la implicación de su alumnado, poniendo en marcha proyectos innovadores, utilizando nuevas herramientas de trabajo en el aula, y fomentando así el respeto, la empatía, el esfuerzo y el interés por el aprendizaje. La mayoría lo hace sin demasiados recursos institucionales, de forma desinteresada y solo por la satisfacción que les proporciona el trabajo bien hecho. Gracias a ellos podemos contar con experiencias docentes innovadoras, comprometidas, que contribuyen a la mejora de un sistema educativo, el andaluz, cuya seña de identidad es la equidad, la igualdad de oportunidades y la búsqueda de la justicia social a través de la educación.

Sin embargo, y a pesar del inmenso valor que tienen, estas iniciativas particulares (que en ocasiones consiguen involucrar al conjunto de la comunidad de todo un centro) no son suficientes para lograr una mejora global de la calidad educativa en Andalucía ni para reducir la elevada tasa de abandono escolar que sigue afectando a nuestra comunidad; en este sentido, pese a haber bajado 14 puntos en los últimos diez años, la tasa de abandono escolar se sitúa aún en el 23,8 por ciento en 2016: casi uno de cada cuatro jóvenes andaluces deja su formación cuando termina la educación secundaria obligatoria. En esta misma línea los últimos datos sobre fracaso escolar (publicados en 2016 y correspondientes al curso 2013-2014) indican que la tasa de graduación en ESO en Andalucía, es decir, el porcentaje de estudiantes que terminan estos estudios con éxito y obtienen la correspondiente titulación, está en el 74,1%.

De acuerdo con el análisis y el diagnóstico que realiza la propia Consejería de Educación, las causas de este fracaso y de este abandono escolar son muy diversas; por una parte, tienen que ver con las condiciones socioculturales, familiares y personales de cada estudiante, y por otra, muy importante, con las de la propia institución educativa y su necesidad de cambio, de adaptación a las necesidades formativas de la sociedad del siglo XXI. De lo que no cabe duda es de que, para atajar todas las caras del problema, el apoyo de la administración es imprescindible; si bien el discurso sobre la calidad educativa y las propuestas para hacerlo posible requieren de un proceso de construcción democrática, de un trabajo de colaboración entre los miembros de la comunidad educativa, su puesta en marcha necesita del apoyo institucional.

Nuevo plan educativo

Son fundamentales acciones de política educativa que aporten los recursos humanos y materiales que se requieren para crear proyectos permeables a las necesidades del entorno globalizado en el que vivimos y a las necesidades actuales de nuestros jóvenes. En este sentido, aunque la prioridad, a mi juicio, sea seguir trabajando para consolidar un modelo educativo integrador, justo, equitativo, capaz de respetar la diversidad y de promover la igualdad de oportunidades, hace falta también que la educación recupere su valor, que permita estimular la curiosidad de nuestros estudiantes, que sea capaz de conectar con sus intereses y que la perciban como una aliada indispensable para hacer realidad sus planes de futuro y, sobre todo, para consolidar su desarrollo integral como personas.

Con este propósito la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha diseñado lo que denomina «Plan Educativo para el Éxito Escolar». Un plan que concibe la calidad, la equidad y la inclusión como principios fundamentales del modelo educativo andaluz, y que define una serie de líneas de mejora destinadas a conseguir los objetivos de la Estrategia Europea de Educación y Formación para 2020 (ET2020): prolongar la formación de nuestro alumnado más allá de la escolarización obligatoria. Estas líneas de actuación ponen el énfasis en reforzar aspectos tan diversos como el reconocimiento de la función docente, el liderazgo pedagógico de los equipos directivos, la formación inicial y permanente del profesorado, el desarrollo de programas integrados en los proyectos educativos de centros, el aprendizaje eficaz de las lenguas, el uso de las tecnologías para el aprendizaje y el conocimiento, las redes de orientación educativa, la formación profesional como referente del emprendimiento, la evaluación formativa, y la participación de las familias como pieza clave del proceso educativo.

Pese a entender que todas estas cuestiones son «hilos de un mismo paño» y, desde luego, relevantes para avanzar en la gestión del éxito escolar, por la parte que me corresponde como responsable de una facultad dedicada a la formación de profesionales de la educación, quiero poner el acento en la vertiente formativa (inicial y permanente) de los docentes y en la necesidad de potenciar su figura, su motivación, su participación, su prestigio y su reconocimiento, por el protagonismo que tienen en este proceso de transformación que se espera del sistema educativo. Por eso considero prioritarias todas las estrategias de mejora relacionadas con la función docente y con la formación del profesorado. Un colectivo que trabaja con recursos limitados para adaptarse a la complejidad de una era caracterizada, entre otros rasgos, por la expansión digital, el control de la información a nivel global y la inmediatez de la comunicación. Todo ello obliga a los docentes de los distintos niveles educativos a asumir el cambio cualitativo que supone ser profesionales de la educación en el siglo XXI; un siglo en el que la transmisión de contenidos resulta obsoleta y en el que necesitamos formar individuos que, mas allá de resolver problemas académicos, sean capaces de desarrollar competencias que les permitan comprenderse a si mismos y entender el mundo en el que viven, desde la libertad y la autonomía.

Los retos

Este es un reto que también asumimos desde la docencia que se imparte en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga. Tanto en los grados en Educación Primaria, Educación Infantil, Educación Social y Pedagogía, como en el Master en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas, trabajamos para diseñar programas formativos coherentes con las necesidades actuales de nuestros estudiantes. Nuestra incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior ha desencadenado cambios estructurales importantes en la formación del profesorado que estamos implementando gracias al esfuerzo de los equipos docentes que participan en los títulos. Así, pese a la inestabilidad de las plantillas docentes y a la carencia de recursos generada por la interminable crisis económica, el centro está experimentando un proceso de renovación y de transformación metodológica que se materializa en proyectos de innovación y coordinación docente, y en un plan de trabajo riguroso y coherente con la formación que requiere el profesorado actual.

Lo terrible de la historia es que, una vez más, el progreso carece de suficientes apoyos institucionales y se produce gracias a iniciativas personales, a la voluntad del profesorado y a su compromiso con la mejora de la calidad docente. Porque hablamos de profesionales, los de la educación, que con frecuencia invierten incluso su tiempo de ocio en su propia formación, que no tienen limites de horario, que se implican mucho mas allá de lo que se les reconoce y que, a pesar de las dificultades y de la falta de apoyos, siguen manteniendo la ilusión intacta por el trabajo que realizan y su compromiso con la formación de personas críticas, creativas y autónomas. Todo un derroche de entusiasmo y de energía teniendo en cuenta los tiempos que corren.

*Gutiérrez Pérez es decana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga