Tiempo atrás, cuando el rascacielos del puerto se presentó públicamente, muchos malagueños pensaron que el edificio plasmado en las infoarquitecturas del promotor del proyecto presentaba una imagen inofensiva e incluso glamurosa. Sin embargo, cuando más tarde se dieron a conocer las simulaciones realizadas desde la UMA de cómo se vería de verdad el rascacielos en el contexto de la ciudad, la perspectiva de buena parte de los malagueños cambió radicalmente. La contundencia con la que el edificio se impone sobre las vistas de la bahía hacía palpable un hecho evidente: la realidad era más cruda que la ficción. Y es que una imagen vale más que mil palabras.

Sabedores los promotores del proyecto que el impacto visual del rascacielos era grande, y la aceptación ciudadana pequeña, probaron distintas estrategias para desorientar a los espectadores. En primer lugar decidieron que el rascacielos era icono, y no un impacto. Era ésta una autoproclamación tautológica, teniendo en cuenta que el diseño ni siquiera había sido sometido al juicio de otros expertos en un concurso arquitectónico. Causa admiración la facilidad con la que los constructores de cualquier edificio alto se autoproclaman creadores de hitos. Si recuerdan, éste fue también el reclamo publicitario del recrecimiento en altura de la chimenea de la cementera de la Araña: un nuevo hito para la bahía. ¡Cuánto icono mirándose, como Narciso, en el espejo de la bahía! ¡Si Kevin Lynch levantara la cabeza! Por cierto, que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía acaba de tumbar esta obra por no aportar el debido estudio paisajístico.

Visto que esta estrategia del icono, a pesar del apoyo institucional y de algunos editoriales de prensa, no convenció a los colectivos ciudadanos, se intentaron algunas otras. Se dudó, por ejemplo, del rigor de las imágenes elaboradas por la Universidad, que reproducían con exactitud milimétrica cómo se vería el rascacielos desde la ciudad y alrededores. Preocupa en este punto el que el propio promotor del rascacielos haya podido afirmar que en estas imágenes se exagera el impacto del edificio. El intento de negar la cruda realidad mostrada en las simulaciones es la evidencia palpable de que lo que ha visto en ellas no le gusta, como efectivamente nos pasó a muchos de los malagueños que contemplamos las fotografías. Pero hay cosas que no son opinables, sólo hay que medirlas y mostrarlas con objetividad. Es aún más preocupante que, en contraposición, se pretendan dar por realistas las creativas infografías diseñadas por los proyectistas para promocionar el proyecto. Ciencia contra ciencia- ficción.

Una simulación de perspectivas reales, como las aportadas por los investigadores de la UMA, exige unas condiciones muy estrictas en el proceso de elaboración. Hay que reproducir la visión binocular humana acotando 30º verticales y horizontales mediante la distancia focal. No vale cualquier escala. Para averiguar el tamaño exacto que el edificio tendrá en cada una de las imágenes, se utilizan técnicas de triangulación y trigonometría equivalentes a las redes de triangulación (TIN) de un Modelo Topográfico de Elevaciones. Para proyectar con exactitud el edificio en la foto es necesario aplicar previamente un procedimiento de orto-restitución a través de una proyección equirectangular, que al ser equiárea, mantiene de manera exacta la proporcionalidad del edificio respecto a las edificaciones y topografía que rodean al rascacielos. Este hecho permite conocer, sin temor a equivocarnos, qué elementos de la perspectiva general se verán ocultados o acosados por el rascacielos. En definitiva, una simulación científica tiene que ser una reproducción objetiva, realista, exacta. Sin exageraciones. Una simulación veraz. No admite adornos, ni trampantojos, ni concesiones a la creatividad. No admite los muchos trucos visuales que posibilitan las infoarquitecturas de cualquier proyecto.

En contraposición, las infoarquitecturas, mediante el manejo de la óptica, la perspectiva, la composición, etc., permiten engañar a la vista, alterar el aspecto real de la imagen para hacerla más atractiva, al servicio de la venta del producto. Esta es su función, por lo demás, muy legítima. Para enmascarar visualmente un impacto existen estrategias variadas, y las infografías del rascacielos del puerto, muy bien concebidas, constituyen un buen ejemplo para explicarlas. La más simple de las técnicas para disimular un impacto sobre el paisaje, es, sencillamente, eliminar el paisaje: se sitúa el edificio en un espacio vacío, y así no se aprecia cómo afecta a la ciudad o a la bahía que lo rodean.

Otros trucos: utilizar puntos de vista aéreos. Desde esta perspectiva, lógicamente, el edificio se empequeñece, e impacta únicamente a su parcela inmediata. Se obtienen además imágenes muy llamativas, aunque poco realistas, a no ser que el espectador tenga por costumbre sobrevolar Málaga cuando pasea. Otra estrategia frecuente es usar un objetivo gran angular para estirar la imagen. Mediante un gran angular, el rascacielos visto desde el paseo marítimo de levante, se aleja de la ciudad. También puede jugarse para engañar a la vista con la composición de la escena. Las infografías lo permiten; las simulaciones realistas, no. Por ejemplo, la disposición de elementos voluminosos o muy altos (un gran buque de cruceros, en este caso), en un primer plano muy cercano al observador, hace que el rascacielos, situado en un plano posterior lejano, aparezca, en comparación, empequeñecido. El barco iguala en altura al rascacielos, y se ha colocado además en forzado escorzo, cual Cristo muerto de Mantegna, o San Pablo decapitado de Simonet, lo que acentúa el efecto de profundidad, y dota a la escena de teatralidad. La escenografía nos permite, enfatizar, evocar, dotar a la imagen de un carácter épico. Realzar virtudes y disimular impactos. En cuestión de imágenes, es una gran tentación utilizar la ciencia y la técnica para terminar haciendo ciencia-ficción, pero, como se puede comprobar, la diferencia entre unos resultados y otros son evidentes. Obvios para el que conoce mínimamente el tema. Ciencia-ficción frente a ciencia.

La última entrega de la campaña de promoción del rascacielos, ha contado con la colaboración inestimable de la Delegación de Medio Ambiente. Ésta ha dado un paso más y en un alarde de efectos especiales de valor incalculable, ha hecho desaparecer, directamente, el impacto del rascacielos sobre la ciudad y la bahía. La técnica utilizada en este caso, es aún más simple. No ha habido que modificar la imagen del rascacielos. Nos pide la Resolución Ambiental a los espectadores del edificio que, si percibimos su impacto, cambiemos de posición para no verlo. Poner Málaga mirando al norte. Con el dictamen, la autoridad ambiental ha tenido que hacer desaparecer también la opinión de los órganos consultados al respecto, los mil precedentes en sentido contrario sobre la materia, la integridad del trámite de evaluación técnica, y, lo más meritorio, la propia ley. Si nos descuidamos, harán desaparecer Málaga entera y a sus ciudadanos, para que no impacten al rascacielos con su mirada.

La imagen de la bahía es un patrimonio y un recurso económico de todos los malagueños. Se merece menos efectos especiales y más respeto. Más técnica, más ciencia y menos ciencia-ficción. Hay mucho morro en juego.

*María Jesús Perles Roselló es geógrafa. Profesora Titular UMA.

Miguel Ángel Medina Torres es catedrático de Bioquímica UMA, Historiador del Arte, estudioso de las Matemáticas.

Ambos son miembros del Grupo Transdisciplinar del Medio Ambiente UMA