Salvador de la Peña es periodista y flamencólogo que ha ejercido su profesión en Marbella a lo largo de 40 años en Radio Nacional de España, así como colabora en la actualidad con diversos medios de comunicación. Su pasión por la música le ha llevado a presentar numerosos certámenes, así como presidir la Agrupación de Cofradías de Marbella. Ayer recibió la Medalla de la Ciudad en reconocimiento a su carrera y a la participación que ha desarrollado tanto en la vida social como cultural del municipio.

¿Cómo afronta ese reconocimiento?

Como marbellero nacido en el barrio alto de Marbella, en la calle Lobatas, ha sido para mí realmente un honor y me siento orgulloso de que me hayan otorgado esta máxima distinción de una ciudad que me ha visto nacer, crecer y desarrollar mi profesión de periodista durante toda mi vida.

Esta edición ha sido muy especial tras el fallecimiento de Pablo Ráez, ¿Cómo se siente de ser partícipe?

Le trasladé mi pésame a su padre y al mismo tiempo le dije que sentía el no poder compartir el escenario con él el Día de Andalucía. Lo lamentó porque ha sido un luchador muy joven desde que empezó con el problema y ha estado insistiendo a sí mismo, a la vida y a la donación de tanta gente a través de su enfermedad.

¿Qué supone para usted reconocimiento?

Supone bastante porque creo que no era necesario, pero a través de asociaciones de vecinos, peñas flamencas, hermandades y cofradías, muchos trabajadores del Ayuntamiento y de centros de mayores, han firmado la petición que habían solicitado a través del PP. Me llega en un momento extraordinario de mi vida porque con 68 años que tengo sigo ejerciendo mi profesión, colaborando con distintos medios en la zona y través de la federación de peñas flamencas de Málaga y la provincia doy conferencias del mundo del flamenco.

Es importante que le reconozcan a uno en vida...

Yo siempre he dicho que todas las cosas se deberían hacer a las personas que correspondan en vida porque cuando una persona no está, no puede saborear ni disfrutar el nombre de la calle o de la plaza, la medalla o la concesión que se le otorgue, entonces es muy bonito que a mí me hayan otorgado eso y todavía esté vivo para recibirlo.

¿Cómo ve Marbella actualmente?

Marbella siempre la veo maravillosa porque es la ciudad en la que yo he nacido, me he criado, he jugado por sus rincones. La veo extraordinariamente bonita porque afortunadamente nadie ha tocado al Casco Antiguo.

¿Y en el aspecto cultural?

Podría haber más cosas, más actividades, lo que pasa es que Marbella es un poco rara porque hay una conglomeración de personas de distintos puntos. Tenemos varias salas de exposiciones, varios centros culturales, pero a veces se organizan actividades y algunas hay que suspenderlas por falta de gente y eso es lamentable porque parece que hay un desinterés.

¿Qué necesita la ciudad para revitalizar su vida cultural?

Desde la delegación de Cultura abría que abrir un poco más el abanico y preguntar a la gente qué es lo que quiere y necesita. Deberían estar más cerca del ciudadano para saber cuáles son sus inquietudes a la hora de organizar temas culturales.

¿De dónde viene su pasión por el flamenco?

De joven era el batería de un grupo musical. En cierta ocasión, me llamaron del Ayuntamiento y los organizadores del festival del Castillo del cante de Ojén y me contratan para presentar el número 3, este año es ya el 43. El gusanillo lo lleva uno por dentro y disfruto cuando oigo un buen cante por malagueñas, un buen verdial, una seguidilla o el compás de una bujería.

¿Y cuál es la historia del flamenco de Marbella?

No hay mucha historia, hay algunos buenos aficionados.