Inquieta, por José Morales Martín

Que más de cinco millones de personas depositen su confianza en una formación política nueva es digno de estudio. Que lo hagan, además, a pesar de los constantes cambios producidos en su programa electoral, extraña. Y que apoyen fórmulas que han sumido a medio planeta en la miseria, inquieta. Indudablemente, ha sido un éxito de la democracia incorporar al sistema a quienes pretendían de forma deliberada acabar con él. Siempre es mejor tenerlos sentados en los parlamentos que generando problemas de seguridad en las calles. Pero, una vez logrado esto, hemos de volver sobre la causa real por la que tantísimas personas confían el futuro en candidaturas que se levantan sobre modelos superados por la civilización. Tanto la percepción ciudadana como los aliados internacionales de estas formaciones y sus llamadas confluencias los sitúan en la extrema izquierda. En sus manifestaciones públicas, igualmente insisten en ese imaginario, en el que las maneras cobran tanto protagonismo. Las actuaciones que desarrollan en las asambleas legislativas donde ya están, en Europa o en las comunidades autónomas, también siguen los mismos patrones: efectismo mediático inmediato con ropaje técnico, aunque tantas veces adolezca de un mínimo estudio de gabinete sensato. La búsqueda continuada del titular en lugar de la aportación de propuestas cabales y eficaces, constituyen hasta el momento su santo y seña.