Cuando los empresarios los repiten, por algo será. Pero resulta cuanto menos curioso que, aún no siendo el cartel más demandado por los aficionados, todas las grandes ferias cuenten con su cartel mediático. Hasta Madrid, que se supone que es el culmen de la exigencia.

También Málaga tuvo ayer este festejo con la novedad del regreso de Juan José Padilla, ausente en las últimas temporadas en La Malagueta y que tras su percance del pasado año ha cambiado de posición en el mundo del toro para apartarse, parece que definitivamente, de esas corridas duras en las que siempre estuvo encasillado.

Pero lo cierto es que, digan lo que digan muchos, la respuesta del público en estos espectáculos siempre sobresale. En algunas ferias incluso han sido los que más gente han llevado a la plaza, aunque por el bien de la nueva empresa de Málaga, esperemos que este no sea el caso y podamos ver La Malagueta a reventar en los próximos días.

Sin embargo, lo que parecía que iba a ser una fiesta (todo estaba predispuesto para ello) se trucó porque, en esta Fiesta, sin toro no hay nada. Eso es lo que sucedió ayer, ya que si bien los toros estuvieron correctamente presentados, tuvieron como nota común la falta de casta y, fundamentalmente de fuerza. El último fue devuelto a los corrales por este motivo, aunque tal vez alguno debió regresar antes a los corrales, aunque pocos lo solicitaron.

Héroe

El Ciclón de Jerez se ha convertido en un héroe por todo lo que supone verle de nuevo vestido de luces tras la grave cornada sufrida el pasado mes de octubre en la Feria del Pilar de Zaragoza. Su inclusión en los carteles fue acogida con agrado por la afición malagueña, tal y como quedó patente en los prolegómenos de la corrida. Aún no siendo un torero del gusto de los más puristas, el respeto que despierta su sola presencia supone un valor añadido a la verdad que se esconde tras la Fiesta de los Toros.

Agradó de inicio en su primero a la verónica, para cerrar con una chicuelita y la revolera. Estuvo fácil y correcto de colocación en banderillas, pero llegó inválido a la muleta. Con muchas precauciones, siempre fuera de cacho, dando zapatilazos por el izquierdo y metiendo el pico, no apostó por sacar faena y pronto tomó la espada.

Más disposición demostró en su segundo en el que estuvo vistoso con el capote y mostró una dimensión mucho más importante en banderillas; sobre todo en un tercer par en el que tuvo mucha exposición y tuvo que tragar mucho para clavar en todo lo alto por los adentros. Luego se vivió un espejismo, ya que el de El Torero se le arrancó con alegría a los medios, donde Padilla le esperaba de rodillas. No le importó que se le colara en el primer pase, ya que siguió ligando la serie. Y ahí se acabó el toro, que cayó en redondo. Cuando consiguieron levantarlo ya nada fue igual, a pesar de que se le jalearan las tandas en redondo. Rememorando esos tiempos en los que le tocaba ejercer de gladiador con corridas imposibles (esta vez fue con el toro de más pobre presentación del encierro), La Malagueta se rindió a los medios muletazos y los desplantes. Tras media estocada, el astado cayó y los tendidos se poblaron de pañuelos. Oreja que pone el nivel por los suelos€ e incluso hubo quien pidió una segunda.

Banderillas

El primero de Paquirri fue un muerto viviente. Desde que salió. Poco o nada le vimos con el capote, y con banderillas mejor no haberlo visto. Luego se empeñó en torearlo con la muleta, cuidándolo por alto. Abusó de la muleta retrasada y de meter el pico de la franela, y como (lógicamente) no trascendía su labor, optó por el populismo con circulares invertidos. Buscando el calor de la solanera, nos hizo perder a todos unos valiosos minutos de nuestras vidas en un sinsentido.

En esta ocasión se hizo bueno el dicho de «no hay quinto malo»... Aunque bueno tampoco. Fue el que más se dejó de todo el encierro, pero se fue con las orejas puestas. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas y tras andar algo más acertado con los palos, inició la faena por bajo con una rodilla en tierra. También tenía poca fuerza, pero metía mejor la cara y permitía torear más largo. Rivera le toreó sin profundidad, y recibiendo sólo el beneplácito de sus condicionales.

La historia con El Fandi no fue muy diferente. Como es habitual, pareó a toro pasado y lo más aplaudido fue el violín y el pararlo a la salida de este par. Su labor se limitó a mantenerlo en pie, aunque ni siquiera eso lo pudo conseguir. Por el pitón derecho siempre lo citó con la mano muy alta, y por el izquierdo ni siquiera pasaba. Pero quiso justificarse ante lo injustificable prolongando ante un astado que, para colmo, desarrolló peligro al defenderse al final.

Cuando los ánimos ya estaban muy crispados, el granadino tuvo que pechar con un sobrero del mismo hierro. Las banderillas parecieron un bálsamo para el tedio, pero al coger la franela volvimos a la realidad de un torero que ha perdido la alegría de antaño en una tarde para el olvido. Por mucho que Padilla paseara una oreja en La Malagueta.