Suele suceder que cuando un equipo se permite el lujo de elegir partidos (en cuáles me tiro al suelo y me dejo el pellejo; y en cuáles juego con una zona 2-3 de manual los 40 minutos y a ver qué pasa), luego se confunde en su propio conformismo. En la mediocridad misma del argumento. En la inverosimilitud de creerte tu propia mentirijilla, tan cogida con alfileres. Y sales a competir a pistas donde es muy difícil ganar... y pierdes. El Unicaja no debe martirizarse por caer en Andorra. El problema es que viene de hacerlo ya en San Sebastián (ACB) o en el Carpena contra el Zalgiris (Euroliga).

Y, tras la excursión a gastos pagados en Madrid de esta semana, cuando te dicen de ir ahora a Andorra (el viaje más coñazo de la Liga Endesa) uno ya no sabe si va a por cuatro cartones de Winston y dos de Marlboro más siete tarros de perfume del bueno o de verdad tiene la imperiosa necesidad de tener que ir a ganar sí o sí. Como era el caso. Y el dolor, entonces, se agudiza y se magnifica. Porque son derrotas, además, muy sintomáticas. Denotan que estás pasando un profundo bache, que no juegas un pimiento en ataque y que el ansia se apodera de ti, te entra el tembleque y casi todo, a partir de ahí, te sale mal. Hasta el punto de hilvanar el cuarto tropiezo seguido.

El Unicaja palmó con todo el merecimiento del mundo en el Principado. Porque fue todo el partido a rebufo, por detrás en el marcador, en las propuestas, en los cambios. La salida a pista ya fue terrible (9-0), pero se recompuso. Luego su baloncesto fue, en muchos casos, ridículo. No sacó las ventajas que le brindó el partido ni los emparejamientos individuales. No fue paciente surtiendo de balones a Gio Shermadini. Y en la batalla de hacer cada uno la guerra por su cuenta sólo destacó el centenario Waczynski. El Unicaja sólo anotó 60 puntos. Con ese problema de anotación has de defender el doble. Y si decides hacer ayudas larguísimas con tus pívots y provocar dos contra uno a costa de ceder triples liberados, luego has de cerrar bien el rebote. Si no, el tejado se te hunde y la casa se te hace añicos. Son sólo tres o cuatro detalles que sirven para explicar la derrota matinal en Andorra.

Pero hay otros muchos motivos técnicos, tácticos y estadísticos. Es muy difícil ganar a nadie en la ACB fuera de casa metiendo sólo el 40% (17/42) en tiros de dos, el 26% (5/19) en triples y el 58% (11/19) en tiros libres. Lo del rebote fue brutal: 43-31 en contra. Permitiendo que te cojan 17 rechaces en tu aro. Eso significan 17 oportunidades más para tu rival. Es decir, 17 posesiones más. Demasiados regalos... Y ojo, porque el Morabanc Andorra comenzaba la jornada como el peor equipo de toda la Liga en el rebote de ataque: 8,75.

Ante este panorama, la Copa del Rey ya comienza a oler a chamusquina. Porque el balance de 4-5 del conjunto de Joan Plaza en la ACB es desolador. El Unicaja se mantiene en el límite. Es octavo en la clasificación, justo en el último puesto que da acceso a disputar la Copa del Rey de Las Palmas de Gran Canaria 2018.

El camino es aún largo y esto, como aquel que dice, sólo acaba de empezar. Estas dos próximas semanas deben servir al equipo para trabajar, centrarse y crecer. Que falta le hace. Sólo habrá un partido esta semana, ante el CSKA en Málaga en Euroliga, ya que la ACB corta por las ventanas de las selecciones. Así que Plaza debe comenzar a sacar cosas nuevas de su pizarra y darle una vuelta a sus sistemas para sacar el mayor provecho posible de su equipo. Maximizar sus virtudes y esconder sus defectos. Trabajar mucho más el ataque, que es un auténtico desastre. Mejorar también en la confianza de sus jugadores. Porque ahora llega la fase complicada del calendario en la Euroliga y los nervios en la ACB por la dificultada de la Copa del Rey puede hacer mella entre los verdes.

Cuatro derrotas en los cuatro últimos partidos escuecen. Cinco de seis si echamos la vista una semana atrás. Y si tenemos una visión aún más global, el Unicaja, de los 18 partidos oficiales disputados, posee un balance de sólo siete victorias y 11 derrotas. Es decir, que el porcentaje de triunfos en lo que va de Liga para los verdes es de un raquítico 38%. Doloroso... La situación del equipo es especialmente complicada en la ACB porque quedan ocho jornadas para el corte de la Copa y los verdes deberán ganar entre cinco y seis partidos para lograr el billete.

Plaza tiene trabajo. Para meter en dinámica a McCallum, para despertar a Alberto, recuperar a «Nedo», saber a qué quiere que juegue Milosavljevic, qué tiros ha de jugarse Salin, aprovechar a Shermadini, arreglar el desaguisado de Musli... ¡Ufffhhh! La lista de la «compra» es demasiado larga.