La maniobra política de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, de adelantar al 22 de marzo las elecciones autonómicas puede ser una jugada maestra, como ya hizo su antecesor José Antonio Griñán, o sumir al PSOE en la mayor crisis política de su centenaria historia con efectos en las municipales de mayo y en las generales.

Durante las últimas semanas, Díaz ha ido abonando el terreno y construyendo un discurso para justificar el adelanto electoral mientras que Izquierda Unida rectificaba políticas e insistía en que no hay motivos objetivos para romper el acuerdo, tratando así de evitar el naufragio electoral que apuntan todos los sondeos.

En ese relato, la presidenta andaluza se agarra a tres argumentos para convocar antes de tiempo a los andaluces a las urnas y dinamitar el pacto de gobierno con IU, que siempre estuvo presidido por la desconfianza entre los dos partidos.

El primero es la convocatoria de un referéndum entre las bases de IU en junio para evaluar el pacto y decidir si abandonan el gobierno, una estrategia diseñada por el diputado por Málaga y nuevo referente federal de IU, Alberto Garzón, para marcar distancias con el PSOE y frenar el efecto Podemos.

El segundo viene a cuenta de las declaraciones también de Garzón, que tildó a Díaz de «indecente» por impedir el viaje del vicepresidente de la Junta de Andalucía, Diego Valderas, a los campamentos saharauis de Tinduf.

Y el tercer argumento viene por la posibilidad de que IU presente en el Parlamento la petición de una comisión de investigación sobre el presunto fraude en los cursos de formación.

La propia Susana Díaz abundó ayer en estas tesis y en que en su gobierno en este momento no hay estabilidad. Mañana lunes pondrá fin a la IX legislatura del Parlamento y Andalucía se convertirá así en el primer laboratorio real para medir si la fortaleza que otorgan los sondeos a Podemos es real o el partido de Pablo Iglesias se desinfla en las urnas teniendo en cuenta la poca implantación que aún tienen en esta comunidad.

Desconfianza mutua

Susana Díaz tendrá que hilar muy fino durante la campaña electoral para justificar un adelanto electoral que sólo convence al PSOE pese al riesgo que conlleva. Ni los empresarios andaluces, ni ningún partido de la oposición entiende que existan esas «razones objetivas» a las que alude Díaz. Todos señalan que se debe más a una cuestión de cálculo electoral y de ambición personal, ya que apuntan que su próximo objetivo será optar a la presidencia del Gobierno de España. Será uno de los leit motiv de la próxima campaña.

Cierto es que el pacto de gobierno entre PSOE e IU ha sufrido durante los últimos quince meses numerosos desencuentros entre dos partidos que se repelen como el agua y el aceite en Andalucía desde aquella famosa pinza que IU y PP sometieron al gobierno de Manuel Chaves entre 1994 y 1996.

Díaz asumió la presidencia de la Junta en septiembre de 2013, tras la dimisión de José Antonio Griñán acosado por la juez Mercedes Alaya que a golpe de auto judicial acercaba a la cúpula de la Junta al banquillo de los acusados por el millonario fraude en el reparto de subvenciones.

Queda ahora por oír cómo explica Susana Díaz el adelanto electoral y qué gestión puede vender tras un año y medio en la presidencia de la Junta donde han abundado las grandes palabras y gestos, fotografías con los principales empresarios del Ibex 35, una Ley de Transparencia y numerosas incursiones en la política nacional, como su mediación en el conflicto catalán que tanto irritó a la cúpula de su partido en Madrid.

Salvo las famosas «líneas rojas» y los denominados «presupuestos de resistencia» para blindar las políticas sociales frente a los recortes impuestos por el Gobierno de Rajoy, poco balance inversor y legislativo puede presentar el Ejecutivo PSOE-IU. Tampoco podrá llegar a las elecciones con el objetivo de bajar del millón de parados en Andalucía. Además, el adelanto dejará en el cajón numerosos proyectos de ley y decretos que estaban a punto de ser aprobados. De las 28 leyes acordadas por el bipartito en su pacto de gobierno, sólo dos han visto la luz en el Parlamento. Y otras como la de memoria democrática quedarán en el aire así como los grandes proyectos de IU de la banca pública. En saldo legislativo, el balance del pacto será más bien escaso.

Durante estos quince meses le ha sucedido de todo. Susana Díaz ha ido muy deprisa, quemado etapas que a otros políticos les llevan años. Y en ese escaso periodo de tiempo se ha forjado un liderazgo que la sitúa como el principal referente del PSOE en España a la espera del resultado del 22 de marzo.

Díaz conoció desde el primer día que el caso del fraude de los ERE le perseguiría durante todo su mandato. El mismo día que estaba formando su primer gobierno, la magistrada dictó un auto en el que implicaba a los expresidentes Chaves y Griñán y a varios exconsejeros y altos cargos públicos. Durante estos quince meses los autos más contundentes de la juez siempre han coincidido con la agenda política de la Junta y del PSOE, y ahora con el adelanto electoral evita que el Tribunal Supremo tome declaración a los dos expresidentes para no interferir en el proceso.

Díaz tuvo la habilidad de marcarse su propia agenda en la política nacional y provocó las iras del ex secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba cuando le planteó a Rajoy un pacto para la regeneración política en su primera visita a La Moncloa en septiembre de 2013.

En febrero de 2014, trató de mediar mediar en la crisis catalana ante la falta de diálogo entre Rajoy y Artur Mas. Se reunió con el presidente catalán en Barcelona y le propuso una salida: reformar la Constitución.

En abril de 2014 llegó el primer encontronazo público con sus socios de gobierno a cuenta del realojo de familias expulsadas por la policía de la corrala La Utopía, en Sevilla. El Gobierno de izquierdas estuvo a punto de saltar por los aires ante el pulso lanzado por la consejera de Fomento que, en contra de la opinión de la presidenta de la Junta, entregó las llaves a ocho familias en riesgo de exclusión social cuando los socialistas dudaban de que reunieran los requisitos. Díaz reconoció semanas más tarde que estuvo tentada de adelantar las elecciones. Desde entonces la relación con sus socios de gobierno no sería la misma pese a que aprobaron tras duras negociaciones un presupuesto para 2015.

En junio de 2014, Díaz protagonizó el foco político en España, pues tras dejarse querer durante semanas declinó competir por la secretaría federal del PSOE en las primarias que finalmente proclamaron a Pedro Sánchez como secretario general de los socialistas. Desde entonces, no hubo día en el que no se especulara con su intención de presentarse a las primarias para ser la candidata de su partido a la presidencia del Gobierno, lo que ha provocado un distanciamiento total con Pedro Sánchez.

Incertidumbre

La jugada de Susana Díaz de adelantar las elecciones conlleva tantas ventajas para el PSOE como riesgos. El adelanto pilla a todos sus rivales en suma debilidad. El partido de Pablo Iglesias aún se está construyendo en Andalucía y el candidato del PP andaluz, Juanma Moreno, necesita más tiempo para afianzarse. IU debate la fórmula de no quedar fagocitada por Podemos.

Si el órdago le sale bien, desenmascarará a Podemos y podrá gobernar en minoría. Díaz habrá afianzado así su liderazgo político y nadie en su partido se atreverá a frenar nuevas aspiraciones. Pero si le sale mal, el PSOE perderá el único gran poder institucional que le queda y provocaría un efecto devastador en las próximas citas electorales: las municipales y las generales.