Esta semana se han cumplido dos años de la celebración de las elecciones autonómicas de 2018 que dieron el Gobierno andaluz al PP y a Ciudadanos. Los populares obtuvieron uno de sus peores resultados, 26 escaños, la mitad de los cincuenta que obtuvo en su día Javier Arenas. Pero la suma de sus asientos en el Parlamento más los que obtuvo Ciudadanos y el auxilio externo de Vox auparon a Juanma Moreno a la presidencia. Tras 37 años de socialismo. Moreno llegó con un programa claro mil veces gritado: bajar impuestos y acabar con la administración paralela de la Junta, esa constelación de empresas públicas llenas de personal.

Lo primero lo hicieron en parte, sobre todo mediante la medida efectista de eliminar el impuesto de sucesiones. Lo segundo, la realidad de gobernar es tozuda, apenas se ha acometido, si es que hay necesidad de ello. En cualquier caso, hay encargada una macro auditoría.

La pandemia lo ha cambiado todo. Las intenciones políticas también. No se pueden bajar tanto los impuestos cuando lo que hay que hacer sobre todo es dotar y dotar de fondos planes e inversiones públicas a tantos sectores. La Junta ha tenido que prestar más atención a la sanidad, a la educación, a las subvenciones y subsidios, a los planes de refuerzo, a los autónomos, al turismo, etc. Cuando decimos atención decimos dinero. Por eso llegó como un bálsamo la posibilidad de que la Junta pudiese endeudarse un 2,2 por ciento. La Sanidad fue uno de los caballos de batalla en campaña. La joya de la corona era percibida como una joya rota y por ahí vino gran parte del descrédito del PSOE andaluz, que no obstante ganó las elecciones. Los populares prometieron sanearla pero grandes infraestructuras necesarias siguen sin dar grandes pasos. El decreto anti burocracia sí va en la buena medida de desenmarañar la retahíla de trámites a la que cualquiera puede enfrentarse cuando trata con la administración andaluza.

En todo este tiempo, Moreno ha consolidado su imagen de hombre templado y tranquilo, de político reformista un tanto aficionado al segundo plano. De centro se autodefine. Se ha rodeado de fajadores que son mucho más aficionados a comparecer en los medios de comunicación. Moreno sobrevuela la política, toma decisiones pero sale solo para las grandes medidas. En su acción política se identifica mucho más con el ala del PP que representan por ejemplo Núñez Feijoo. Ayusadas, las justas.

A lo largo de estos dos años, Juanma Moreno ha gobernado con la amenaza amigable de Vox, que centrado en dar la batalla cultural no pretende derribar este Ejecutivo pero sí le impone medidas estético ideológicas. Mucho le hizo sufrir para dar su aquiescencia a los Presupuestos que, una vez aprobados, son el pasaporte para que el Gobierno complete la legislatura. La sociedad que el PP ha consolidado en Andalucía con Ciudadanos no hace a veces, como pasa en otros Ejecutivos de coalición, que parezcan dos gobiernos. Más bien pareciera que Ciudadanos y el PP son la misma cosa, tal es la identificación con los postulados populares de Juan Marín, barón naranja en Andalucía y vicepresidente del Ejecutivo. Marín sí ha introducido alguna turbulencia. Por ejemplo, cuando quiso limpiar consejerías de no afines y cuando propuso que se ampliara el número de consejerías, algo claramente impopular e inoportuno y que fue frenado por el PP. La oposición mientras tanto es dura por parte de Adelante Andalucía, ahora grupo fracturado, que insiste en la influencia de la ultraderecha y que acusa al Gobierno de no tener política social. Y de que esto más que un cambio es un recambio. Por su parte el PSOE, una vez que el tiempo va gastando eso de la herencia recibida, que se les recrimina, pone sin complejos el grito en el cielo por la situación de la sanidad o la educación. Igualmente por la tibieza en las políticas sobre violencia machista. También se enfrasca en su mismidad orgánica y sectores del PSOE afectos al sanchismo van poniendo palos en la rueda de la trayectoria de Susana Díaz.

La cacareada nueva era o tiempo del cambio, más allá de eslogan fetiche es realidad a medias. Se han cambiado símbolos, como el logo de la Junta y hay otro estilo, pero la omnipresencia de la Junta y algunos tipos de políticas no han cambiado tanto. De hecho esto es a veces hasta bueno: de un programa de gobierno liberal se ha pasado, covid obliga, a un fuerte gasto público que ha auxilidado a no pocos.

Las últimas encuestas, como la del Centro de Estudios Andaluces (Centra) y también la de Dialoga Consultores afirman que el PP ganaría ahora con el 28,1% de los votos y una ventaja de 2,5 puntos sobre el PSOE-A. Ante este escenario, podría volver a sumar la mayoría absoluta en el Parlamento autonómico con Cs y Vox, que en esta ocasión rebasaría a la formación naranja. Nada menos. Por eso será clave ver si Ciudadanos se hunde, si se pasa en bloque al PP o si suma a su electorado (de persistir la línea Arrimadas) algún tipo de votante desencantado con el PSOE nacional.

Dos años con las justas estridencias y con una importante injerencia de los asuntos nacionales en el debate político cotidiano andaluz, en la conversación pública, en el Parlamento y en las redes.