Miguel Poveda está eufórico: presenta uno de sus proyectos más personales, editado por su propio sello discográfico. «Este disco es un trozo de mí», asegura el cantaor

¿Cómo se vive enlorquecido?

Se vive bien [ríe]. Te diría que es como una locura extrema pero sana y enriquecedora. Lo que he aprendido sin pensarlo en este viaje de casi tres años, que es cuando tomé la decisión de embarcarme en esta historia, ha sido impresionante. Ha sido una experiencia de vida que no la cambio por nada.

¿Desde cuándo siente predilección por Lorca?

Casi de siempre. Cuando empecé a tomar contacto con la poesía, Lorca me llamó mucho la atención. La gente del flamenco le cantaba más a Lorca que a otro poeta y era como que, sin yo quererlo, lo tenía presente; entonces, Camarón de la Isla había grabado La isla del tiempo y Carmen Linares había hecho un disco precioso de las canciones populares. Federico y su mundo me atrapó desde el inicio. Me fascina su vida, su filosofía, su sentido de la justicia y su amor por lo popular alternado con lo culto. Decidí hacer una obra entera de él porque me apasiona y, al entrar en su mundo, es cuando me dí cuenta de haberme metido en un universo mucho más grande de lo que yo pensaba.

¿Y esa inmersión en el mundo lorquiano ha llegado a ser una obsesión?

Sí, absoluta. Pura obsesión. Cuando salía del estudio quería saber más, más y más de Federico, de su obra, de sus amigos, de la gente que hablaba de él por ver cómo lo describía, dónde estuvo, cómo pensaba, sus fotografías, sus dibujos... Federico no solo es un poeta genial, sino un dramaturgo excelente, un apasionado de la música, un gran conferenciante, un gran comunicador que se apoderaba de la situación allí donde estaba. Tiene una personalidad tan carismática que te atrapa, te obsesiona y tienes continuamente hambre de él a todas horas . A veces, me despertaba por la noche y seguía buscando y buceando en su vida. Llegó a un punto que fue pura obsesión.

Y como experto en Lorca, ¿me lo podría definir en pocas palabras?

Creo que si la gente conociera un poco a Federico sería religión. Federico sería un Dios no solo por su obra y por cómo escribía sino por su sentido de la vida, de la justicia, del amor y de todo ese tipo de cuestiones. Sería un Dios a seguir y a adorar.

En las doce canciones que componen este nuevo álbum repasa la vida del poeta granadino. ¿Cómo ha afrontado la selección?

La afronté sin red ni pautas. Iba leyendo e iba lanzando lo que me hacía enfatizar de forma más o menos fuerte y analizaba a qué le podía o no podía poner música porque esa también es otra cuestión. Al principio quería asumir la música y no se la quería encargar a nadie, pero luego pedí que me ayudaran a resolver algunas ideas. La selección la hice por sensaciones, leía un texto y pensaba: «Esto lo necesito contar y cantar». Y al final he hecho un recorrido muy variado. En el disco está el Federico comprometido con Grito hacia Roma; el Federico más idílico y amante del paisaje y de su tierra, de los campos, de las cosas más andaluzas; el Federico entusiasta de los viajes; el Federico muerto de amor de los Sonetos del amor oscuro; y luego, el premonitorio que es el que me fascina por el hecho de que escribiera tantos poemas en los que parecía que estaba despidiéndose antes de su muerte. Hay una tema que es Canción de la muerte pequeña que es impresionante; también No me encontraron que es un fragmento del poema Fábula y rueda de tres amigos.

¿Está ante su obra más comprometida y personal?

Sin duda, porque la he vivido desde dentro. He intervenido en todo, desde la portada, al diseño interior, a la idea del libreto, la música, la selección de poemas... y, además, lo he podido editar con mi propio sello discográfico. Es, no sé como explicarlo, todo muy mío. Este disco es un trozo de mí.

Ahora le canta a Lorca y ya lo hizo con Miguel Hernández, ¿quién será el siguiente?

Lo bueno de Federico es que, sin darse cuenta, me ha presentado a muchos poetas de su generación que son maravillosos. Palabra de Lorca es un libro precioso de Víctor Fernández en el que se recogen todas las entrevistas y declaraciones que Federico concedió a lo largo de su vida y en la mayoría, si te das cuenta, destaca a Fulanito, Menganito. Federico me ha descubierto a mucha gente de su generación que es maravillosa como Dámaso Alonso o Vicente Aleixandre. Quiero indagar más en poetas de esa generación que han estado un poco más en la sombra, a los que él conocía, a los que él ha destacado o admirado. De alguna forma, cuando vuelva a cantar a poetas, cantaré a poetas que estén vinculados a Federico.

¿Qué le queda por explorar en el mundo del cante?

Todo, lo bueno de la música flamenca es que es un universo inagotable. Llevo treinta años cantando y aún me encuentro con grabaciones que aparecen, con formas de cantar, con cantes rescatados de generaciones anteriores, de formas distintas de decirlo... Es una música tan bestia y tan grande que me queda por explorar muchísimo. Hay cantes que se me dan mejor que otros porque el abanico es muy amplio pero yo quiero cantarlos todos. Como soy así de pesado, siempre estoy indagando en las formas cantaoras, la de Huelva, la de Cádiz, la de Málaga porque cada provincia es un mundo.

Que le digan que, hoy en día, es el cantaor de flamenco más importante que hay, más que un reconocimiento ¿es una presión añadida?

No me reconozco en esto, la verdad. Quizás aparezco más que otros o tengo una proyección diferente, pero no es algo buscado. Yo no soy lo importante, lo importante es la música flamenca y dentro de ella, por suerte, destaco a todos mis compañeros como Jesús Mendez, Antonio Reyes, Alba Heredia, Argentina, María Terremoto, que son artistas a los que deben tener en cuenta las instituciones porque hay que apoyar a la música flamenca. Con el flamenco tenemos un tesoro con un valor artístico grandioso y eso es lo importante. Nosotros somos comunicadores, nada más.

¿Está viviendo el flamenco una nueva década dorada?

Creo que sí. Soy muy optimista porque hace casi treinta años, cuando yo empecé, los grandes cantaores eran mayores y no había tanta gente joven como ahora cantando flamenco. Entonces, la media era de cincuenta para arriba; no había cantera. Con los años apareció otra gente que, por cierto me encanta y es maravillosa, que estaba en la onda de Ketama, Pata Negra... Ahora es cuando yo veo y reconozco un ramillete muy amplio de artistas jóvenes con una pasión a lo tradicional que a mí me da un alivio tremendo. Ahí está María Terremoto que es un bicho y un montón de artistas buenísimos tanto en la guitarra como en el baile. En el cante, que es lo que me toca a mí, creo que es un momento muy optimista.