Historias irrepetibles

El sueño de los hermanos Molenaar

El AZ67 se atrevió a comienzos de los 80 a desafiar a los grandes del fútbol holandés impulsados por la gestión de unos modestos exfutbolistas que hicieron fortuna en el mundo de los electrodomésticos

Imagen del el AZ67 de 1981, temporada en la que logró un histórico doblete. | LA OPINIÓN

Imagen del el AZ67 de 1981, temporada en la que logró un histórico doblete. | LA OPINIÓN / JUAN CARLOS ÁLVAREZ. málaga

JUAN CARLOS ÁLVAREZ

Los hermanos Molenaar eran unos locos del fútbol. Habían jugado durante mucho tiempo en el KFC donde compartieron vestuario durante más de diez años. Cees era defensa y siete años menor que su hermano; Klaas ocupaba el puesto de delantero. Nunca tuvieron condiciones para salir del fútbol aficionado en el que crecieron, pero su compromiso con el club y su tierra marcaría de forma decisiva sus vidas.

En el tramo final de su carrera empezaron a compatibilizar el deporte con su trabajo. En 1948 comenzaron a vender pequeños electrodomésticos, pero el gran impulso lo dieron cuando en 1953 fundaron la firma Wastora que era el acrónimo de lavadoras, aspiradoras y radios (Wasmachines, stofzuigers, radio’s). Comenzaron con un pequeño local que apenas llegaba a los cien metros cuadrados, pero su crecimiento fue extraordinario. Se convirtieron en una firma muy popular en su comarca y en poco tiempo su fama se extendió por todos los Países Bajos.

Los precios bajos suponían una tentación que disparó el número de clientes y también los ingresos de los hermanos Molenaar que, pese a la exigencia a la que les obligaba su empresa, nunca se apartaron del KFC. El club era inconcebible sin ellos. Cuando decidieron colgar las botas, comenzaron a entrenar el equipo y al mismo tiempo convirtieron su empresa en el principal patrocinador de la entidad. El KFC, que pasó malos momentos en los años sesenta, fue absorbido por el FC Zaanstreek, un club vecino que tomaba su nombre de la región bañada por el río Zaan.

Los Molenaar estuvieron involucrados en aquel proceso y su voz volvió a ser esencial cuando se planteó la fusión del FC Zaanstreek y el Alkmaar que había nacido unos años antes. Eran demasiados equipos parecidos en una región muy pequeña de Holanda y los impulsores de la idea entendieron que en la unión de ambos podrían encontrar mayor fortaleza. Nació así el AZ67. Las letras eran las iniciales de cada uno de los equipos y el dígito recordaba el año en el que se había producido el nacimiento de la nueva entidad.

Los hermanos Molenaar, que entonces ya manejaban una empresa que tenía una nave de más de 12.000 metros cuadrados, formaron parte del órgano directivo del club y aportaron 100.000 florines en un primer momento.

La idea era que el club se moviese durante un tiempo en el terreno aficionado, pero no tardaron en aparecer los primeros problemas financieros hasta el punto que en 1972, los Molenaar se vieron obligados a ponerse al frente de la situación. Solucionaron el agujero que había en el club aportando 200.000 florines y tomaron el control del club de manera oficial. Ahora eran ellos los que iban a marcar las siguientes líneas de actuación. Cambiaron la visión del AZ 67. Ya no querían un club aficionado sino ascender en el escalafón del fútbol holandés y llegar al profesionalismo. Comenzaron a echar el lazo a jugadores de mayor nivel y a contratar extranjeros. Uno de los reclamos que utilizaban para seducir a muchos futbolistas era el pago en especies que impusieron. Aparte del sueldo, los jugadores tenían acceso a todos los electrodomésticos que quisiesen de Wastora. Y el sistema funcionó.

En su primer año al frente del club lograron el ascenso a Primera División. Luego el equipo fue subiendo peldaños de forma progresiva. Séptimos en 1974, quintos en 1975 y 1976 y finalmente terceros en 1977, lo que les permitió disputar por primera vez competición europea. Pasos cortos, pero seguros. Sin correr en exceso, asentando las bases y reafirmándose cada temporada en los detalles que funcionaban.

Los Molenaar aplicaban en el fútbol el mismo proceso que había hecho triunfar su empresa de electrodomésticos y convertirla en una de las principales contratadoras de la región.

Al club comenzaron a llegar jugadores de cierto renombre. Algunos de vuelta tras una carrera importante como Van Hanegen pero otros ilustres del fútbol holandés se añadieron a un modesto club que se atrevía a desafiar a la realeza que representaban el Ajax, PSV y Feyenoord, los únicos que habían conseguido ganar la Liga en las dos últimas décadas.

Y entonces, en 1978, cuando el equipo sentía la llegada de un agitador apareció George Kessler, un técnico alemán veterano de diferentes campeonatos y que revolucionó muchos de los conceptos que parecían intocables en el fútbol holandés. Uno de ellos era el santificado 4-3-3 que la «naranja mecánica» había convertido en un símbolo de identidad para todo el país. Kessler lo tiró a la basura e impuso un 4-4-2 contra el que se revolvieron incluso los propios futbolistas. Las críticas fueron feroces en la prensa por traicionar algo que parecía sagrado e incluso llegaron a acusarle de «perezosos» porque argumentaban que el nuevo sistema implicaba menor esfuerzo y compromiso.

Kessler, a quien los Molenaar respaldaron de forma ciega, se autorreafirmó con todo aquel clima en contra. La paciencia y la mezcla del talento holandés con el carácter alemán que aportaba desde el banquillo acabó por dar sus frutos a lo grande. Sucedió después de que el proyecto sufriese un mazazo importante.

En 1979 Cees Molenaar falleció a los 51 años a causa de una leucemia y dejó solo a Klaas al frente del proyecto común que habían creado. Pasó meses tratándose en Houston de la enfermedad pero su caso no tenía solución. Su pérdida fue como el espaldarazo anímico que el AZ67 necesitaba para dar el paso que les faltaba. Cees no pudo disfrutar por muy poco de la inolvidable temporada 1980-81 en la que el equipo fue un martillo. Anotó 101 goles, perdió un solo partido y ganó en los estadios del PSV, del Ajax y del Feyenoord. El 3 de mayo y a falta de seis jornadas para que concluyese la Liga una exhibición en su visita a Rotterdam para medirse al Feyenoord (1-5) les dio el primer título de Liga de su historia.

Los hermanos Molenaar conversan.

Los hermanos Molenaar conversan.

Alkmaar y la región que baña el río Zaan vivieron una fiesta inolvidable que duró varios días con sus correspondientes noches y que seguramente impidió que el equipo compitiera mejor en la final de la Copa de la UEFA para la que se habían clasificado. Kessler seguramente hubiera preferido que el título liguero se retrasase unos días porque «ue imposible contener la alegría de los jugadores y de la gente». El miércoles siguiente jugaron la ida de la final en Portman Road contra el Ipswich y encajaron un 3-0 que ponía prácticamente imposible pelear por el título.

Pero aquel grupo de jugadores tenía algo especial. Prepararon a conciencia el encuentro de vuelta que, como los grandes compromisos europeos que afrontaron esos años, se disputó en el estadio olímpico de Amsterdam. Con un público entregado, el AZ se lanzó a por el Ipswich que se adelantó en el marcador en su primera llegada pero que luego se veía impotente para frenar aquel manantial de juego. Marcaron Welzl, Metgod, Tol y Jonker, que firmó el 4- 2 con veinte minutos que se le hicieron interminables a los británicos. El AZ se quedó cerca de añadir a su palmarés un título europeo, pero el esfuerzo de aquella noche permanece sin duda como uno de los grandes días de su historia. Unos días después volvieron a ese mismo escenario para enfrentarse al Ajax en la final de la Copa holandesa en la que se impusieron por 3-1 para completar un año que estuvo muy cerca de ser perfecto. Klaas Molenaar siempre lamentaría que su hermano no hubiera sido capaz de ver hecho realidad el sueño que tuvieron cuando iniciaron la aventura al frente del club. El AZ 67 sumaría otro título de Copa al año siguiente (1982) aunque al equipo ya le costó afrontar la etapa que vino después de aquella hemorragia de alegría.

Klaas Molenaar anunció en 1985 que estaba cansado y que sin su hermano sentía que era el momento de dejar el club. Vivió diez años más, sin imaginarse que el equipo al que había dedicado parte de su vida acabaría por vivir otra crisis durísima, una refundación como AZ Alkmaar y que en 2009 alcanzarían su segundo título de Liga con un tal Louis Van Gaal en el banquillo.