El Mufeo ya no existe. Fue demolido hace años. Nunca debió ser construido porque parte de sus cimientos se apoyaban en el oculto Teatro Romano.

El nombre del edificio respondía a un nuevo concepto de los centros de cultura. En todas las capitales de provincia y en las grandes ciudades, medianas e incluso pequeñas, se construyeron Casas de Cultura, que dotaron a los municipios de un centro adecuado para la celebración de actos culturales como exposiciones, conferencias, proyecciones cinematográficas, conciertos, sesiones de teatro..., amén de compartir en muchos casos con un insustituible medio de cultura como son las bibliotecas.

Cuando se inició la construcción de lo que se inauguró como Casa de Cultura en la calle Alcazabilla sobre el Teatro Romano -¡vaya atentado contra la cultura!, los malagueños se preguntaban qué iba a albergar el edificio que se empezaba a levantar muy lentamente, una construcción de extraña arquitectura, con ventanucos más que ventanas. La respuesta a la lógica pregunta era un tanto ambigua. «Esto para un museo», se decía. Como el edificio avanzaba y el diseño no gustaba, la gente empezó a llamarlo el mufeo, porque de bonito tenía bien poco. Esto ocurrió hacia los años cuarenta y tantos del siglo pasado.

Muchos malagueños de aquella época seguro que saben a qué me refiero. Ya no existe, pero para mis contemporáneos, la Casa de la Cultura seguía siendo el mufeo. En honor a la verdad hay que reconocer que el interior, con acogedor patio enchinado y las salas de lectura de la biblioteca, salón de actos etc., ofrecía mucho mejor aspecto que el exterior.