Con la designación de Ángel Herrera Oria como obispo de Málaga, la obra educativa de la diócesis sufre un giro profundísimo. Don Ángel, muy sensibilizado por los problemas socio-culturales de su época, en los que, sin duda alguna, destacaban la gravedad del analfabetismo, proyectó el espíritu social cristiano en la fundación, en mayo de 1951, del Patronato Diocesano de Enseñanza, «con la finalidad de ejercer los derechos de la Iglesia en materia de enseñanza y colaborar con el Estado en la Obra educacional», destaca Francisco José González Díaz, actual secretario técnico de la Fundación Diocesana de Enseñanza. El 85% de la orografía de la provincia de Málaga era montañosa, con una población diseminada en núcleos aislados, de difícil acceso, con grandes carencias, razón por la que su preocupación fuese la de «incorporar la población dispersa a la vida social, humana y cristiana, mediante la elevación de la cultura», haciendo de la escuela un centro de vida común.

En los años siguientes, promovidas precisamente por esa urgencia de la educación, el aún Patronato levantó 265 escuelas rurales y cinco centros de magisterio rural para la formación del profesorado, de los que se beneficiaron 83 municipios, encuadrados en trece arciprestazgos, incluida Melilla.