Francisco Javier Lara ha sido precoz en todo: montó pronto un exitoso despacho jurídico, fue diputado del Colegio de Abogados de Málaga muy joven, fue elegido decano del colectivo con poco más de cuarenta años y, tras ocho años en el cargo, deja su puesto a Salvador González, el candidato que se impuso en las elecciones del pasado miércoles, 28 de octubre. Va a ser recordado como uno de los decanos más batalladores y reivindicativos de toda la historia del colectivo. Ahora, con la conciencia tranquila por el deber cumplido, se centrará en su despacho y escuchará las ofertas que puedan llegarle.

Ocho años como decano de los abogados malagueños. ¿Ha conseguido llevar la institución al lugar al que se propuso ponerla?

Sin duda, creo que hoy el Colegio ocupa un lugar destacado en la sociedad malagueña, participando muy activamente y siendo muy bien considerado en la vida social, cultural y política. También el Colegio de Málaga se ha situado, a nivel nacional e internacional, como uno de los más importantes de Europa en los servicios que presta a los colegiados, en la formación -y expresamente cito el Congreso Jurídico de la Abogacía ICAMALAGA-, en su función social, en el papel en la abogacía institucional y, cómo no, en su carácter reivindicativo de los derechos de los colegiados y de los ciudadanos.

¿Ha merecido la pena? Me refiero a personal y laboralmente...

Sin duda. Siempre estaré en deuda con el Colegio porque para mí ha sido una gran experiencia, un altísimo honor ser el decano de los abogados malagueños y haber podido participar en la recogida de frutos después de tanto trabajo. Laboralmente, por mi manera de ser le aseguro que he perdido clientes por desatención del despacho; pero como digo, sin duda, este máster ha valido la pena.

Usted organizó la primera manifestación togada contra las tasas judiciales. Aquello se ganó. ¿Cómo lo recuerda?

Con una emoción increíble. A los pocos días de tomar posesión movilizamos a más 3.500 personas. Fuimos portada de todos los periódicos y abrimos todos los telediarios. Ahí empezó a reaccionar la abogacía institucional, porque la batalla de las tasas no se iba a ganar en los despachos del Ministerio.

Ha tenido enfrentamientos continuos con la Junta a cuenta del Turno de Oficio. ¿Está hoy este servicio en el lugar que merecía?

No. Rotundamente, no. Está mucho mejor. Ya no se nos paga por porcentajes; no hay retrasos (antes eran de un año de manera histórica y permanente); se han aumentado las guardias; se ha conseguido que se reconozca nuestra labor por parte de muchos ayuntamientos; pero, sin duda, hasta tanto no se nos paguen cantidades dignas, no estará en el lugar que merece.

Uno de sus caballos de batalla ha sido que se respete a los abogados, es decir, que los jueces y fiscales les hablen bien, que se les tenga en estima profesional y que no se suspendan continuamente juicios y vistas. ¿Considera que lo ha conseguido?

Ha mejorado mucho, pero queda trabajo por hacer. Es necesario una Ley del Derecho de Defensa que impida la confusión que lamentablemente tienen muchos órganos judiciales aún. La independencia del poder judicial no ampara los abusos de poder, las malas formas con los abogados y los ciudadanos. Es decir, quien continúe, se encuentra con un camino iniciado, pero mucho trabajo por hacer.

¿Cree que la Administración de Justicia ha mejorado en algo desde que usted llegó?

La Administración de Justicia es un enfermo en fase terminal. Mejora por momentos a base de tratamientos de choque, pero vuelve a empeorar rápidamente. Hasta que no exista voluntad de todos, en especial de los políticos, de reformarla íntegramente, no tendrá arreglo y sólo parches. Y si hablamos de parches, sí está mejor ahora que en 2012.

Dígame cuál ha sido su mejor momento como decano...

Cada vez que he recibido el respaldo de mis compañeros en muchas decisiones tan duras como difíciles. Cuando hemos tomado una línea en mi Junta de Gobierno y hemos tenido el respaldo de los colegiados. Esos son momentos impagables.

¿Y el peor?

Ha habido momentos duros y difíciles. Pero con transparencia, honestidad y trabajo, los hemos superado sin que tenga la sensación de que me haya quedado alguna herida o cicatriz.

¿De quién ha aprendido más?

El Decanato ha sido un máster amplísimo sobre muchísimas materias. He aprendido de muchas personas, instituciones, de mi Junta, de mis errores€

¿Qué le hubiera gustado cambiar y no ha podido?

Las sedes judiciales, el pago digno a los abogados de oficio o que el Poder Judicial reconozca en plano de igualdad a los abogados. Un ejemplo es la citación judicial como investigado en la que me he visto inmerso por exigir que se cumplieran las medidas de seguridad para los abogados en un momento tan crucial como fue el confinamiento durante el primer estado de alarma, en el mes mayo. Hay jueces que siguen mirándonos por encima del hombro y nos tratan como a operarios de segunda, cuando en realidad somos actores necesarios e imprescindibles. Agradezco de corazón, eso sí, el respaldo de mis compañeros de toda España, he recibido miles de mensajes de apoyo. Me ha emocionado.

¿Cuál es el siguiente paso en su carrera, más allá de seguir al frente de su despacho: política, la abogacía institucional...?

En el momento en que tome posesión la nueva Junta de Gobierno, me dedicaré al 100% a mi despacho. Si bien no tengo oferta de ningún tipo, le digo que aún no tengo 50 años y, por supuesto, si llegase alguna oferta profesional, política o institucional, la valoraría. Pero hoy por hoy no existe nada al respecto.

¿Qué le pide al nuevo decano?

Que sea justo, humilde, trabajador y que siempre piense, por encima de todo, en los abogados, en la Abogacía, en la institución, y no tenga miedo a defender lo que considere justo.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho en estos años?

Bueno, ha habido cientos de reconocimientos a la honestidad, valentía, dedicación al Colegio y a la defensa de la profesión.

¿Y lo más feo? Que se pueda contar, claro...

Nada ha sido de la gravedad o seriedad necesaria para que ni siquiera lo recuerde.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Como alguien que cumplió con todo aquello a lo que se comprometió y no se amilanó ante nada ni ante nadie a la hora de defender a los abogados.