Crónicas de la ciudad
Alicaídas instalaciones de Emasa en Teatinos
En la calle Mesonero Romanos la larga tapia de Emasa luce descolorida, con desconchones y pintadas. Necesita un repintado urgente
Dirigir una gran ciudad como Málaga debe asemejarse al número de los platos chinos. Ya saben, aquel en el que el artista va sumando más y más platos que de milagro bailotean en precario equilibrio sobre palos flexibles.
Sin embargo, son tantos los platos que mantener en baile frenético que raro es que alguno no termine más perjudicado que un opositor a Putin a la hora del café.
Y así, frente a los eslóganes oficiales que nos recuerdan que Málaga es «referencia» en una u otra rama del saber, siempre hay algún simbólico plato que se cae en el momento más inoportuno, como el sucio Punto Limpio Móvil que, desde hace años, recorre con su ajado aspecto y cochambre todos distritos de Málaga y del que hablamos hace unos días.
También es un plato, por lo menos de mal gusto, la sede municipal del Hospital Noble, con una parte trasera que es un compendio de horrores, por el desvarío de cables que exhibe.
Ahora que La Malagueta ha sido rehabilitada, llama todavía más la atención el contraste entre el precioso coso taurino y la desmadejada sede municipal, que bien puede confundirse con una montaraz comunidad de propietarios.
Otro rincón de nuestra ciudad que necesita un arreglo, para que no sea confundido con un solar abandonado son las instalaciones de Emasa en Teatinos.
El equipamiento ocupa una considerable parcela en la calle Mesonero Romanos, la calle que sube desde la fuente de los Colores, en la plaza de Sandro Botticelli.
En esta larga vía se encuentra una moderna residencia de estudiantes, un moderno centro ciudadano y centro deportivo, la antigua hacienda de Teatinos, con sus cursos para altos directivos, y en medio, una tapia cochambrosa y descolorida, la de las instalaciones de Emasa, que parecen ir a juego, por su aspecto dejado, con las caballerizas de los coches de caballos que desde hace cerca de veinte años conviven con los vecinos.
El personal que pasea por la calle se creerá transportado a algún rincón paradisíaco de la antigua Alemania Oriental, por esa tapia de colores desvaídos, alguna importante grieta que la jalona y por las pintadas de grandes caracteres que, poco a poco, van extendiéndose por este deprimente muro.
Cierto que son muchos los platos que mantener a la vez en difícil equilibrio. Esta crónica sólo pretende avisar de la próxima rotura de uno de ellos. Para que vuelva a recuperar la solidez de antaño sólo hay que repintar la tapia para que deje de estar a juego con los establos.
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