Crónicas de la ciudad

Los tres adjetivos comodín del político malaguita

Desde hace 30 años todo chirimbolo o equipamiento que se promueve en Málaga recibe de los cargos públicos tres adjetivos que han desgastado por exceso de uso

El Teatro Romano y la Alcazaba, al anochecer.  | L.O.

El Teatro Romano y la Alcazaba, al anochecer. | L.O. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Entre las jergas profesionales de más impacto en los medios sin duda la política se lleva la palma, y no porque dejen arrobado al personal con un verbo digno de Ortega, María Zambrano o Demóstenes sino porque no paran de hacer declaraciones.

De hecho, cada vez se lleva más entre nuestros cargos públicos tanto la economía de medios como los lugares comunes, como si en vez de secretarios de Estado, ministros, consejeros o presidentes fueran Messi o Sergio Ramos en rueda de prensa. Pero los políticos, no lo olvidemos, no son extraterrestres sino el reflejo de nuestra sociedad.

En el caso de Málaga, llama la atención que, incluso a la hora de realzar algún proyecto urbanístico que tienen entre manos, ya sea el auditorio de San Andrés, el rascacielos del puerto, el hotel de Moneo o el gastrobar cultural del Astoria, nuestros políticos siempre echan mano de los tres mismos adjetivos, cuando lo que se esperaría de ellos es lo contrario, cierto derroche verbal para predisponer al personal pero también porque habrá adjetivos que casen mejor con un proyecto que con otro.

Servidor desconoce si algún examen de ingreso es condición sine qua non para ser admitido en las juventudes o generaciones de los partidos. Si fuera así, seguro que puntuaría, y mucho, la ‘pobreza laudatoria’, es decir, aquel aspirante que loe con parquedad proyectos que su formación respalde, sea estadio de fútbol, plaza de toros o sambódromo.

Para ello, deberá utilizar los tres únicos adjetivos que el político malagueño emplea a lo largo de su vida pública: ‘emblemático’, ‘icónico’ y ‘referente’.

Con el mero uso de este trío calificativo, el aspirante a cargo público se habrá hecho valer.

Eso sí, la pobreza idiomática de nuestros representantes a la hora de ensalzar lo que promueven tiene el riesgo de desgastar las tres dichosas palabras.

Y así, en los últimos 30 años, han sido tantos los chirimbolos, equipamientos culturales, deportivos, turísticos o sociales calificados por nuestros políticos como ‘emblemáticos’, icónicos’ o ‘referentes’ que muchos malagueños ya no nos creemos un pimiento tan cansino fuego verbal de artificio.

Pero incluso si hubiera que hablar de construcciones ‘icónicas’ de Málaga, resulta que siguen siendo las de siempre: el Teatro Romano, la Alcazaba, Gibralfaro, la Catedral, la Farola y la calle Larios, como representación de su Centro del XIX.

Pese a tanto edificio ‘icónico’ coreado, ninguno ha alcanzado ni por asomo la categoría de los anteriores. ¿Y no será que no hay que exagerar tanto?