Crónicas de la ciudad

Los baños del siglo XIX salvados por un cine y un garaje

Aunque choque la convivencia de los Baños de Las Delicias, de 1840, con un garaje, al final han terminado evitando su destrucción, como ya hizo el cine de verano

Restos del salón de los Baños de Las Delicias, en una foto tomada el año pasado.

Restos del salón de los Baños de Las Delicias, en una foto tomada el año pasado. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Juzgar la Historia en lugar de interpretarla, como vemos desde hace tiempo en Estados Unidos con el derribo de tantas estatuas de Colón e incluso del pacífico fray Junípero Serra, puede llevar a que el creciente Cuerpo Internacional de Censores acabe condenando la escultura sedente de Picasso en la plaza de la Merced y otras del mayor genio artístico del siglo XX, acusado de una turbulenta vida sentimental. Confiemos en que esta conjura de los necios inquisidores nunca se haga realidad.

En la misma línea, tampoco hay que juzgar con excesiva dureza al gobernador civil Antonio María Álvarez, al que si bien la vida le deparó opíparos negocios urbanísticos en la Málaga del XIX, los realizó siguiendo el espíritu de la época, aunque también es verdad que, incluso entonces, hubo alguna resistencia administrativa ante algunos de sus emprendimientos.

El caso es que, como nos recuerda la académica y antigua archivera municipal, Mari Pepa Lara, en 1837, un año después de que el convento de San Francisco fuera desamortizado, don Antonio María fue el único postor de los terrenos.

En el solar levantó en 1840 una plaza de toros de la que hace unos años se dio a conocer una foto de los tendidos. En 1842, en parte de la huerta franciscana, hizo realidad los Baños de Álvarez o de Las Delicias.

Mari Pepa Lara nos cuenta cómo los bañistas podían otear desde las ventanas que daban al salón del Liceo de Málaga (el antiguo Conservatorio María Cristina) los bailes y conciertos.

De este complejo, que llegó a visitar la Reina Isabel II en 1862, nos queda milagrosamente la parte más bonita, pues el resto eran habitaciones con tinas para baños medicinales.

Como esos insectos de tiempos pretéritos conservados en gotas de ámbar durante miles de años, el salón de descanso de los Baños de Las Delicias continúa en pie en nuestros días gracias al azar urbanístico: tras la ‘riá’ de 1907, las instalaciones quedaron inutilizadas hasta que en 1929 se abrió el cine de verano Las Delicias y después de que cerrara en 1943, el cine dio paso a un garaje.

Los dos equipamientos prolongados en el tiempo salvaron los Baños de ser sustituidos por algún bloque de olvidable factura. Aunque hoy veamos con estupor que un garaje privado tenga en su interior un hermoso templete del XIX con ocho esbeltas columnas y las arcadas que lo rodean, primero el cine y luego el garaje lo salvaron de una más que probable destrucción. No seamos tan duros juzgando. Seguro que algún día podrá ser admirado por todos.