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Un siglo del desastre de Igueriben

La Asociación Torrijos 1831 organiza por primera vez en Málaga una exposición sobre la derrota de Igueriben, la posición del comandante Benítez en la Guerra de Melilla, de la que el 21 de julio se cumplen cien años, la antesala del Desastre de Annual.

El historiador Esteban Alcántara, con uno de sus dibujos sobre el asedio de Igueriben, que forma parte de la exposición.

El historiador Esteban Alcántara, con uno de sus dibujos sobre el asedio de Igueriben, que forma parte de la exposición. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El 21 de julio de 1921, tras siete días de asedio, las fuerzas rifeñas encabezadas por Abd el-Krim realizaron el asalto final al cerro de Igueriben, donde resistían el comandante de El Burgo Julio Benítez y sus hombres, después de negarse a rendirse y de aguantar en condiciones inhumanas.

La masacre rifeña fue el prolegómeno, al día siguiente, de la muerte de cerca de 12.000 españoles -afirman algunos historiadores- que fueron abatidos mientras abandonaban la vecina posición de Annual, situada a 5,5 kilómetros de Igueriben.

Retrato del comandante Julio Benitéz y perfil de las posiciones española y rifeña en Igueriben.

Retrato del comandante Julio Benitéz y perfil de las posiciones española y rifeña en Igueriben. / A.V.

Las dos acciones se enmarcan en el famoso Desastre de Annual, la derrota española más sangrienta de la Guerra de Melilla. La Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831 ha organizado la primera exposición sobre la tragedia de Igueriben, con motivo de su centenario.

‘La epopeya de Igueriben: Marruecos 1921’, inaugurada el pasado jueves, puede verse hasta el día 20 en el Centro de Interpretación Torrijos, en el antiguo refectorio del convento perchelero de San Andrés (visitas lunes y miércoles de 10 a 12.30 horas; martes y jueves de 18 a 20 horas).

Además, el miércoles 21 Esteban Alcántara impartirá una conferencia en el MUPAM sobre la resistencia del comandante malagueño y sus hombres.

Como hace una década ya explicó a esta misma sección, la afición por Igueriben le surgió cuando hizo el campamento militar de cabo de guardia en el Benítez. Además de estudiar la Guerra de Melilla y dibujar en los 80 un cómic sobre Igueriben y Annual, en 1989 Esteban Alcántara visitó los escenarios del Desastre y en el cerro de Igueriben localizó munición original, parte de la cual puede verse en la exposición.

El historiador en el cerro de Igueriben, en 1989.

El historiador en el cerro de Igueriben, en 1989. / A.V.

«Hay que pensar que en un solo día, la guarnición española entera podía disparar 6.000 cartuchos», explica.

En la muestra, en la que colabora la Agrupación de Miniaturistas Militares ‘Comandante Benítez’, puede verse también por vez primera una maqueta de la posición española en la que Julio Benítez perdería la vida. Cinco años más tarde sería recordado en Málaga capital en un monumento que fue inaugurado por los Reyes de España y que en la actualidad se encuentra en el Parque.

Maqueta del campamento de Igueriben.

Maqueta del campamento de Igueriben. / A.V.

Un asedio cruento

Para representar con realismo cómo fue el terrible asedio de esta posición al sur del pequeño poblado y valle de Annual -en Annual se concentraban en tres campamentos, el grueso de las fuerzas españolas, incluido el puesto de mando del general Silvestre- el historiador Esteban Alcántara ha realizado durante dos meses varios dibujos que pueden verse en gran formato.

Como explica, pese a que el asedio rifeño fue mermando las posibilidades de salir con vida de los españoles, «el comandante Benítez fue alguien muy paternalista con su tropa y no hubo indisciplina, algo que creo que tuvo mucho que ver con el trato que daba a la gente».

En uno de los dibujos puede verse el convoy de 70 mulos que les llevó agua por última vez. Fue poca, porque los hombres de Abd el-Krim dispararon a las cubas y las agujerearon, además de abatir a los animales, lo que provocó un intenso olor a putrefacción en los días siguientes y obligó a los españoles a cubrirse la cara.

Otro de los dibujos de la muestra.

Otro de los dibujos de la muestra. / A.V.

También tuvieron que convivir con la morgue, una tienda en la que se apilaban los muertos por el enemigo, algunos de ellos alcanzados por piezas de artillería robadas a los españoles. «Se apilaron en una morgue porque el suelo era muy duro y no podían enterrarse», explica. Con ilustraciones como estas dos, Esteban Alcántara comenta que ha querido resaltar la crudeza del asedio, algo que en ocasiones se ha pasado por alto.

En cuanto al número de bajas, el historiador recuerda la tradición de que «unos 13 o 14», de cerca de 350, fueron los únicos que lograron llegar a Annual. Sin embargo, destaca que «hay historiadores que señalan que se salvaron unos cincuenta», la mitad de los cuales habrían sido hechos prisioneros, y formaron parte de los que fueron liberados después de que el Rey de España pagara un importante rescate.

Los espadines del teniente

Entre los militares que perdieron la vida junto al comandante Benítez se encontraba el teniente Justo Sierra. El pasado jueves, su nieto Francisco Sierra visitó la exposición y mostró dos espadines originales de su abuelo, fallecido cuando tenía unos 33 años.

Esteban Alcántara con Francisco Sierra, sus hijos y Juan Carlos Valdivia, presidente vecinal de Ciudad Jardín, con los espadines de Justo Sierra.

Esteban Alcántara con Francisco Sierra, sus hijos y Juan Carlos Valdivia, presidente vecinal de Ciudad Jardín, con los espadines de Justo Sierra. / A.V.

Como explica Francisco, su abuelo estuvo destinado en el Cuartel de Capuchinos, donde vivió con su familia, antes de marchar al Protectorado Español de Marruecos. Tras fallecer en Igueriben, el 11 febrero de 1926, Alfonso XIII, además de inaugurar el monumento al comandante Benítez visitó las obras de Ciudad Jardín, donde los promotores le regalaron una casa, que el monarca entregó a la viuda de Justo Sierra y su familia.

La caja que guardaba la llave de la casa de Ciudad para Alfonso XIII, vivienda que regaló a su vez a la viuda del teniente Justo Sierra.

La caja que guardaba la llave de la casa de Ciudad para Alfonso XIII, vivienda que regaló a su vez a la viuda del teniente Justo Sierra. / A.V.

Francisco vive aún en esa casa de Ciudad Jardín (avenida Jorge Silvela,32) y todavía conserva la caja de madera que guardaba la llave de la vivienda, que el Rey entregó a su abuela. Son retazos de un drama vivido hace ahora un siglo y que por primera vez puede revivirse y estudiarse en Málaga en una completa exposición.