Tribuna

¿Para qué sirve un depósito?

Al hilo de la reciente demolición por la Autoridad Portuaria de dos antiguos depósitos de agua, el presidente de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga (APIDMA) expone el ejemplo de varios depósitos antiguos que, en diferentes puntos de España y Portugal se han conservado y en algunos casos reconvertido con éxito en atracciones turísticas y espacios culturales

Uno de los depósitos de agua demolidos en el Puerto de Málaga.

Uno de los depósitos de agua demolidos en el Puerto de Málaga. / Archivo Francisco Rodríguez Marín

Francisco Rodríguez Marín

Una insuficiente información puede llevar a interpretar que bajo la categoría de patrimonio industrial se cobija, exclusivamente, a la arquitectura y las máquinas directamente involucradas en la actividad productiva.

Un documento de rango internacional, la carta de Nizhny Tagil, elaborado por TICCIH (2003), es claro en este sentido: «El patrimonio industrial se compone de los restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y depósitos […] medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales relacionadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación».

Esta clarificadora definición –de aceptación universal- ha pasado al ordenamiento jurídico de España, donde la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía (2007) reconoce categorías como el paisaje industrial. En esta larga enumeración se cita expresamente a los depósitos utilizados para almacenaje.

Recientemente hemos asistido a la destrucción de uno de estos elementos en el puerto de Málaga, para el que APIDMA había solicitado reiteradamente su conservación. Pero no en todos los lugares se trata así al patrimonio.

El depósito de Tavira, reconvertido en cámara oscura.

El depósito de Tavira, reconvertido en cámara oscura. / Archivo Francisco Rodríguez Marín

La cámara oscura

Un ejemplo meritorio lo tenemos en la localidad portuguesa de Tavira, situada en el Algarve. En la zona alta del pueblo se emplaza un depósito de agua que, por gravedad, distribuía el líquido vital entre la población. Es un depósito de hormigón armado de 1931, que ni es especialmente antiguo (la antigüedad quedó eliminada como valor patrimonial hace mucho tiempo) ni especialmente valioso desde el punto de vista arquitectónico.

Cuando por insuficiente quedó obsoleto las autoridades municipales, en lugar de demolerlo, lo reconvirtieron (con muy poco costo) en una cámara oscura. Desde su interior -aprovechando su estanqueidad- pueden contemplarse sorprendentes imágenes dinámicas en tiempo real de la población, aplicando un principio físico conocido desde la época de Aristóteles. Desde su inauguración en 2004 este depósito de agua viene prestando un valioso servicio como recurso turístico de la localidad. Demolerlo habría sido la opción más torpe, y han sido la imaginación y la creatividad la que le han proporcionado una nueva vida y utilidad a la sociedad.

La Torre del Agua de Barcelona.

La Torre del Agua de Barcelona. / Archivo Francisco Rodríguez Marín

La Torre del Agua

En pleno barrio de Poblenou, en Barcelona, se hallaba la fábrica Girona-Macosa, especializada en metalurgia y material ferroviario. La remodelación del litoral con motivo de los juegos olímpicos de 1992 ocasionó la demolición de la fábrica y la construcción sobre su solar de un parque y viviendas. Únicamente perdura la denominada Torre de las Aguas del Besós, un imponente depósito de 63 metros de altura realizado en ladrillo por el arquitecto Pere Falqués en 1882. Debidamente rehabilitada e identificada mediante una lápida que recuerda su historia, constituye un hito referencial de este barrio de especialización industrial.

Antiguo depósito de crudo en Tenerife, reconvertido en el espacio cultural El Tanque.

Antiguo depósito de crudo en Tenerife, reconvertido en el espacio cultural El Tanque. / Archivo Francisco Rodríguez Marín

De depósito a espacio cultural

Aunque no almacenase agua, sino crudo, también cabe referirse al enorme depósito de 51 metros situado cerca del puerto de Tenerife. La remodelación de la zona y la construcción de un auditorio por Santiago Calatrava dejaron fuera de lugar a esta infraestructura industrial. Una acertada intervención del arquitecto Juan Espinosa y el artista Sergio Brieto lo reconvirtieron en el espacio cultural El Tanque, gestionado por el Cabildo Insular Canario. La habilitación (más que rehabilitación) se hizo merecedora de un premio del Colegio de Arquitectos de Canarias, además de un unánime reconocimiento que situó a Tenerife en el mapa de las soluciones arquitectónicas ingeniosas y creativas.

El depósito de Salamanca

Por supuesto que no siempre se solventan los conflictos de una forma tan afortunada. Es el caso del depósito de agua de Campoamor, en Salamanca. Las asociaciones vecinales regalaron, altruistamente, el proyecto y las recreaciones 3D para su conversión en un espacio expositivo que habría constituido el centro neurálgico del parque que se extiende en derredor. Lamentablemente, la miopía de los gestores municipales llevó a la demolición del depósito en el año 2002, el mismo año en el que la ciudad detentó el título (quizás inmerecido) de Ciudad Europea de la Cultura.

El caso de Málaga

Málaga, en la cresta de la ola por su más que notable infraestructura museística y cultural, ha sido privada de una nueva oportunidad. El depósito de aguas del puerto habría podido ser dotado de utilidad o, en el peor de los casos, trasladado como elemento referencial de la actividad productiva portuaria. Absurdas disquisiciones acerca de su antigüedad y naturaleza lo han llevado a la destrucción, poniendo de relieve que lo que falta en la ciudad no son dignos profesionales capaces de actuaciones meritorias, sino dirigentes políticos sensibles y debidamente formados.