Obituario

Fallece Fernando Ramos, el alma de la Catedral de Málaga

Hoy falleció este inolvidable, irónico y sabio maestro, durante lustros aparejador de la Catedral y director de la escuela taller del Templo Mayor

Fernando Ramos, en 2000.

Fernando Ramos, en 2000. / L.O.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Este miércoles nos ha dejado Fernando Ramos, el que durante muchos años fuera el ejemplar e insustituible aparejador de la Catedral y la Diócesis de Málaga y director durante lustros de la Escuela Taller de la Catedral.

Fernando Ramos ha sido un lujo para nuestra ciudad, un sabio entregado a su vocación de conservar el Patrimonio de Málaga y formar a las generaciones futuras en esta sensibilidad.

No era casualidad que Fernando compartiera apellido con el gran Antonio Ramos, el maestro mayor de la Catedral de Málaga durante el siglo XVIII. A los dos les unía la sapiencia y el amor por el Templo Mayor, una implicación que iba más allá del cometido profesional y se había convertido en seña de identidad, en un compromiso que mantuvo incólume a lo largo de toda su vida.

Era este sevillano abierto al mundo, culto, irónico y cordial una enciclopedia de saberes antiguos, de los fundamentos de la construcción de generaciones pasadas, capaz de conocer cientos de palabras que habían sido arrolladas por el tiempo y que él empleaba como vestigio de un mundo de maestros que debía mantenerse.

Fernando Ramos fue el médico y psicólogo de la Catedral de Málaga, dotado para conocer todas sus dolencias y anhelos, capaz de conocer piedra a piedra no sólo sus males, también su historia, de la que era un profundo conocedor.

En 1997 emprendió la aventura de poner en marcha la Escuela Taller de la Catedral y en las sucesivas promociones formó a centenares de alumnos.

Con Francisco García Mota en la terraza de la Catedral, en 2008.

Con Francisco García Mota en la terraza de la Catedral, en 2008. / Carlos Criado

A comienzos del 2000 Fernando y el deán don Francisco García Mota formaron un tándem inolvidable que sacó los colores a las autoridades cuando se agudizaron las goteras del Templo Mayor y comenzaron los desprendimientos de piedras. El aparejador contempló con aflicción la solución adaptada por la Junta de Andalucía, la fallida ‘segunda piel’ y predijo que no llegaría a buen puerto, como así ocurrió.

Durante su larga vinculación con la Catedral, a la que estaría unida hasta bien pasados los 70, defendió con tesón su conclusión, pues siempre sostuvo que las obras seguían paralizadas y era ilógico y perjudicial mantenerlas en ese estado.

Suya fue la argumentación que recordaba que ninguna unidad de la Catedral de Málaga estaba concluida y que por no tener, no tenía ni sacristía. Colocarle ese tejado que aguarda desde hace más de 250 años sería el mejor homenaje para este profesional ejemplar al que Málaga tuvo la dicha de tener al frente de su monumento más querido.

La misa en su recuerdo será esta tarde a las 5 en Parcemasa.

Descanse en paz.