Crónicas de la ciudad
La loma que recrea la cultura megalítica en Málaga
Sin pretender guiño arqueológico alguno, las grandes rocas depositadas en este cerro próximo al Asilo de los Ángeles evocan la cultura de Menga y compañía
El colectivo de los ‘soltadores de escombros’ es un grupo humano que, desde el punto de vista de los logros civilizatorios, todavía no ha abandonado la época de las cavernas y, en cierta manera, en ocasiones hasta se permite hacer guiños a la Edad de Piedra, aunque sea sin pretenderlo.
Tan intrincado mensaje no deja de ser normal. A fin de cuentas, los arqueólogos todavía se rompen la cabeza a la hora de averiguar qué demonios nos quieren decir las pinturas rupestres y algunas construcciones megalíticas.
Y precisamente, un mensaje pétreo hecho con grandes rocas es lo que los soltadores de escombros han dejado para la posteridad en un rincón bastante peculiar de Málaga, del que esta sección ha hablado en alguna ocasión.
Se trata de un alargado cerro que extiende sus dominios entre la calle Máximo Gorky, donde se encuentra el Centro de Salud de La Roca y la avenida de Valle-Inclán. De hecho, da la impresión de que la colina podría formar parte de las primeras estribaciones del vecino Cerro Coronado, cortadas por la rauda avenida.
El abandono en que se encuentra, sólo mermado por las plantaciones que hacen los vecinos, quizás estribe en que el PGOU actual proyecta un gran equipamiento público en la parte del cerro más próxima a la calle de Pedro Gómez Sancho, así que mientras tanto, que ahí se las componga.
Porque tras subir a la colina por esta última calle, en realidad una humilde trocha, el peatón descubrirá un ingente material de desecho que las hierbas sólo han podido tapar en parte.
Lo más llamativo del conjunto es el número de pedruscos de tamaño ciclópeo espurreado por la loma, algunos de ellos, un extraño conglomerado que en absoluto parece moldeado por la Naturaleza.
La aparición de hierros oxidados saliendo de algunas rocas y hasta cables que emergen de la tierra nos da una idea de la capacidad de movilización de los deparadores de escombros. No hay que olvidar que los alrededores del Cerro Coronado son un lugar habitual para convertir lo bello en ‘basuraleza’, así que estos pedruscos no son una excepción.
Las rocas, eso sí, bien pueden evocan algún santuario megalítico, observatorio prehistórico de la bóveda celeste o cualquier otro equipamiento municipal de los tiempos de Menga.
Con la avenida de Valle-Inclán casi al alcance de la mano, lo que queda es un bonito descenso en el que el paseante, si bien ya no tiene que sortear rocalla, sí que deberá estar aliquindoi por las cacas de perros. Bucólico.
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