Crónicas de la ciudad

Recorrido oficial: un día en las carreras cofrades

El circuito monegasco del recorrido oficial, además de perjudicar a visitantes y malagueños representa el triunfo del negocio y el mal gusto

Instalación de tribunas, hace unos días.

Instalación de tribunas, hace unos días. / Álex Zea

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El pasado Domingo de Ramos, el archivero de la Catedral e investigador Alberto Palomo mostraba su preferencia por esos tiempos en los que la Semana Santa de Málaga iba a la par con el calendario litúrgico, sin el batiburrillo actual de traslados, coronaciones y salidas cada vez menos extraordinarias.

Es evidente que la Semana Santa de Málaga se expande, como ya lo hacen las Navidades y el mismísimo universo. Lástima que junto a este fenómeno siga ensanchando sus dominios cierto espíritu fallero, que se comporta como ese invitado a una cena que da la nota y nos agua la velada.

Porque Málaga es una ciudad que debe dominar las querencias merdellonas de quienes organizan su espacio público si no quiere que esta vocacional Smart City se troque en bullanguero escenario de película de Berlanga.

La pugna, como se pueden imaginar, es constante, y así, una vez conseguida la erradicación de los espantosos ‘tinglaos’, tan nuestros como tan cutres, al momento los esfuerzos se centraron en levantar cada Semana Santa una ‘Estrella de la Muerte cofrade’ en la plaza de la Constitución, esa desproporcionada tribuna digna de la ‘ostentórea’ Marbella de Gil que tenía como loable propósito colapsar el mejor sitio de la ciudad.

Eliminado al fin este importante brote de merdellonismo, el humorista Manolo Sarria muestra su indignación estos días por el circuito monegasco cofrade en que se ha convertido el recorrido oficial.

Blindar lo mejor de la Semana Santa para que miles de malagueños y personas que nos visitan no sepan si lo que atisban es el trono de Mena o a Fernando Alonso es el propósito de este recorrido ratonera, pues además está aderezado con unas inoportunas tribunas de Fórmula Uno.

La ciudad que planta sin muchos miramientos una pérgola a dos metros de Santo Domingo, la que levanta una valla clasista en el Puerto, la que promueve un rascacielos del montón para presidir nuestra Bahía y la que autoriza un hotel con las hechuras de un Corte Inglés en Hoyo de Esparteros es la misma que mira a las carreras de Montecarlo para celebrar la Semana Santa.

Así que a los turistas que, como la mayoría de los visitantes, estos días sólo se mueven por el Centro, muchos malagueños les acompañamos en el sentimiento. Y para ellos, un consejo: si quieren disfrutar de una experiencia más agradable deberán buscarse ciudades menos afines a la parafernalia fallera, esas en las que se antepone la religiosidad y la sensibilidad histórico-artística al mundano negocio de vender sillas.

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