Memorias de Málaga

Expresiones malagueñas: cuando se arma el pitote

En 2013 la Fundación del Español Urgente eligió ‘escrache’ palabra del año, cuando en nuestro riquísimo diccionario contamos con ‘asonada’ y en el vocabulario popular de Málaga con el famoso ‘pitote’

Protesta en la Facultad de Medicina de Málaga, en 2001.

Protesta en la Facultad de Medicina de Málaga, en 2001. / Gregorio Torres

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

La Fundación del Español Urgente (Fundéu RAE) eligió por primera vez la Palabra del Año en 2013. La elegida fue ‘escrache’, una palabra, para mí, malsonante y que por las razones que sean se utilizó aquel año en que se produjeron ante viviendas y edificios públicas protestas por variadas razones.

Existiendo en nuestro riquísimo diccionario la palabra ‘asonada’, el escrache no tiene razón de ser, aunque se use y abuse de su utilización.

Escrache, la palabra que inauguró la Fundéu Rae, además de significar «Manifestaciones de protesta contra una persona generalmente de ámbito de la política o de la Administración que se realiza frente a su domicilio», tiene otro significado que no tiene que ver con lo dicho anteriormente: «Herida superficial hecha en la piel con las uñas o con objeto punzante».

En Málaga, para la primera acepción, aparte asonada, que es la más correcta o aproximada al hecho de una protesta colectiva, tenemos una palabra propia de nuestro vocabulario popular: ‘pitote’.

Por supuesto que ‘pitote’ no está en ningún diccionario al uso ni lo estará salvo que alguien influyente de la política, de la economía, del sindicalismo…, la utilice en una escena nacional (en un follón en Madrid) e inmediatamente otros la copien y se imponga como ‘selfi’, ‘finde’, ‘almóndiga’… o chabola, que la RAE, tan magnánima, admite ‘chavola’ con uve…

En Málaga, pitote sirve para cualquier manifestación, jaleo, discusión acalorada, la llegada de madrugada de un joven a su casa y los padres le monten un pitote

Con respecto a la otra definición de escrache (herida superficial hecha en la piel, etc.) hay otra más fácil, como rasguño, como se ha dicho siempre, sin olvidar arañazo y otras muchas de poco uso como arpadura y rascadura.

Contimás

Recordando palabras y expresiones malagueñas me viene a la memoria un apócope utilizado en el lenguaje popular. Me refiero a contimás, resultado de la unión de ‘cuanto’ y ‘más’. En el ambiente familiar, ningún malagueño dice «cuanto más suba el precio de la luz», «cuanto más ganen los políticos», cuanto más… Dirá contimás.

Y cuando alguien venga enfurecido para protestar por una mala acción o faena, diremos que «viene con las del beri», palabreja cuyo origen se desconoce o yo ignoro.

En Málaga se escribe con be y en minúscula, lo que da a entender que no es un individuo o personaje de ficción. Misterio de nuestro léxico particular.

También se desconoce quién era Mateo, el cual dio lugar a la frase: «Está como Mateo con su guitarra» (satisfecho), «Más desgraciado que el Pupa» (no necesita explicación), «Te van a dar más que le dieron a la madre del Peluso» (que le amenazan con una buena tunda), «Más puerca que la Chelo, que se puso un clavel en el pelo y le agarró», «Va a caer más agua que cuando enterraron a Bigote»... No sé quién era Bigote, pero no nos vendría mal que el pronóstico se cumpla, pero sin pasarse.

Muchas palabras malagueñas siguen en el diccionario de Juan Cepas y su uso es frecuente en el lenguaje coloquial. Algunas pueden resultar hasta malsonantes, pero ¡anda que algunas admitidas por la RAE, como emojis!

Como hay gente para todo, un personaje de la política española (lo de personaje ‘es un poné’), justificando el nombramiento de una persona para ocupar un puesto dijo, y está recogido en un periódico, que la elección se basaba en «expertitud»… y se quedó tan ufano por su invento. No le valían idóneo, experimentado, apto…

cuando Se arma el pitote

El director del Hotel Barceló, en la ‘chorraera’ para los clientes, en una foto de 2007. / Arciniega

Chorraera

En los parques infantiles que nuestro Ayuntamiento va construyendo en los barrios de la ciudad aprovechando espacios libres o mejorando los entornos ajardinados, con independencia de los destrozos del cafrerío más o menos organizado que goza al estropearlo todo, entre los elementos habituales para juegos y distracción, no faltan los toboganes, un artilugio que permite a los niños deslizarse sin peligro si un familiar se encarga de vigilar a los muy pequeños para evitar disgustos.

He escrito toboganes porque es la denominación correcta; pero ningún niño ni ningún padre usaba la palabra tobogán, se decía ‘chorraera’, que es lo que todos los niños de nuestra época hemos hecho chorreando por los pasamanos de las escaleras y en todas las rampas que nos hemos encontrado en las calles. Un tobogán de un jardín infantil es una chorraera.

Y los Reyes nos traían para jugar rompecabezas, ahora, puzle, con una zeta o con dos.

cuando Se arma el pitote

Exposición en el Museo Municipal ‘En torno a la mesa’, en 2001. / Carlos Criado

Cacharros de cocina

En la Málaga de toda la vida se utiliza la palabra ‘cacharros’ en plural para identificar los útiles para la elaboración de alimentos, como ollas, cacerolas, sartenes, cazos, cacillos, espumaderas, raseras… en fin, todo lo que se utiliza para preparar cualquiera de los muchos platos de nuestra rica gastronomía.

Quizás en Logroño o Soria se recurra a ‘menaje’, por citar una palabra más delicada, porque cacharro no es la voz más idónea para aplicar a una cacerola de acero inoxidable o una sartén para freír un huevo en una placa de inducción. Cacharro suena fatal, lo dice la RAE con toda claridad: «vasija tosca, pedazo de ella en que se puede echar algo»... Pero en la tercera acepción acierta con nuestro diario: «vasija o recipiente para usos culinarios».

Total, que podemos seguir fregando los cacharros de la cocina, una de las tareas más molestas del fregado de platos, vasos y cubiertos después del almuerzo o cena.

Cacharrería Herrería del Rey

Quizás algún malagueño superviviente de los años 40 se acuerde de la Cacharrería que estaba en la calle Herrería del Rey, a dos pasos de la primera Casa Aranda, que sigue abierta. Al frente del establecimiento, si no recuerdo mal, había un matrimonio valenciano.

Lo de cacharrería era una denominación muy usada para identificar los artículos de cerámica. La tienda malagueña, que tenía una clientela numerosa por su proximidad al mercado de Atarazanas, ofrecía una variada muestra de artículos, como platos decorados, fuentes, bandejas, botijos, lavafrutas, palmatorias, candiles…, bien para uso de los compradores o como regalos de bodas, santos, cumpleaños…Media docena de lavafrutas era un regalo muy apreciado.

Hoy, a los novios, no se regalan objetos de cerámica para contribuir al menaje del nuevo hogar; el regalo más apreciado es el contenido de un sobre cerrado donde se incluyen billetes de euros.

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